"Un m¨²sico debe conocer el ordenador tanto como la fuga y el contrapunto"
Pierre Boulez (Montbrison, Francia, 1925) nunca quiso ser un divo. S¨®lo pretendi¨® revolucionar la m¨²sica del siglo XX. Ahora declara no haberlo logrado totalmente: "Nunca se consigue, siempre hay que empezar de nuevo", dice, pero uno tiene la impresi¨®n de que si un personaje como ¨¦l -ahora tranquilo, afable, parsimonioso y simp¨¢tico- no lo ha llegado a ver en su totalidad, s¨ª ha debido rozarlo con la punta de los dedos. No obstante, de lo que s¨ª puede presumir es de ser una de las figuras clave y de referencia en la m¨²sica contempor¨¢nea. El compositor y director de orquesta visita Madrid sin batutas, como siempre, para dirigir a la Orquesta Sinf¨®nica de Londres ayer y hoy en el Auditorio Nacional con un programa contempor¨¢neo que incluye obras de Elliot Carter, Ravel, Debussy, Sch?nberg, Bart¨®k, Stravinski y Prokofiev.Dice que las batutas son como los bastones para andar". "Y yo todav¨ªa no necesito algo as¨ª, tengo las manos perfectamente", a?ade. Con 73 a?os a cuestas se siente como un chaval. Pero ya no parece el incendiario que se enfrent¨® al ministro de Cultura franc¨¦s, entonces el gaullista Andr¨¦ Malraux, porque ¨¦ste rechaz¨® su plan para la reforma de la m¨²sica francesa, pero sigue destilando rebeld¨ªa, socarronamente y con sonrisas que acent¨²an su cara de sorna y de fina iron¨ªa, ante la simple menci¨®n del pol¨ªtico. "Las cosas han cambiado, aunque en muchos pa¨ªses se siguen nombrando ministros de Cultura a quienes no saben d¨®nde colocar. El caso de Malraux era exagerado, entraba al ministerio a las diez, a las doce y media ya estaba borracho y a las dos se iba a comer. Pero despu¨¦s hemos tenido hombres apreciables como Jack Lang, preocupados por la cultura", asegura.
Su enfrentamiento le cost¨® diez a?os de exilio voluntario hasta que Georges Pompidou, entonces presidente de la Rep¨²blica, le llam¨® para hacerle volver en 1969. Le cost¨® un buen pellizco de entonces -90 millones de francos, 2.000 millones de pesetas-, lo que le supon¨ªa poner en marcha el Institut de Recherche et Coordination Acoustique-Musique, m¨¢s conocido como IRCAM, en el que Boulez llevar¨ªa a cabo su sue?o de investigar para la posteridad la m¨²sica y sus posibilidades. Hoy todav¨ªa funciona y all¨ª ha desarrollado el m¨²sico sus trabajos como compositor y director m¨¢s arriesgados, como mezclar instrumentos cl¨¢sicos con computadoras. "Un m¨²sico debe conocer las posibilidades que ofrecen los ordenadores tanto como saber lo, que es la fuga y el contrapunto", asegura.
Tiene fe en lo que hace y no cree que en el futuro lo que se considere m¨²sica cl¨¢sica del siglo XX sea algo que est¨¦ relacionado con el pop, el jazz u otras m¨²sicas. El apuesta por una generaci¨®n que ya tiene muchos m¨²sicos en los altares, como Webern y Sch?nberg, o Stockhausen, compa?ero de estudios en su juventud bajo el magisterio de Oliver Messiaen en Par¨ªs; a?os que fueron fundamentales para su evoluci¨®n como compositor, a?os en los que propon¨ªa destruir la ¨®pera de Par¨ªs, como el m¨¢s incendiario de los surrealistas.
Boulez establece paralelismos y diferencias entre la m¨²sica y la pintura contempor¨¢neas. "Un cuadro se ve un momento y si no te gusta te vas al siguiente, pero en un, concierto es m¨¢s dif¨ªcil aguantar una pieza entera, cuesta m¨¢s irse y la gente puede aburrirse o sentirse prisionera". Adem¨¢s, para Boulez "la pintura se aprecia m¨¢s porque tiene un valor enorme, por un cuadro se paga mucho dinero, mientras que la m¨²sica no se puede comprar, la m¨²sica est¨¢ en el aire. Se puede llegar a pagar mucho por una partitura de Stravinski es verdad, pero nunca tanto como se paga por un cuadro. Todo eso hace que la gente la valore y la entienda menos".
Boulez, que ahora dirige de encargo a las orquestas que m¨¢s le apetece y que ha estado al frente de las mejores del mundo, dedica m¨¢s tiempo a componer en la actualidad. "Ahora estoy haciendo una obra para tres pianos, tres arpas y tres percusiones que espero estrenar en el Festival de Edimburgo de este a?o", dice. Tambi¨¦n tiene en proyecto componer un con cierto para viol¨ªn y orquesta para la int¨¦rprete alemana Anne Sophie Mutter.
Uno de los temores y los reproches que se le han hecho es que el tiempo que ha empleado en dirigir se lo haya robado a su etapa m¨¢s creativa como compositor. Boulez admite que por supuesto dirigir le ha privado de concentrarse en la composici¨®n, pero ¨¦l empez¨® a hacerlo porque todos los que dirig¨ªan orquestas en la ¨¦poca en que empez¨® "eran de la generaci¨®n anterior a la m¨ªa y, adem¨¢s, alemanes. Ten¨ªa que demostrar lo que la gente de mi generaci¨®n era capaz de aportar".
Sobre Gustav Mahler, del que acaba de grabar la Novena Sinfon¨ªa con la Orquesta Sinf¨®nica de Chicago (est¨¢ a punto de abordar la Cuarta) y con el que guarda varias similitudes en su vida -ambos eran compositores, directores e inovadores-, dice que es uno de los m¨²sicos que m¨¢s admira. No siente tan cerca esos paralelismos "porque vivimos en ¨¦pocas diferentes". "Adem¨¢s, Mahler era director de la ¨®pera de Viena, lo cual es muy diferente a ser director titular de una orquesta porque hay que resolver cosas incre¨ªbles. Por otra parte, las temporadas eran m¨¢s cortas y pod¨ªa permitirse el lujo de componer durante tres meses seguidos, lo que yo durante muchos a?os no he podido hacer".
Boulez asegura estar al corriente del episodio que le cost¨® el puesto a su amigo St¨¦phane Lissner en el Teatro Real de Madrid, el director art¨ªstico a quien obligaron a dimitir las intrigas de algunos cargos del Partido Popular. "Lissner me ha contado su experiencia, es un gran amigo m¨ªo, un gran director teatral y es una pena desaprovecharlo", cuenta.
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