El fervor ca¨ªdo
TREINTA A?OS DESPU?S. Estaba Massiel estos d¨ªas atr¨¢s en Londres, en el mismo escenario de aquel 6 de abril. Con ella y su temple consigui¨® Fraga que Europa premiara a Franco por La, la, la, un estribillo para hacerse el loco. El r¨¦gimen, adem¨¢s de peligroso socialmente, era tan cutre y tan antiguo que hasta Fraga -ministro de la censura- resultaba renovador por contraste. Claro que todo asomo de cambio era superficial e interesado y el inocuo La, la, la -a unos d¨ªas del mayo de aquel 68- nos parec¨ªa a los progres del momento el himno de los que iban a cortar flores sin que les afectara el hedor de los sumideros. Para Manuel Arcusa -el gordito del D¨²o Din¨¢mico de nuestra educaci¨®n sentimental m¨¢s desprotegida- debi¨® de ser una monada su canci¨®n. No llegu¨¦ a entender entonces que Joan Manuel Serrat aceptara el encargo de representar a aquella Espa?a que no iba con ¨¦l, aunque lo que s¨ª qued¨® claro es que tuvo el coraje de comprometer a los Fragaboys en su intento de cantar en catal¨¢n cuando Pujol no se lo impon¨ªa. Serrat no cant¨® en catal¨¢n y se salv¨®; Massiel en cambio carg¨® con la cruz del triunfo y de la propaganda. A nadie le debe haber pesado m¨¢s un collar de Isabel la Cat¨®lica que a esta rebelde que, seg¨²n me recordaba hace unos d¨ªas, se vio convertida de pronto en patrimonio nacional y los mand¨® a fre¨ªr pu?etas. Los pobres, para sobrevivir, a veces tienen que dejarse usar y tal vez eso fue lo que le ocurri¨® a esta luchadora. Pero Massiel se dej¨® usar lo justito y enseguida prosigui¨® su camino por libre. Ahora vuelve a cantar el La, la, la sin complejos.ROJOS Y BEATOS. Me comenta Mar¨ªa Esperanza S¨¢nchez, periodista sevillana sin ser de Sevilla, que en los tiempos de la dictadura la juventud de izquierdas abandonaba la ciudad para no contribuir con su presencia a lo que rechazaban por su car¨¢cter impositivo, y c¨®mo ahora, no s¨®lo los entonces adolescentes sino tambi¨¦n sus hijos, toman por cosa propia una celebraci¨®n en la que nadie es ajeno a la emoci¨®n ni la tienen por patrimonio exclusivo de la Iglesia. Me viene a la memoria la Semana Santa de 1977, en M¨¢laga, pasando yo unos d¨ªas en una especie de comuna con amigos comunistas. Ellos me llevaron el Jueves y el Viernes Santos de un lado para otro a jalear pasos, aplaudir v¨ªrgenes y contemplar salidas y entradas de procesiones con arrebato. El s¨¢bado, al volver de la playa, la casa era un revuelo: acababan de legalizar el PC. Con el mismo entusiasmo nos vimos confeccionando banderas rojas y pase¨¢ndolas por la ciudad en coches mientras sonaban las bocinas. Pasamos de la saeta a La Internacional sin tener que explicarlo. Ya s¨¦ que algunos no acaban de entenderlo, pero no hace falta ser andaluz para verlo claro; con vivirlo, basta.
CONTRASTES. En La Granja de San lldefonso veo ahora, es Viernes Santo, a la eterna Castilla del pardo sayal y la cruz a cuestas. Ni ornamentos, ni perifollo, ni m¨²sica que valga. S¨®lo el silencio y unos hombres arrastrando, descalzos, unas pesadas cruces con verdaderos y gord¨ªsimos troncos de Valsa¨ªn, derruidos de pura penitencia. Ante el agobio penitente, vuelvo a casa y me tomo un respiro. En Pablo Garc¨ªa Baena, pagano y religioso (Poes¨ªa Completa, Visor), y en su C¨¢ntico de los santos en honor de Nuestra Se?ora de los Dolores de C¨®rdoba, me conforto con los arreboles del sur: "Rosas rojas que en b¨¢rbaros esmaltes / estofan, venas tibias destilando, / los corro¨ªdos m¨¢rmoles paganos, / el alquicel sombr¨ªo de la Arabia. / T¨ªmidos, sacros, p¨¢lidos pel¨ªcanos / para el garfio, las ruedas, las tenazas; / ¨®leos hirvientes, corvos picos r¨ªtmicos / royendo m¨¦dulas, rebanando senos / en palpitante pectoral de entra?as". Me pregunto si los sufridos nazarenos de La Granja, con aquella peque?a Dolorosa a sus hombros, ser¨ªan capaces de cantar as¨ª a su Virgen. Y leo en el pr¨®logo de Villena a la obra de Baena una cita de Andr¨¦ Gide que explica muchas cosas: "La melancol¨ªa es el fervor ca¨ªdo".
EL JUBILADO INIESTA. Me entero de que el obispo Alberto Iniesta, tan inc¨®modo para la Iglesia y para Franco, cumple 75 a?os y el Papa se apresura a aceptarle su dimisi¨®n. Resurge as¨ª del olvido este hombre que se entend¨ªa bien con los derrotados y era ¨¦l mismo un derrotado. Le dieron por loco y nunca supe si su retiro y su silencio se deb¨ªa a que al fin hubieran conseguido volverlo loco los que deciden formalmente ahora jubilarlo. Es noticia por haber dejado de hacer lo que en la pr¨¢ctica le hicieron abandonar hace ya mucho tiempo.
P.D. Si consigui¨¦ramos reunir todas las astillas de la verdadera cruz de Cristo, obtendr¨ªamos m¨¢s de un centenar de cruces monumentales. Ser¨ªa, no obstante, un vano intento: las matem¨¢ticas resultan derrotadas por las reglas del enga?o.
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