Un capote al cumplir los 18
Una asociaci¨®n subvencionada apoya a j¨®venes que pierden la tutela de la Comunidad al ser adultos
Cumplir 18 a?os no es ni malo ni bueno. Pero para los chavales que han vivido tutelados por la Comunidad de Madrid en internados se trata de una fecha clave, ya que, con la mayor¨ªa de edad, deben abandonar los centros y buscarse la vida. A menudo sin apoyo familiar o institucional alguno. Echar un capote a estos j¨®venes es el objetivo de la Asociaci¨®n Madrile?a de Inserci¨®n Social Aurrera (AMIS Aurrera), creada hace ocho a?os e integrada, entre otros, por ex toxic¨®manos.A ellos llegan los chicos m¨¢s desarraigados, que, sobre todo, precisan de afecto y del apoyo de un adulto en sus problemas.
Un equipo formado por dos psic¨®logos, una trabajadora social y varios voluntarios, les ofrecen ayuda en temas de formaci¨®n, vivienda y empleo, deriv¨¢ndoles, por ejemplo, a empresas de inserci¨®n de mensajer¨ªa o carpinter¨ªa con las que tienen contacto. Tambi¨¦n organizan actividades de ocio como cursillos de escalada, les dan apoyo psicol¨®gico y les tramitan el cobro del salario social (unas 39.000 pesetas mensuales).
En 1997 pasaron por su local 12 chavales enviados por el Instituto Madrile?o del Menor y la Familia (IMMF), que los tutela hasta la mayor¨ªa de edad. Su trabajo recibi¨® una subvenci¨®n de 2,5 millones del Ingreso Madrile?o de Integraci¨®n (IMI). Este a?o est¨¢ previsto que atiendan a 25 muchachos.
Rafael, de 19 a?os, es uno de los chicos llegados a esta asociaci¨®n. Los problemas de alcoholismo de su padre les llevaron a ¨¦l y a sus hermanos a internados y a su madre a un piso para mujeres maltratadas. Ha vivido en colegios oficiales y en pisos de Mensajeros de la Paz desde antes de hacer la Primera Comuni¨®n.
"Cada vez que veo por la calle a unos padres con sus hijos me entran ganas de llorar porque pienso en todo lo que a m¨ª y a mis hermanos nos ha faltado", explica dolido. Pero lo peor vino cuando, tras cumplir los 18, se tuvo que emancipar. Se aloj¨® con unos t¨ªos, en un piso con su hermano y en una pensi¨®n. Comenz¨® a trabajar, a veces 14 horas, por 50.000 pesetas mensuales.
"No puedo negarme a trabajar aunque est¨¦ mal pagado o me llame una empresa de esas que por colocarte te quitan parte de tu sueldo, porque si no no como", a?ade. La convivencia se. trunc¨®, el dinero se agot¨® y acab¨® durmiendo en la calle.
"Me met¨ªa dentro de unos cartones y no pasaba fr¨ªo, pero el despertar era terrible, estaba desanimado, no sab¨ªa qu¨¦ hacer y notaba que alguna gente me despreciaba, como diciendo, mira a ese drogadicto, cuando yo, con lo que he vivido en mi casa, ni bebo", a?ade. Ninguno de sus hermanos pod¨ªa acogerle. ', "Sent¨ª que hab¨ªa tocado fondo y cuando un educador de Mensajeros que se enter¨® de c¨®mo andaba me di¨® el tel¨¦fono de AMIS no lo pens¨¦ dos veces", matiza. Le han ayudado a buscar casa, compartida con un seminarista y otros chavales, y a formarse como mensajero. Y, sobre todo, sabe que puede contar con su ayuda.
?ngel Hern¨¢ndez, presidente de AMIS, explica que muchos de estos chicos tienen infinidad de colegas, pero no amigos. "Por eso, lo primero es ganarse su confianza", asegura.
Su intenci¨®n es abrir este a?o, con la subvenci¨®n que reciban, un centro de d¨ªa al que los chavales puedan acudir en cualquier momento. Ahora s¨®lo disponen de un piso peque?o. "Tambi¨¦n vemos necesario que la Comunidad nos facilite viviendas para estos muchachos porque poco podemos hacer por su integraci¨®n si viven en la calle o hacinados", a?ade.
Cada a?o son 180 los j¨®venes que abandonan la red de internados al cumplir los 18. Pero, seg¨²n el IMMF, s¨®lo la mitad necesitar¨ªan este apoyo especial. El resto vuelven, mal que bien, con su familia.
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