Una temporada en el infierno
No. No voy a hablar de Rimbaud, ni siquiera de Sartre, porque el infierno no son los otros. El infierno est¨¢ presente en todas las ciudades espa?olas: los hospitales de la red sanitaria p¨²blica. Tampoco voy a insistir en temas ya tan reiterados y conocidos como la deficiente organizaci¨®n, la masificaci¨®n o las listas de espera... Tan s¨®lo quiero hablar de la dignidad personal a la que todos tenemos derecho. Esa dignidad se pierde en el momento de franquear las puertas de un hospital p¨²blico. Se olvida a la persona y se pasa a formar parte de una multitud de rostros an¨®nimos -s¨®lo cuerpos- que buscan la esperanza. Api?adas en habitaciones, cuatro personas comparten sus m¨¢s profundas intimidades, un retrete y un lavabo. Los pacientes est¨¢n desinformados, las visitas de los m¨¦dicos duran unos segundos, los familiares sufren la angustia impotente de ver sufrir a sus seres queridos durante d¨ªas y d¨ªas (cuando las estancias se podr¨ªan acortar a la mitad).Estoy hablando de un hospital tipo, el Juan Canalejo de A Coru?a -la joya del Sergas-, donde en algunas plantas 36 hombres y mujeres comparten dos duchas, falta de informaci¨®n, paternalismo y desinter¨¦s. Esto se agrava cada tarde: multitud de visitantes invaden el hospital sin respetar la tranquilidad del que sufre, como en un d¨ªa de feria.
Todo ser humano tiene derecho a ser tratado dignamente y a ser respetado. Mucho m¨¢s a¨²n cuando est¨¢ sufriendo una enfermedad y solicita una atenci¨®n que ¨¦l ha pagado con sus impuestos. Si la dignidad de una persona es la de todo, como dice el poeta, los espa?oles la estamos perdiendo y estamos dando la espalda a este grave problema. Dicen que el coste total de los gastos sanitarios en Espa?a (el 7,3% del PIB) es insoportable. Se equivocan. La deshumanizaci¨®n y el trato en los hospitales p¨²blicos (como ciudadanos de segunda) es lo que no se puede soportar, y todos debemos concienciarnos de ello.
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