Tres rostros y un solo hombre
La canalla costumbre del encasillamiento simplific¨® mucho y mal lo que trajo al cine, y se llev¨® con ¨¦l en su muerte, Robert Mitchum.
Cineclassics, canal tem¨¢tico de Canal Sat¨¦lite Digital, comienza hoy un ciclo dedicado al actor Norteamericano. A las 12.30 de hoy se emite La noche del cazador. El pr¨®ximo lunes se emitir¨¢ Los luchadores de la noche y el lunes d¨ªa 20 Cualquier d¨ªa en cualquier esquina.
Su aspecto de tipo a primera vista (luego, a segunda vista, con muchos) sin matices contribuy¨® a ello. Ten¨ªa pinta de estar hecho de una sola pieza, de tener un rostro tallado con hachazos. Su mirada, fija y somnolienta, parec¨ªa la de un hombre cansado, ab¨²lico, indolente y encerrado en una especie de quietud mineral. En demasiadas ocasiones, el cine lo redujo a nada m¨¢s que eso, pero cuando alguna pel¨ªcula le dio ocasi¨®n para romper esa imagen hecha de gran fantoche inm¨®vil lo hizo, y de manera no s¨®lo no tosca, sino refinada.
Los cr¨ªticos norteamericanos no repararon en su riqueza hasta que, hacia 1 960, se rompi¨® el tab¨² que desde su rodaje pesaba sobre La noche del cazador (1955), donde Mitchum hizo un personaje tan torcido e intrincado como el mism¨ªsimo Satan¨¢s y para construirlo emple¨® descargas de iron¨ªa de una sutileza excepcional. S¨®lo entonces comenzaron a tomarlo en serio, cuando con anterioridad Mitchum hab¨ªa hecho Niebla en el pasado, en 1947, The lusty men, en 1952, y Cara de ¨¢ngel, en 1953, donde pulveriz¨® el esquema en que le hab¨ªan encasillado, no s¨®lo con esa fuerza ir¨®nica —que multiplic¨® en Heaven knows, en 1957—, sino tambi¨¦n con signos de que bajo su tafia en piedra se escond¨ªa un sujeto hecho de carne casi demasiado humana, como la del borracho enamoradizo de El Dorado (1967), el cirujano de No ser¨¢s un extra?o (1956), el pistolero de The wonderful country (1959) y el suave pesimista de Cualquier d¨ªa en cualquier esquina (1962).
Este ex camionero disoluto y libertino, luego convertido en un vagabundo esc¨¦ptico, solitario y con despuntes anarquistas, se burlaba de su propia sombra y camin¨® durante toda su vida erguido y a la intemperie, sin ocultar su afici¨®n compulsiva al trago de ma¨ªz destilado y al humo de la marihuana. Se pon¨ªa ciego de ambos a diario, pero eso no le quitaba energ¨ªa a la hora de meterse en las camas de todas las mujeres que pasaban a su lado, salvo —como dijo admirado John Huston, que en esto era un carro?ero— las de sus amigos, que Mitchum consideraba intocables y no las toc¨® nunca, aunque seg¨²n cuenta Huston casi todas ellas tiraban de ¨¦l.
Ha muerto hace unos meses, cuando ya era una leyenda inmortal con tres caras: la ferocidad, la iron¨ªa y la ternura, que se han fundido en una sola introceable y amistosa.
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