M¨¦todo de Stormont
Empe?arse en discutir si la situaci¨®n vasca se asemeja o no a la del Ulster es una manera de perder el tiempo y aun de decir alguna que otra tonter¨ªa. Porque es claro que la g¨¦nesis del conflicto ha sido diferente; que no existe, aqu¨ª, un enfrentamiento entre comunidades religiosas ni la reivindicaci¨®n territorial de un pa¨ªs vecino y que el mar separa m¨¢s que un tramo del Ebro. Pero tambi¨¦n es cierto que all¨ª fracas¨®, hace a?os, un r¨¦gimen de autogobierno, porque una importante parte de la sociedad no se consideraba implicada en sus instituciones; que aqu¨ª la distinci¨®n entre violentos y dem¨®cratas no es tan n¨ªtida como se pretende, porque la violencia est¨¢ suficientemente enraizada en la sociedad como para que las soluciones de continuidad no sean siempre tajantes; que el crimen es tan execrable en una y otra latitud y que el terror y la sangre producen, por doquier, la misma desolaci¨®n. En resumen, la situaci¨®n norirlandesa es mucho m¨¢s compleja y dif¨ªcil que la vasca; pero en ambas latitudes existe un deseo generalizado de cansancio y de paz. Y, muy probablemente, aqu¨ª m¨¢s que all¨ª.En consecuencia, buscar f¨¢ciles ejemplos no va a parte alguna; pero excluir cualquier paralelismo es mostrar la permanente actualidad de las palabras que Ortega dirigiera en 1937 a mente tan ilustre como Alberto Einstein, empe?ado en opinar de pol¨ªtica espa?ola: "Usufruct¨²a", dec¨ªa de ¨¦l Ortega, "una ignorancia radical sobre lo que ha pasado en Espa?a, ahora, hace siglos y siempre".
Porque lo que en la experiencia norirlandesa trasciende de aquella circunstancia y peripecia concreta no es la soluci¨®n alcanzada, sino el m¨¦todo seguido. ?Y en qu¨¦ ha consistido esencialmente? En asumir, por parte brit¨¢nica, la ineficacia de la v¨ªa meramente policial, as¨ª como el da?o que a su propio inter¨¦s nacional provocaba la prolongaci¨®n del conflicto y, consiguientemente, en forzar la negociaci¨®n. Y digo forzar porque, si bien el IRA y su brazo pol¨ªtico han dado ¨²ltimamente muestras de sensatez -enti¨¦ndase representatividad y moderaci¨®n- verdaderamente envidiables en nuestro caso, el di¨¢logo y consiguiente acuerdo se ha impuesto sobre las armas. No cuando ¨¦stas callaron, sino a pesar de ellas. Si en el Ulster se consigue la paz, algo tan deseable y posible como, todav¨ªa, dif¨ªcil, no es porque antes se haya renunciado previamente a la guerra y entregado las armas, sino porque se ha forzado el di¨¢logo por encima de la voluntad y aun de los cr¨ªmenes de quienes segu¨ªan empe?ados en no hablar, sino en luchar.
Esta negociaci¨®n, as¨ª forzada, sin condiciones y sobre todo condicionamiento, no s¨®lo se entabl¨® sin l¨ªmites, sino que ha llegado a un acuerdo abierto, en cuya salida conf¨ªan todos los que creen en la fuerza democr¨¢tica de los votos -eso y no otra cosa es la autodeterminaci¨®n- y en el valor del derecho para dar forma a las opciones democr¨¢ticas. ?Cu¨¢ntos problemas pol¨ªticos, dec¨ªa un viejo jurista de, Cambridge, Jennings, podr¨ªan ser resueltos si se encargasen de ellos los constitucionalistas! Hay quien piensa que eso es comenzar la casa por el tejado; pero, precisamente, tales son los m¨¦todos constructivos m¨¢s avanzados en arquitectura y los m¨¢s seguros para los constructores. Del tejado se descuelga el edificio.
Y todo ello ha sido posible porque Blair, un l¨ªder con talla y coraje, y su Gobierno, han sabido intuir el cansancio social y deseo de paz, detectar el verdadero inter¨¦s nacional e invertido y arriesgado su prestigio e inter¨¦s en la negociaci¨®n, arrastrando a su partido, consiguiendo el consenso de la oposici¨®n y dando la palabra al pueblo. Un m¨¦todo tan dif¨ªcil como ejemplar.
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