'Quebec & ROC': la lecci¨®n de Canada
De un tiempo a esta parte, los estudiosos espa?oles miran hacia Canad¨¢. No sorprende, si se aprecia el inter¨¦s que reviste entre nosotros el debate acerca de la viabilidad de un genuino federalismo asim¨¦trico (una estructura territorial en la que no todas las partes tengan el mismo status ante el todo), puesto que de lo que all¨ª se trata no es sino de reubicar a la d¨ªscola provincia franc¨®fona de Quebec dentro de una federaci¨®n mayoritariamente angl¨®fona, asegurando as¨ª su particularidad. Pero no s¨®lo los te¨®ricos. Tambi¨¦n los pol¨ªticos y las instituciones, especialmente en el caso de las nacionalistas, buscan en la peripecia en curso hacia la soberan¨ªa (dos referendos sucesivos han fracasado hasta ahora: uno en 1980 y otro en 1995), en toda su intensidad, ense?anzas y reflejos.Pero ?c¨®mo se ha llegado a la situaci¨®n actual, desde la R¨¦volution Tranquille de los a?os sesenta a los turbulentos noventa, con un Gobierno nacionalista instalado en la provincia franc¨®fona, a la b¨²squeda de una oportunidad propicia para la secesi¨®n, anunciada su intenci¨®n de convocar todav¨ªa un tercer refer¨¦ndum soberanista, guste o no a los poderes federales de Ottawa? Sin duda, la secuencia descrita por la autoafirmaci¨®n de la diferencia quebequesa reviste la suficiente complejidad y extensi¨®n como para no resistir caricaturas ni simplificaciones en la b¨²squeda de parangones artificiosos aquende los mares. Pero, aun as¨ª, son numerosas y buenas las razones que aconsejan seguirla desde los pa¨ªses pluriling¨¹¨ªsticos o plurinacionales, afectados por problemas de integraci¨®n territorial an¨¢logos a los canadienses.
No s¨®lo por la discutida instrumentaci¨®n jur¨ªdica que -en materias tan sensibles como la pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica, educativa y cultural, la seguridad, la proyecci¨®n exterior o la inmigraci¨®n- ha sabido encontrar la b¨²squeda quebequesa de un genuino (aunque hoy por hoy discutido, por imperfecto e inacabado) estatuto particular para la provincia franc¨®fona (y por ende, en minor¨ªa en su singularidad). Tambi¨¦n porque -y quiz¨¢ sobre todo- Quebec viene demostrando la viabilidad de una protesta nacional sostenida frente a todo -la federaci¨®n canadiense, el pacto entre las "dos naciones" (Quebec & ROC: Quebec & the rest of Canada) a los que los quebequeses gustan remontar su diatriba por la diferencialidad frente a la homogeneizaci¨®n de los arreglos federativos- en compatibilidad con el recurso excl usivo y excluyente a instrumentos democr¨¢ticos. Cierto que estos dilemas son tambi¨¦n viejos conocidos en nuestra Espa?a auton¨®mica. S¨®lo que, en Canad¨¢, aun con todos sus matices, sus aristas y dobleces, son exclusivamente procedimientos democr¨¢ticos e insrumentos jur¨ªdicos (el voto, a persuasi¨®n a trav¨¦s del razonamiento jur¨ªdico en torno a los l¨ªmites de la democracia en el marco constitucional) los que monopolizan la interlocuci¨®n de los actores del juego en el tablero de ajedrez del "problema quebequ¨¦s".
Y es ¨¦sta una relevante lecci¨®n, suscrita por ambas partes. De la parte quebequesa, buscando la (hasta ahora, dos veces fracasada) legitimaci¨®n directa por la v¨ªa de los sufragios de apoyo a la secesi¨®n -unilateral, incluso- frente a "Ottawa" (el referente exterior, c¨®mo no, una vez m¨¢s). De la parte de la federaci¨®n (no "canadiense", como err¨®nea o maliciosamente se propugna, aceptando la tramposa subsunci¨®n de la parte por el todo, como si Quebec no fuera, hasta que la Constituci¨®n no haya dicho lo contrario, parte tambi¨¦n de Canad¨¢), llevando al Tribunal Supremo, en proceso consultivo, una bater¨ªa de preguntas cuyo calado trasciende con mucho el regate corto y alcanza a algunos desaf¨ªos de la nueva emergencia del nacionalismo en estas postrimer¨ªas del siglo XX. Entre ellas, los l¨ªmites jur¨ªdicos (aunque tambi¨¦n los haya de orden conceptual y moral) a la autodeterminaci¨®n como horizonte pol¨ªtico de unas entidades -los pueblos y las naciones- entendidas como supuestamente naturales. Porque, efectivamente, el Gobierno federal ha venido a plantear en sede constitucional d¨®nde empieza y d¨®nde acaba el derecho a decidir la propia soberan¨ªa. ?Puede la minor¨ªa angl¨®fona de Montreal autodeterminarse y "permanecer canadiense" mediante una partici¨®n pol¨ªtica de Quebec? ?Pueden los pobladores aut¨®ctonos, que han votado masivamente no en las dos consultas referendarias anteriores, mantener su vinculaci¨®n jur¨ªdica con la federaci¨®n y desmarcarse del embarque soberanista quebequ¨¦s? Y, yendo m¨¢s lejos, aceptando que exista en verdad un "pueblo" y "naci¨®n quebequ¨¦s". ?Existe solamente ¨¦ste o existir¨ªa tambi¨¦n, por su parte, otro pueblo, el canadiense, una naci¨®n canadiense, con tan leg¨ªtimo t¨ªtulo como la quebequesa, producto de una legitimaci¨®n racional y democr¨¢tica al menos parangonable, si no moralmente superior, a la ling¨¹¨ªstica, la ¨¦tnica, la hist¨®rica, la m¨ªtica o m¨ªstica o de cualquier otra especie? ?Y tiene ese pueblo, o sus fragmentos, derecho a pronunciar palabra en un proceso conducente a un reajuste del pacto constitucional tan notable como el que abrir¨ªa la espita a una secesi¨®n convenida?
Muchas de esas preguntas resuenan familiares para el analista espa?ol de la din¨¢mica abierta de nuestro Estado auton¨®mico. La revisi¨®n de una estructura constitucional, m¨¢xime si su calado y envergadura son tales como los de la dimensi¨®n territorial y humana del propio Estado, reclama debates democr¨¢ticos. Y ello implica no s¨®lo asegurar el encauzamiento del proceso -por mediaci¨®n del Derecho-, sino la mayor transparencia y participaci¨®n posibles. En una sociedad madura s¨®lo cabe excluir las v¨ªas "revolucionarias"; y ello no por la entidad radical de sus reformas, sino por su car¨¢cter medularmente antidemocr¨¢tio, divisorio y contrapuesto a los valores civilizatorios del constitucionalismo. Pero es posible, con todo, conjurar los demonios del malestar nacional explorando, sin prejuicios y sin exclusiones aprior¨ªsticas, los medios para cada ambici¨®n.
Importa subrayar, por tanto, una ense?anza desprendida por la experiencia quebequesa: el futuro no est¨¢ escrito. Siempre que no se dependa de la amenaza del terror y la intimidaci¨®n, siempre que no se dependa del chantaje del fascismo, toda reivindicaci¨®n puede ser sostenida y sustanciada, en ¨²ltima instancia, por un veredicto en las urnas. Sin miedos hobessianos. Sin ira. En cuanto case-study de manejo del conflicto, por complicado que ¨¦ste sea, Canad¨¢ est¨¢ suministrando un ejemplo valedero para cuantos padecen -o comparten- an¨¢logos contenciosos. Desde la confianza de un derecho que deriva, sobre todo, del acuerdo y la raz¨®n como t¨¦cnicas de paz y, en suma, de libertad.
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