''?Qui¨¦n va a gastar cuarenta duros en arreglar un cuchillo que venden a veinte?''
Lisardo Alvarez, de 70 a?os, prepara su retirada tras m¨¢s de medio siglo de s¨¢car ch¨ªspas contra el esmeril.
Una vida en el filo. De la navaja, el cuchillo o la tijera. Lisardo ?lvarez lleva casi 60 a?os trasteando aceros en su muela y recomponiendo paraguas. Afilador, parag¨¹ero. Y orensano, seg¨²n manda la tradici¨®n: a terra da chispa. Hered¨® el oficio de su padre, como, otros muchos artesanos. Y al igual que ellos, no tiene a quien transmitirlo.Vaciador. Bajo este a?oso r¨®tulo, don Lisardo, que ya ha cumplido las 70 primaveras, abre cada d¨ªa su peque?o local de la calle de Carnicer, junto a Bravo Murillo. As¨ª lo hace desde la pos guerra, cuando la tienda ya era oscura pero no ten¨ªa puntales que la cincharan. "Vine de mi pueblo, Poboa de Trives, a, los siete a?os. Recuerdo que mi padre a¨²n iba empujando la rueda de afilar. Luego la llevaba en un carro tirado por un burro. Yo, le acompa?aba a veces, me gustaba hacerlo", relata.
La guerra se llev¨® el burro, y la familia ?lvarez cambi¨® los barrios bajos por "los Cuatro Caminos". Lisardo, trabajador desde los 12 a?os, fue a laborar primero, a otra tienda, donde el mozalbete aprendi¨® a arreglar los paraguas. "No s¨¦ muy bien por qu¨¦ sol¨ªan ir unidos el oficio de afilador y el de parag¨¹ero, quiz¨¢ porque en Orense era as¨ª, y como proced¨ªamos todos de all¨ª... Ahora, no. Los que vienen a hacer la temporada con la piedra en la moto llegan de todas partes, tocando el chiflo. Los hay tanto de Galicia como de Andaluc¨ªa. Los afiladores fijos somos pocos en Madrid, unos ciento y pico". "Claro que parag¨¹eros a¨²n que damos menos, no llegamos a la media docena", contin¨²a.
La progresiva desaparici¨®n de estas profesiones tiene un doble motivo, seg¨²n don Lisardo: el auge de los todo a 100 y la cuasi extinci¨®n de otros oficios que le suministraban trabajo., "El negocio empez¨® a bajar hacia 1985. En. esa ¨¦poca fueron desapareciendo las camiseras, chalequeras, modistas y pantaloneras del barrio". El afilador perdi¨® una amplia. clientela provista de numerosas tijeras. Hipermercados y bazares de mercanc¨ªa asi¨¢tica a?adieron otro rej¨®n: "Si en esos sitios un cuchillo cuesta veinte duros, ?qui¨¦n se va a gastar cuarenta en afilarlo? La gente prefiere tirarlo y comprar otro, aunque no sea de buena calidad. Con los paguas pasa lo mismo. Si los dan por 800 pesetas, ?c¨®mo alguien va a gastar 600 en cambiarle una varilla rota?'', se pregunta. "Adem¨¢s, antes llov¨ªa todo el invierno, y ahora no", tercia su mujer.
A pesar del- auge del usar y tirar, hay propietarios de buenos paraguas que s¨ª invierten en la reparaci¨®n. Y don Lisardo hace un alto para atenderlos. Un poco antes ha llegado un par de chicos con un amplio cargamento de cuchillos procedentes de un bar. Entonces, el veterano afilador ha hecho girar la piedra de esmeril. Y ha estallado un ruido agudo, el quejido de los filos contra la muela. Saltan chispas. Las piezas pasan despu¨¦s por la pulidora de fieltro. Eliminar la rebaba de las hojas, con agua o con una pizarra: el punto final.
Ya no se afila mojando la muela, al agua, como cuando don Lisardo era ni?o. Con ese sistema se produc¨ªan menos chispas y el templado del acero no se resent¨ªa. "Ya no sacan piedras de agua de la cantera". En su lugar, el esmeril se ha ense?oreado de los talleres: es el m¨¦todo m¨¢s r¨¢pido, y el adecuado para el acero inox¨ªdable. "Cada herramienta tiene su filo adecuado. No es lo mismo un cuchillo jamonero que uno de filetes", explica el artesano con los metales l¨ªstos. -?Qu¨¦ es lo m¨¢s dif¨ªcil de afilar?
-Los alicates de u?as, las navajas de afeitar y las tijeras de cirug¨ªa. Pero no s¨¦ qu¨¦ hacen con ellas en los hospitales, que ya no me traen ninguna.
Lejos quedan los a?os cuarenta y cincuenta, tiempos en que este afilador ten¨ªa que trabajar desde las nueve de la ma?ana hata la medianoche para dar abasto con la tarea. Ahora, la clientela baja y los gastos suben. Y el afila dor avista el retiro. "No. me he jubilado todav¨ªa por lo poco que da el negocio, pero creo que ya no tardar¨¦, porque adem¨¢s este a?o nos han subido mucho los impuestos a los aut¨®nomos como yo".
Don Lisardo se ir¨¢ en silencio. Este hombre sin hijos no ha podido transmitir sus saberes a los aprendices. S¨®lo tuvo uno, y no prosper¨®.. 'Tos j¨®venes no quieren esto, porque es muy es clavo", justifica. Aunque hay alg¨²n afilador de nuevo cu?o por la ciudad, el veterano cree que el fin est¨¢ pr¨®ximo: "Este oficio se perder¨¢ sin tardar mucho".
''La gente me pregunta '?qu¨¦ vamos a hacer cuando usted se vaya?'' Y yo les digo: 'pues se quedar¨¢n solos, porque esto no hay quien lo quiera''.
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