El ¨²ltimo gran secreto
La investigaci¨®n sigue dejando flecos sobre el atentado contra el Papa
La cuarta investigaci¨®n judicial sobre el intento de asesinato que sufri¨® el Papa en 1981 est¨¢ ya en marcha, pero la lectura de las conclusiones con las que el juez romano Rosario Priore dio por archivada la tercera, el viernes pasado, no deja espacio a demasiado optimismo. La trama del atentado aparece m¨¢s embrollada que nunca, como si los servicios secretos de los pa¨ªses implicados indirectamente en el episodio se hubieran puesto de acuerdo en cerrar para siempre la puerta a la verdad. A este paso, el atentado sufrido por Juan Pablo II ser¨¢ "el ¨²ltimo gran secreto de nuestros tiempos", como preve¨ªa el ex jefe de la CIA Robert Gates.Dos juicios y tres investigaciones judiciales han encontrado hasta el momento un ¨²nico culpable: Mehmet Al¨ª Agca, el extremista turco que dispar¨® contra Karol Wojtyla cuando recorr¨ªa en un autom¨®vil descubierto la plaza de San Pedro la tarde del 13 de mayo de 1981. ?Era Al¨ª Agca un exaltado solitario? ?Era, por el contrario, como ¨¦l mismo declarar¨ªa en septiembre de 1981, el mero ejecutor de un atentado urdido por los servicios secretos b¨²lgaros actuando a las ¨®rdenes del KGB sovi¨¦tico?
La pista b¨²lgara es, pese a sus mil y una lagunas, la m¨¢s convincente a los ojos del Juez Rosario Priore. Una hip¨®tesis avalada indirectamente por el propio Vaticano a trav¨¦s de algunos de sus m¨¢s altos dignatarios. La propia CIA, muy activa a la hora de colaborar en la fase inicial de la investigaci¨®n, aliment¨® la idea de los servicios sovi¨¦ticos como inspiradores de un crimen que vendr¨ªa a eliminar a un personaje particularmente peligroso para los pa¨ªses comunistas.
La tesis ha sido rechazada, sin embargo, por otros estudiosos. En el libro The rise and fall of the bulgarian connection, publicado por los norteamericanos Edward S. Herman y Frank Brodhead en 1986, se acusa precisamente a la CIA de haber fabricado la teor¨ªa sin otro objetivo que salpicar a la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Lo cierto es que la tesis no se ha podido demostrar ni siquiera con la abundante documentaci¨®n procedente de los archivos de la extinguida Stasi (polic¨ªa pol¨ªtica de Alemania Oriental), a la que el juez Priore se agarra como ¨²nica tabla de salvaci¨®n para sostener la pista b¨²lgara.
El juez romano lamenta el mutismo de los servicios secretos franceses (Sdece). En mayo de 1980, el jefe del Sdece, Alexandre de Marenches, envi¨® un emisario a Roma para advertir al Papa de la existencia de una conjura comunista para asesinarle. ?De d¨®nde proced¨ªa esta informaci¨®n privilegiada? El juez Priore no ha conseguido aclararlo. Un "Estado amigo" como Francia se la ha negado. Tampoco fue sencillo conseguir que las autoridades de Par¨ªs entregaran a Oral Celik, jefe de la organizaci¨®n terrorista Lobos Grises, a la que pertenec¨ªan Al¨ª Agca y, seg¨²n todos los indicios, su c¨®mplice en el atentado.
Priore dirige su dedo acusador incluso al Vaticano, un misterioso territorio del que no ha partido una colaboraci¨®n entusiasta. Sin embargo, algunas de las inc¨®gnitas en torno al atentado implican indirectamente a la Santa Sede: en junio de 1983, los Lobos Grises secuestraron en Roma a Emanuella Orlandi, hija de un funcionario vaticano. Al responsabilizarse del secuestro, los terroristas turcos ofrecieron su liberaci¨®n a cambio de la de Al¨ª Agca. El juez Priore ha descubierto ahora que Mehmet Al¨ª Agca asisti¨® con invitaci¨®n oficial a un acto celebrado por el Papa en una parroquia romana tres d¨ªas antes del atentado. El padre de la desaparecida Emanuela era el encargado de distribuir las invitaciones.
De todas las piezas del rompecabezas, una de las que menos encaja -por su prefabricada perfecci¨®n- es la del autor material del atentado. Agca ten¨ªa un abultado historial delictivo en su patria. Detenido y encarcelado en Turqu¨ªa por el asesinato de un periodista, protagoniz¨® una espectacular y sospechosa fuga el 25 de noviembre de 1979. Un d¨ªa despu¨¦s, el diario turco Miliyet publicar¨ªa una carta suya en la que el fugitivo se compromet¨ªa a asesinar al Pont¨ªfice durante su visita a Turqu¨ªa. Al¨ª Agca, que cumple cadena perpetua, ha tenido tiempo para tejer y destejer tramas y conspiraciones. Todo menos colaborar con la investigaci¨®n, porque, como explica el juez Priore, lo ¨²nico demostrado hasta ahora es que Al¨ª Agca no resulta fiable.
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