La ¨²ltima v¨ªctima
Clemente Ib¨¢?ez (78 a?os) es probablemente la persona que m¨¢s cerca ha estado de un oso. Cada vez que se mira al espejo recuerda su encuentro. Tiene cicatrices en la cabeza y en sus dos piernas.Hace unos treinta a?os, este hombre nacido en Resoba (Palencia) fue conminado por sus convecinos para que hiciera algo contra el oso que peri¨®dicamente asaltaba sus colmenas. Recuerda bien que era un 21 de septiembre, a la puesta del sol. Armados con sendas escopetas, ¨¦l y su amigo Tol¨ªn salieron al monte. "Nos colocamos en plan de sacudirle". Fiel a su cita, el oso se aproxim¨® hacia las colmenas, y cuando estaba a unos 30 metros Tol¨ªn dispar¨®.
"El oso cay¨®, se levant¨® y volvi¨® a caer rodando unos 400 metros, recuerda Clemente. "Fuimos a seguirle pensando que estaba muerto. La perra lo descubri¨® tumbado. Yo me acerc¨¦ a comprobarlo y de pronto se levant¨®. Ech¨® su zarpa sobre mi cabeza, me tumb¨® y me mordi¨® en las dos piernas. Yo grit¨¦ pidiendo ayuda a mi compa?ero. Tol¨ªn dispar¨® al aire y el oso se levant¨® y huy¨® a trav¨¦s del monte. Nunca m¨¢s volv¨ª a verle".
De los 60 vecinos que ten¨ªa Resoba, s¨®lo quedan tres, un fen¨®meno com¨²n entre los pueblos contiguos de la monta?a palentina. Desde su retiro en Bilbao, Clemente no guarda rencor a los osos. Cree que son compatibles con los vecinos supervivientes, aunque ¨¦stos mantienen su recelo, m¨¢s que nada por las inversiones que consume su conservaci¨®n. Seg¨²n Raquel Serna, una guarda forestal de 28 a?os, la animadversi¨®n hacia el oso ha disminuido, aunque siempre es mal acogida cualquier prohibici¨®n de actividades por favorecer la recuperaci¨®n del animal.
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