Hacia una nueva era
EL OBJETIVO inmediato del acuerdo hist¨®rico conseguido en Belfast no era alcanzar una soluci¨®n definitiva al problema de Irlanda del Norte, sino relativizarlo y generar una din¨¢mica de integraci¨®n que permita que se asiente la paz en el Ulster. Por esa raz¨®n, aunque alcanzarlo ha sido en s¨ª un enorme ¨¦xito, aplicarlo y desarrollarlo requerir¨¢ tanto o m¨¢s esfuerzo que firmarlo. La paz se consolidar¨¢ si el acuerdo contribuye a cambiar la relaci¨®n existente entre las dos comunidades que se consideran a s¨ª mismas como mayor¨ªas (los protestantes en el Ulster, aunque en ca¨ªda demogr¨¢fica, y los cat¨®licos en toda Irlanda) y al otro c¨®mo minor¨ªa (los protestantes en toda la isla, los cat¨®licos en los condados del Norte). Es posible que el terrorismo no desaparezca de forma radical, pero si los violentos quedan marginados, se habr¨¢ dado un paso de gigante.Varios factores han hecho posible el acuerdo tras 22 meses de negociaciones: el hartazgo de la gran mayor¨ªa de los norirlandeses ante la violencia sectaria; la amplia mayor¨ªa parlamentaria de que goza el laborista Tony Blair, que le ha permitido presionar a los protestantes moderados de David Trimble, mientras que su predecesor, el conservador John Major, iniciador de este proceso, qued¨® preso de la necesidad que ten¨ªa de los votos unionistas en Westminster; y la participaci¨®n del Sinn Fein, el brazo pol¨ªtico del IRA, tras lograr su presidente, Gerry Adams, que se consolidara la tregua decretada por la guerrilla republicana. Hay que contar, adem¨¢s, con el peso de EE UU en las conversaciones, reflejado en la magn¨ªfica labor del presidente de la mesa negociadora, el ex senador norteamericano George Mitchell, y tambi¨¦n en el compromiso personal de Clinton.
El acuerdo no cuenta con el apoyo de todas las partes en Irlanda del Norte, pero s¨ª con una cobertura ampl¨ªsima entre sus partidos. Se ha conseguido contrarreloj y no pod¨ªa ser de otro modo, pues de poco habr¨ªa servido alargar una negociaci¨®n que la violencia de grupos incontrolados pod¨ªa dinamitar. El marco general estaba pr¨¢cticamente fijado en las propuestas de Londres y Dubl¨ªn del 12 de enero pasado. Faltaba que todos -y especialmente Blair y el primer ministro irland¨¦s, Ahern- pusieran toda la carne en el asador. El resultado, sacado con f¨®rceps, no satisface plenamente a ninguno de los participantes, pero permite a todos cantar victoria: los republicanos porque en ¨¦l divisan el futuro de una Irlanda unida; los protestantes porque pueden creer garantizada la uni¨®n del Ulster al Reino Unido.
Ahora debe comenzar la segunda fase de este proceso. El 22 de mayo se someter¨¢ a refer¨¦ndum en el Ulster y el Eire, se convocar¨¢n elecciones y las instituciones previstas echar¨¢n a andar. El acuerdo tiene tres dimensiones institucionales. La del Norte, por la que se establecer¨¢ una Asamblea en el Ulster elegida por un sistema proporcional y de la que saldr¨¢ un Ejecutivo, necesariamente integrador. La segunda dimensi¨®n, la NorteSur, establece una coordinaci¨®n entre Londres y Dubl¨ªn y prev¨¦ la creaci¨®n de unos consejos ministeriales. Desde esos consejos se tratar¨¢n los asuntos transfronterizos, y en ellos los republicanos quieren ver la semilla de una Irlanda unida y los protestantes recelan de que la Rep¨²blica se inmiscuya en los asuntos del Norte.
Esta dimensi¨®n institucional permitir¨¢ luchar con m¨¢s eficacia contra el terrorismo y, en una Irlanda dividida desde 1921, vaciar el algo desfasado principio de la soberan¨ªa nacional. La Rep¨²blica renuncia a su reivindicaci¨®n constitucional sobre la unificaci¨®n de la isla, y Londres hace otro tanto en sentido contrario al revocar la Ley de Irlanda que reclamaba la jurisdicci¨®n brit¨¢nica sobre toda Irlanda. En la dimensi¨®n institucional Este-Oeste se crea el Consejo Brit¨¢nico-Irland¨¦s, que reunir¨¢ a representantes de los Parlamentos de Dubl¨ªn, el Ulster, Escocia, Gales y Londres, lo que funciona como garant¨ªa suplementaria al unionismo protestante.
Era hora de que se acabara la excepcionalidad jur¨ªdica en el Norte y se reforzara el respeto a los derechos humanos en toda Irlanda. El acuerdo permitir¨¢ que arranque la ya creada comisi¨®n independiente, presidida por un general canadiense, para desarmar las bandas terroristas que han aceptado este acuerdo. El pacto obliga a la Administraci¨®n brit¨¢nica a revisar la situaci¨®n de los presos de los grupos que respetan la tregua y a reducir la presencia militar brit¨¢nica en Irlanda del Norte, junto a una revisi¨®n de la situaci¨®n policial.
El principio de la paz en el Ulster es una gran noticia de la que pueden y deben extraerse muchas lecciones. En Espa?a tendr¨¢ seguramente una lectura interesada por quienes ven en el Ulster y en el Pa¨ªs Vasco dos situaciones pol¨ªticas y sociales similares. No lo son. La violencia en Irlanda ha encontrado su camino para desaparecer y subsimirse en un proceso pol¨ªtico democr¨¢tico; Euskadi deber¨¢ encontrar el suyo propio.
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