Paralelismos
El problema hist¨®rico del Ulster, se ha repetido hasta la saciedad, tiene poco o nada que ver con el del Pa¨ªs Vasco. Sin embargo, un inter¨¦s por parte de los nacionalistas vascos por las cosas irlandesas, incluida la religi¨®n, el ¨¦xito de los dramas patri¨®ticos irlandeses en Euskadi durante la Rep¨²blica y anteriormente -"La vieja que pas¨® llorando, era la patria", de la obra de Patrick Pearse, seg¨²n nos recuerda Jon Juaristi en El bucle melanc¨®lico-, un propio enfoque de la idea del nacionalismo, los contactos personales, incluso de partido a partido -como entre el Sinn Fein y HB-, o contactos operativos entre organizaciones como ETA y el IRA, han alimentado lo que casi constituye un mito.Aunque no haya relaci¨®n entre lo nuestro y aquello, el acuerdo sobre el futuro, no s¨®lo del Ulster, sino de Irlanda e incluso del Reino Unido, puede aumentar las presiones para negociar algo en el Pa¨ªs Vasco que lleve a la paz. Pues la paz ha sido el objetivo primero de este proceso en Irlanda. Y a este respecto puede haber lecciones provechosas de un proceso negociador que empez¨® el anterior Gobierno brit¨¢nico, el de John Major, y que ahora ha logrado una primera conclusi¨®n con Blair. Fue preparado con discreci¨®n, para lo que se estudiaron detenidamente otros casos, como las negociaciones que llevaron al fin del apartheid en Sur¨¢frica. Quiz¨¢ uno de los elementos esenciales que marca la diferencia con lo nuestro es que los terroristas de una las partes norirlandesas, el IRA, tienen un brazo pol¨ªtico con un dirigente al frente, Gerry Adams, con el que ha sido posible negociar y con el que Blair parece tener una relaci¨®n incluso personal.
Naturalmente, el proceso ha sido posible porque ha partido de una tregua aceptada por las organizaciones terroristas con capacidad de interlocuci¨®n indirecta, aunque queden grup¨²sculos sueltos y da?inos. El resultado estaba sobre la mesa, de una forma u otra, casi desde el primer d¨ªa. Ahora queda ponerlo en pr¨¢ctica, y proceder al desarme de los grupos terroristas bajo el control de una comisi¨®n internacional presidida por un militar canadiense. Ser¨¢ una parte sumamente complicada, que, pese a la pol¨ªtica declaratoria, no pod¨ªa empezar realmente a funcionar hasta que no hubiera un acuerdo pol¨ªtico previo sobre el nuevo marco constitucional y administrativo para el Ulster.
Pero quiz¨¢ la lecci¨®n m¨¢s interesante que se puede sacar, y que puede valer para otros procesos de este estilo en el mundo, es la de las llamadas condiciones de Mitchell -por el nombre del ex senador estadounidense que ha presidido estas negociaciones- que debieron acatar las partes para participar en las negociaciones. Fueron seis, que, adem¨¢s de las referentes a la tregua y al "total desarme de todas las organizaciones paramilitares", obligaba a los que se adentraban por esta senda a comprometerse de manera "total y absoluta" a "emplear medios democr¨¢ticos y exclusivamente pac¨ªficos para resolver las cuestiones pol¨ªticas". Y, lo que es igualmente importante, a "aceptar acatar los t¨¦rminos de todo acuerdo concluido en las negociaciones ( ... ) y "recurrir a m¨¦todos democr¨¢ticos y exclusivamente pac¨ªficos en sus tentativas de modificar todo aspecto de este acuerdo al que no pudieran adherirse". Es decir, unas reglas del juego claras. Claro que lo m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ que se apliquen estos principios, no s¨®lo al comienzo del juego, sino en su desarrollo.
A todo ello hay que a?adir las dimensiones americana y europea, pues, por una parte, al proceso ha contribuido de manera decisiva el peso pol¨ªtico aportado por EE UU. Por otra, los condados noirlandeses seguir¨¢n siendo parte del Reino Unido, pero se ponen las simientes para hacer que tal condici¨®n pueda acabar resultando irrelevante en un Estado en proceso de descentralizaci¨®n -algo a lo que Espa?a ha llegado con creces hace tiempo-, y en una Uni¨®n Europea a la que pertenecen Londres -ahora menos euroreticente- y Dubl¨ªn, que relativiza todas las cuestiones de soberan¨ªa, incluida la tan peliaguda del Ulster. La integraci¨®n europea tambi¨¦n ha contribuido al acuerdo.
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