El Real Madrid paga su desidia
El Valladolid logra el empate despu¨¦s de un penoso cerrojazo en la primera parte
F¨²tbol de vuelo corto en Zorrilla, donde el resultado se ajust¨® a la actitud y al juego de los dos equipos. Al penoso ejercicio del Valladolid en el primer tiempo se a?adi¨® la desidia madridista en el segundo. Cada uno se aprovech¨® de las concesiones del otro y no hubo m¨¢s remedio que empatar. El abandonismo del Madrid obliga a pensar que es falso todo ese cacareo de que tiene tiempo para atrapar al Barca. Ni tiente tiempo, ni tiene ganas, ni tiene juego para lograrlo.Hay una cierta ingenuidad en el f¨²tbol espa?ol, que no traga con la mercanc¨ªa averiada. Si en Italia cabe todo bajo la etiqueta del tacticismo, en Espa?a est¨¢ mal visto que un equipo renuncie por la patilla al juego, al gol, a cualquier gesto generoso, a una m¨ªnima consideraci¨®n con la gente que cree que el f¨²tbol es cosa de dos equipos, y no lo que hizo el Valladolid: la apote¨®sis de la racaner¨ªa.
Como sucedi¨® frente al Barcelona, se meti¨® en su campo sin ning¨²n disimulo, todos apretados cerca del ¨¢rea y Peternac en territorio enemigo, en plan partisano, a la espera de alg¨²n error, de alg¨²n contragolpe, de alguna casualidad. El Valladolid se neg¨® a jugar con alevos¨ªa. Entreg¨® el campo y el bal¨®n al Madrid, convencido de que la estad¨ªstica es generosa con la mezquindad. Siempre hay una ocasi¨®n suelta a lo largo de un partido. Lo importante es sacarla r¨¦dito y perseverar en el cerrojazo. Y a punto estuvo de conseguirlo. Cuando el partido todav¨ªa iba empatado, Jaime perdi¨® el bal¨®n frente a Marcos, que pill¨® desorganizada a la defensa madridista, corri¨® la banda izquierda y meti¨® el pase retrasado para Peternac, que la rompi¨®, pero Roberto Carlos rechaz¨® el remate e impidi¨® el gol.
Hasta entonces, y hab¨ªa discurrido el primer tercio del encuentro, el Valladolid no hab¨ªa rematado a gol, ni se le hab¨ªa ocurrido la posibilidad. En realidad era imposible. Excepto Peternac, los dem¨¢s jugadores estaban a 60 metros de la porter¨ªa madridista. Daba pena ver a Peternac en un papel tan ingrato, desconectado por orden de su entrenador del resto del equipo, corriendo a los defensas del Madrid con la in¨²til pretensi¨®n de reba?ar alguna vez la pelota.
Todos fueron defensas en el Valladolid, un equipo que ha perdido los rasgos que identificaron la era Cantatore. Aquel equipo estaba mejor organizado, defend¨ªa mejor, atacaba m¨¢s y resultaba m¨¢s agradecido. La propuesta de Kresic es desagradable para todo el mundo: para el p¨²blico, para su equipo y para el rival, que se obliga a jugar contra una pared.Y tampoco garantiza resultados. El Valladolid perdi¨® contra el Bar?a y lo hizo con el Madrid en el primer tiempo.
Para el Madrid fue un partido c¨®modo, de escaso desgaste, ideal en estos d¨ªas previos al duelo con el Borussia. Todo su trabajo consisti¨® en administrar la pelota, ya se sabe que es m¨¢s agradable disponer del bal¨®n que perseguirlo. Durante el primer tercio del encuentro, el desequilibrio fue escandaloso. El Madrid disfrut¨® del monopolio del bal¨®n, aunque le falt¨® la marcha en los tres cuartos, donde mor¨ªan casi todos sus ataques. Tampoco era sencillo encontrar espacios en aquel murall¨®n.
Con una paciencia infinita, el Madrid teji¨® y teji¨® hasta encontrar alguna rendija. Lo consigui¨® en el primer instante de entendimiento de Ra¨²l y Seedorf, en la media punta y con una pared, una suerte impagable que tiene mala prensa en estos d¨ªas. Durante toda su carrera en la Juve, Matini desarm¨® los cerrojos italianos con paredes maravillosas por su precisi¨®n y su sencillez. romaba el bal¨®n en el medio campo, encontraba una camiseta amiga -Boniek casi siempre-, tiraba una pared y con dos toques superaba el castillo defensivo. M¨¢s o menos es lo que hicieron Seedorf y Ra¨²l en el gol. Engancharon bien y Seedorf apareci¨® libre frente al portero, que reaccion¨® con agilidad al disparo del mediocampista holandes. La pelota qued¨® suelta y Suker, que no hab¨ªa aparecido antes y tampoco lo hizo despu¨¦s, ech¨® la ca?a y pesc¨®.
Despu¨¦s de fracasar con su primera idea, Kresic meti¨® en el segundo tiempo a Eusebio, Benjam¨ªn y Klimowicz, inexplicablemente ausentes en, la primera parte. Pero el hombre est¨¢ empecinado en el magureguismo y no hay quien le saque de ah¨ª. La inclusi¨®n de Benjam¨ªn y Eusebio, m¨¢s la necesidad del empate, cambi¨® el paisaje en el segundo tiempo. El Madrid decidi¨® hacer la m¨¢xima econom¨ªa del esfuerzo, hasta el punto de caer en la desidia. Jug¨® con una suficiencia poco ajustada a su verdadera situaci¨®n. No est¨¢ sobrado de juego, ni de presencia. El Madrid intimida bastante menos que el Bar?a en estos momentos, y est¨¢ expuesto a cualquier calamidad si no act¨²a con convicci¨®n. Se quit¨® en Zorrilla y lo pag¨®.
El Madrid no lleg¨® al ¨¢rea rival en todo el segundo tiempo. El Valladolid lo hizo con un poco de empuje y con la actitud permisiva de los madridistas. Se adivinaba el empate, que se produjo por obra de Eusebio, que dibuj¨® un pase exquisito a Peternac, con la colaboraci¨®n de Hierro, poco fino en los ¨²ltimos tiempos. El central se comi¨® el pase y permiti¨® a Peternac bajar el bal¨®n el pecho y rematar de forma instant¨¢nea. M¨¢s o menos, sucedi¨® lo que ped¨ªa un partido previsible, condicionado por la actuaci¨®n de los dos equipos. El Valladolid se resign¨® en el primer tiempo y lo perdi¨®. El Madrid se borr¨® en la segunda parte y sufri¨® las consecuencias. Total, empate.
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