A las dos en casa
Claves de la pol¨¦mica sobre la jornada que Educaci¨®n negocia con los sindicatos
Un p¨¢rrafo de seis l¨ªneas puede dejar a miles de escolares a las dos en casa. La espoleta de esa peque?a revoluci¨®n en los h¨¢bitos de vida de las familias en las nueve comunidades administradas por el ministerio ser¨ªa esta frase: "Los centros educativos podr¨¢n proponer el modelo de jornada escolar que mejor responda a sus peculiaridades". Si la experiencia en los institutos sirve de algo, esto se traducir¨¢ en que los alumnos de primaria en muchos casos s¨®lo tendr¨¢n clase de nueve a dos. Muchos temen que la otra cara de esa moneda ser¨¢ inevitablemente el cierre de centros p¨²blicos por la tarde, y la consecuencia, la degradaci¨®n del servicio p¨²blico.A falta de un acuerdo definitivo, el ministerio ha aceptado una aspiraci¨®n hist¨®rica de los sindicatos: la jornada intensiva. Significa que las materias acad¨¦micas se concentran en la ma?ana y se dejan las tardes para actividades complementarias. Esperanza Aguirre se ha comprometido a que "en ning¨²n caso" los colegios cerrar¨¢n por la tarde, pero la experiencia en Andaluc¨ªa y Canarias y en los institutos de secundaria (que ya tienen jornada intensiva) hacen inconsistente cualquier garant¨ªa. sobre el funcionamiento vespertino de todos los centros p¨²blicos cuando no haya actividades acad¨¦micas.
La propuesta. La jornada intensiva es reivindicada por todos los sindicatos, pero no estaba sobre la mesa hasta que la incorpor¨® el Sindicato de Trabajadores de la Ense?anza (STES). Los requisitos para modificar la jornada son dos: que lo pida el 75% de los padres y que se garantice "la adecuada formaci¨®n del alumno" incluido el mantenimiento del n¨²mero de horas de clase.
El dinero. Las actividades complementarias en todo el pa¨ªs costar¨ªan medio bill¨®n de pesetas, seg¨²n Educaci¨®n y Gesti¨®n, una de las patronales de la ense?anza concertada. No hay estimaciones alternativas. El dinero deber¨ªa ser aportado por las administraciones locales, auton¨®micas o central, pero tambi¨¦n por las familias. Las estrecheces presupuestarias dificultan las inyecciones financieras para aquello que no forme parte de los programas oficiales. En muchos centros que ya tienen jornada intensiva, las actividades promovidas por las asociaciones de padres han deca¨ªdo en unos a?os por falta de recursos.
Las actividades. Los centros no tienen capacidad para acoger a todos sus alumnos en las actividades complementarias. El grado de participaci¨®n suele ser reducido, y, en el caso de los alumnos de familias desfavorecidas, pr¨¢cticamente nulo, como reconocen las autoridades canarias.
El rendimiento. No hay datos que vinculen como causa y efecto la jornada y el rendimiento, pero Andaluc¨ªa y Canarias, las dos comunidades con jornada intensiva (no implantada en todos los centros), son las de peor rendimiento en primaria, seg¨²n el Instituto Nacional de Calidad y Evaluaci¨®n.
La adaptaci¨®n. Hay opiniones contradictorias. Para algunos expertos, la atenci¨®n y el rendimiento bajan demasiado con la acumulaci¨®n de horas. Sin embargo, seg¨²n Juan Carlos Molina, pediatra del hospital del Ni?o Jes¨²s, de Madrid, el escolar aguanta bien cinco horas de colegio. Para adaptar el horario a la curva de rendimiento hay que concentrar las ta reas m¨¢s duras entre las diez y las doce. Molina cree imprescindible un buen desayuno y que los chicos se acuesten temprano para levantarse con apetito.
Los comedores. Los defensores de la jornada partida advierten sobre el peligro de que el servicio de comedor, tras una primera etapa de supervivencia, acabe desapare ciendo en muchos centros, con el consiguiente perjuicio a las familias. La atenci¨®n social. La jornada intensiva est¨¢ contraindicada en zonas desfavorecidas, seg¨²n la Junta de Andaluc¨ªa. Los chicos con necesidades especiales encuentran en los centros un insustituible apoyo del que carecen en sus casas, por lo que es conveniente prolongar su estancia en el colegio.
La desigualdad rural. La jornada intensiva en los entornos rurales conlleva casi inevitablemente el cierre por la tarde, ya que es m¨ªnima la disponibilidad de medios humanos, materiales y econ¨®micos para actividades complementarias por la tarde. Esto se traducir¨ªa en una desigualdad objetiva entre los chicos de centros rurales y los urbanos.
La coordinaci¨®n. Es frecuente que los profesores con jornada intensiva tiendan a incumplir los horarios de coordinaci¨®n docente, tutor¨ªa de los alumnos y atenci¨®n a los padres.
La competencia. Apenas hay centros concertados con jornada intensiva. Por el contrario, es habitual que, adem¨¢s de la jornada partida, ofrezcan actividades complementarias, se mantengan abiertos hasta el anochecer y, frecuentemente, tambi¨¦n en fines de semana. A semejanza de los privados puros, el objetivo de los concertados es ampliar los servicios tras la jornada acad¨¦mica.
La fuga de alumnos. Si la falta de recursos impide que la jornada intensiva venga acompa?ada de actividades complementarias, los padres se ver¨¢n en la tesitura de comparar centros p¨²blicos de media jornada con concertados que ofrecen un servicio m¨¢s completo. S¨®lo la escasez de plazas disponibles en los concertados podr¨ªa contener la previsible fuga de alumnos de la ense?anza p¨²blica.
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