La agricultura en el nuevo milenio
Hace exactamente 200 a?os que el reverendo Thomas Robert Malthus public¨® el panfleto an¨®nimo titulado Ensayo sobre la ley de la poblaci¨®n y sus efectos sobre el perfeccionamiento futuro de la sociedad, con comentarios sobre las especulaciones de M. Godwin, M. Condorcet y otros autores, que luego se convertir¨ªa en su obra m¨¢s famosa. En ¨¦l propone que la presi¨®n sexual hace crecer a la poblaci¨®n humana seg¨²n una progresi¨®n geom¨¦trica y que a este crecimiento se contrapone el m¨¢s limitado de las subsistencias, que s¨®lo pueden aumentar seg¨²n una progresi¨®n aritm¨¦tica. Por fortuna, la predicci¨®n (maldici¨®n) malthusiana no se ha cumplido hasta ahora, e incluso, si nos fijamos en los, excedentes agr¨ªcolas europeos, pudiera parecer que el problema actual es justo el contrario del imaginado por Malthus. El incremento de la producci¨®n de alimentos se ha ido manteniendo por delante del de la poblaci¨®n en estos dos siglos a pesar de que la poblaci¨®n ha crecido m¨¢s deprisa de lo que se postulaba en el mencionado panfleto.
Hasta hace unas pocas d¨¦cadas, este ¨¦xito continuado se hab¨ªa basado en el paulatino incremento de la superficie terrestre roturada y, en menor proporci¨®n, en el aumento de los rendimientos de las cosechas. Sin embargo, en los ¨²ltimos a?os, los aumentos de producci¨®n han ocurrido sin variar significativamente la superficie cultivada, gracias a la introducci¨®n de variedades vegetales mejoradas susceptibles de cultivo intensivo. Las cifras son muy elocuentes: la producci¨®n global de grano por habitante pas¨® de 250 kilos en 1950 a m¨¢s de 350 kilos en 1992, e incluso en los pa¨ªses en desarrollo, cuyo crecimiento demogr¨¢fico ha sido enorme, se super¨® la cota de los 250 kilos por habitante. Entre 1980 y 1990, las disponibilidades de alimento por habitante crecieron significativamente en todas las regiones, del planeta, con excepci¨®n del ?frica subsahariana, donde la sequ¨ªa y los problemas sociopol¨ªticos condujeron a una situaci¨®n catastr¨®fica que a¨²n perdura.
Esbozada en los t¨¦rminos, en que acabo de hacerlo, la situaci¨®n actual de la agricultura a escala global deber¨ªa inducimos a la complacencia, pero hay pode rosas razones que lo impiden: m¨¢s de 800 millones de nuestros cong¨¦neres padecen todav¨ªa hambre estricta y, por lo que parece, en el ¨²ltimo quinquenio se han hecho pocos progresos en la producci¨®n global de alimentos, no estando claro c¨®mo se va a alimentar una poblaci¨®n mundial que puede duplicarse en muy pocas d¨¦cadas. La soluci¨®n al primer problema es en esencia de ¨ªndole sociopol¨ªtica, pero la del segundo cae de lleno dentro del ambito agr¨ªcola y plantea un reto agobiante al que habremos de hace frente en el inicio del nuevo milenio.
Por si esto fuera poco, al aumento demogr¨¢fico como motor de la demanda de alimen tos se le ha venido a sumar un factor que agrava el problema: el incremento continuo del consumo per c¨¢pita. As¨ª, por ejemplo, como ha se?alado Lester Brown de Worldwatch, el r¨¢pido crecimiento econ¨®mico de China: est¨¢ determinando un aumento del consumo de carne que va a forzar a este pa¨ªs a una importaci¨®n masiva de grano, lo que puede tener consecuencias catastr¨®ficas para la situaci¨®n alimentaria mundial.
No sabemos bien c¨®mo afrontar el desaf¨ªo planteado. En primer lugar, ya hemos sometido al arado m¨¢s de mil millones de hect¨¢reas: pr¨¢cticamente todo el terreno que se prestaba a ello, adem¨¢s de considerables extensiones que hubiera sido mejor no tocar por ser particularmente sensibles a la erosi¨®n, la desertizaci¨®n y la salinizaci¨®n, proce sos que degradan de forma constante todas las tierras cultivadas. Incluso en Europa y en Estados Unidos, donde se dan las tasas de erosi¨®n m¨¢s bajas, la velocidad de destrucci¨®n del suelo agr¨ªcola es m¨¢s de 15 veces superior a la de su formaci¨®n. En 1950 se dispon¨ªa de media hect¨¢rea de cultivo por persona, cifra que ha quedado reducida a poco m¨¢s de la mitad en la actualidad y que pronto alcanzar¨¢ un valor tan bajo que el producto de cada hect¨¢rea cultivada ser¨¢ disputado por seis o siete personas.
Como consecuencia de las limitaciones de suelo no queda m¨¢s opci¨®n que aumentar los rendimientos por hect¨¢rea. Pero este aumento no puede basarse en la tecnolog¨ªa actual, ya que el uso intensivo del agua, la energ¨ªa, los productos fitosanitarios y los fertilizantes est¨¢ causando ya da?os insostenibles en el medio ambiente. As¨ª, el uso del agua para regad¨ªo ha sido llevado a su l¨ªmite, seg¨²n los expertos. La humanidad consume ya m¨¢s de la mitad del agua dulce renovable que le resulta accesible de acuerdo con las restricciones geogr¨¢ficas y temporales, y deja una cantidad muy exigua para el resto de los seres vivos. La creciente demanda de agua para consumo directo por una poblaci¨®n humana en expansi¨®n excluye la creaci¨®n de nuevos regad¨ªos como forma de mejorar la productividad y ha de forzar a una mejor administraci¨®n de los recursos h¨ªdricos.
El uso actual del resto de los factores mencionados -la energ¨ªa y los produptos agroqu¨ªmicos- tiene consecuencias en extremo adversas para el medio ambiente: emisi¨®n de gases que aumentan el efecto invernadero, y que son delet¨¦reos para la capa de ozono, contaminaci¨®n del suelo y poluci¨®n de los acu¨ªferos. La b¨²squeda de soluciones a estos problemas se lleva. en varios frentes que merecen describirse sucintamente.
En primer lugar, las t¨¦cnicas bien establecidas de la mejora gen¨¦tica convencional y las m¨¢s recientes de la ingenier¨ªa gen¨¦tica constituyen uno de nuestros mejores recursos para conseguir una agricultura m¨¢s productiva y m¨¢s limpia. Como toda tecnolog¨ªa, sea nueva o tradicional, la gen¨¦tica no est¨¢ exenta de problemas en sus aplicaciones agron¨®micas, pero esto s¨®lo significa que debe ser usada con buen juicio y suficiente cautela. La obtenci¨®n de variedades tolerantes a herbicidas m¨¢s compatibles con el medio ambiente facilita el cultivo con laboreo m¨ªnimo, lo que disminuye el consumo energ¨¦tico y reduce la erosi¨®n del suelo. Adem¨¢s debe permitir un uso m¨¢s racional y ajustado de estos productos. Del mismo modo, la incorporaci¨®n de resistencia gen¨¦tica a plagas y enfermedades debe dar como resultado una disminuci¨®n significativa del consumo de insecticidas y fungicidas.
En segundo lugar, hay que referirse al desarrollo de productos fitosanitarios m¨¢s eficaces. En este sentido, se ha producido una conjunci¨®n reciente entre la s¨ªntesis org¨¢nica combinatoria, que genera miles de nuevos compuestos, y la obtenci¨®n de plantas transg¨¦nicas apropiadas que facilitan el rastreo de aquellos productos que poseen las cualidades deseadas. Idealmente: efectividad a menores dosis por hect¨¢rea, selectividad contra la plaga o enfermedad que se quiera combatir, sin afectar a otros organismos, y biodegradabilidad para que no se acumulen en el medio ambiente. En 1997 se han ensayado m¨¢s productos que en toda la historia precedente. Algunos de ¨¦stos son eficaces a dosis inferiores a un gramo por hect¨¢rea.
En contraste con lo anterior est¨¢n los problemas del uso de fertilizantes, que son menos tratables, especialmente los que se refieren a los fertilizantes nitrogenados. La biosfera est¨¢ literalmente "atascada" de compuestos nitrogenados; no s¨®lo de fertilizantes, sino tambi¨¦n de ¨®xidos de nitr¨®geno procedentes de los autom¨®viles y las f¨¢bricas. Seg¨²n un informe reciente (v¨¦ase A. S. Moffat, Science, 279: 989; 1998), este problema es mucho m¨¢s grave de lo que se pensaba, y, por otra parte, cada tonelada de producto recolectado tiene unos requerimientos de nutrientes que no admiten mucha reducci¨®n en la pr¨¢ctica; s¨®lo cabe mejorar la precisi¨®n con que se aplican los fertilizantes para paliar algo su impacto ambiental.
En resumen, aunque es cierto que en el caso de Europa o de Estados Unidos, donde hay problemas de excedentes, cabr¨ªa practicar una agricultura menos intensiva, si se encontraran f¨®rmulas econ¨®micas y pol¨ªticas para ello, a escala global esto no parece ser as¨ª. El nuevo milenio puede iniciarse bajo la renacida sombra del reverendo Malthus, y de momento no sabemos c¨®mo remediarlo
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