El Cordob¨¦s, por la puerta grande
El Cordob¨¦s abri¨® la puerta grande por primera vez en la feria de las Fallas. A la sexta fue la vencida. Las figuras no hab¨ªan sido capaces de conseguirlo hasta ahora. Bien es verdad que en cuanto se abre la puerta ya no la cierran y sale por all¨ª todo el mundo. Pero eso ser¨¢ -si ocurre- ma?ana. Hasta ayer El Cordob¨¦s, llamado Manuel Ben¨ªtez, era el campe¨®n.Dio el salto de la rana El Cordob¨¦s mas no se crea que contribuy¨® a abrir la puerta grande; antes bien, de poco se la cierra. Pues si un sector de la plaza le ped¨ªa el salto de la rana con vehemencia, el resto habr¨ªa preferido que no convirtiera la fiesta en un circo, y al terminar la gansada le pit¨®.
En realidad el salto de la rana fue un borr¨®n porque El Cordob¨¦s lleg¨® a torear estupendamente. Buena cantidad de sus lances no los ha mejorado a¨²n nadie en la feria y adem¨¢s de las calidades art¨ªsticas despleg¨® unos recursos t¨¦cnicos propios de los lidiadores buenos.
Puerto / Rinc¨®n, Caballero, Cordob¨¦s
Toros de Puerto de San Lorenzo (5? sobrero en sustituci¨®n de un inv¨¢lido), anovillados, bien armados, flojos,boyantesC¨¦sar Rinc¨®n: estocada delantera ca¨ªda y descabello (vuelta protestada); bajonazo perdiendo la muleta -aviso- y rueda de peones (palmas y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Manuel Caballero: pinchazo y estocada ca¨ªda (aplausos y saluda); aviso antes de matar y media perdiendo la muleta (oreja con protestas). El Cordob¨¦s: estocada ca¨ªda (oreja); bajonazo (oreja); sali¨® a hombros. Plaza de Valencia, 16 de marzo. 6? corrida de feria. Dos tercios de entrada.
Con capote y con muleta estuvo lidiador. Al ¨²ltimo toro, que sali¨® abanto, se mostr¨® huidizo y cuando le dio la gana embisti¨® a oleadas pegando furibundos galopes y arreones, le aguant¨® las acometidas y le gan¨® terreno; lo fij¨® con eficaces capotazos, lo embarc¨® a la ver¨®nica con gusto y acab¨® permiti¨¦ndiose el lujo de rematar los lances relajado y pinturero.
Hizo un quite por chicuelinas El Cordob¨¦s y, al concluirlas, puso al toro en suerte corri¨¦ndolo a una mano. Estaba recrecido el hombre en su plenitud torera. Llegado el ¨²ltimo tercio lig¨® derechazos y naturales, bien que muchos manteniendo la suerte descargada, e incluy¨® la bilba¨ªna, ese circular de moda inventado por Llapisera al que recurren los figurones para hacerse llamar maestros; tiene guasa el asunto. Y vino el salto de la rana, cabriolero, cerme?o y montaraz.
Mat¨® de bajonazo El Cordob¨¦s y seguramente por ese pecado, no tan grave como el de la rana sacr¨ªlega, el presidente desoy¨® el clamor con que se ped¨ªan en el tendido las dos orejas y s¨®lo concedi¨® una.
Otra oreja hab¨ªa cortado El Cordob¨¦s al tercer toro y a ese lo tore¨® con mayor pureza. Record¨® al torerillo aquel de poco cartel y paternidad ignota que se anunciaba Manuel D¨ªaz, sin apodo ninguno, y procuraba ejecutar un toreo de fundamento, claro que, ahora, enriquecido por la experiencia.
Cort¨® oreja tambi¨¦n Manuel Caballero pero ten¨ªa distinto fuste porque realiz¨® un toreo vulgar y ventajista. Compens¨® con cantidad la falta de calidad y en su segunda faena se pas¨® 10 minutos pegando pases, hasta que algunos picaron y le pidieron la oreja. C¨¦sar Rinc¨®n, que parece atravesar horas bajas, estuvo mediocre y crispado, chill¨®n y sin sitio, corriendo de un lado a otro.
Semejantes inhibiciones y carencias no se debieron a que sacaran toros aparatosos y marrajos. Por el contrario salieron anovillados, se dejaron querer y padecieron las invalideces propias de la ¨¦poca. No tanto como en corridas anteriores pues los seis titulares y el sobrero se cayeron 36 veces nada m¨¢s: cinco el primero, seis el segundo, una el tercero, cuatro el devuelto al corral, trece el sobrero, tres el quinto y cuatro el sexto. ?Y qu¨¦ es eso comparado con la inmensidad de los mares?
Babelia
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