Una se?ora torre
FERNANDO QUI?ONES Su sobriedad, decorada a lo justo, no permitir¨¢ llamarle "torre enjaezada", como llam¨® Federico Garc¨ªa Lorca a la Giralda. Tampoco cuenta con la antig¨¹edad almohade del ilustre alminar hispalense, ni adornan sus muros los versos de Ben Zumruk, aquel visir sevillano que se busc¨® para editarlos el m¨¢s bello y firme de los soportes, esa torre superviviente a las edades y a las creencias. Pero, monumentalidad aparte, la torre capitana de C¨¢diz, la de Tavira, tambi¨¦n abunda en car¨¢cter y encantos. Emplazada en lo m¨¢s alto de la ciudad, preside el conjunto gaditano de las 126 torres-miradores del casco antiguo, construidas en su mayor¨ªa durante los siglos XVIII y XIX y cuya contemplaci¨®n suele escapar al visitante. Parte del Palacio de los Marqueses de Reca?o (hoy Conservatorio de M¨²sica) y abarcadora de muchas millas de mar; bah¨ªa y oc¨¦ano abierto, la Tavira ha prestado hasta hace muy poco las funciones que desempe?¨® como torre vig¨ªa oficial en el esplendor dieciochesco del primer puerto espa?ol de Indias, pasado el apogeo portuario de Sevilla. Nos daba gusto a los amigos de Giordano, el ¨²ltimo torrero, subir a tomar una cerveza con ¨¦l, ojearle los apergaminados, seculares registros de navegaci¨®n, atisbar los horizontes a trav¨¦s de su enorme catalejo antiguo y o¨ªrle anunciar las llegadas y salidas de las naves sirvi¨¦ndose naturalmente del tel¨¦fono, sustituto del antiguo sistema de banderas. Me llamaban la atenci¨®n la espl¨¦ndida vista de Giordano, sus ojos concentrados, como si algo en ellos no tuviera fondo, seg¨²n escrib¨ª de otro atalayero de Gij¨®n. C¨¢diz gestiona ya diligentemente la edici¨®n del 2000 de la Gran Regata; en la anterior de 1992, y como el Rey deb¨ªa visitarla, el Ayuntamiento anterior a ¨¦ste resolvi¨® pintar solamente los dos lados de la hermosa y deteriorada Torre que daban al puerto, es decir, a un probable vistazo del monarca. Indignante chapuza, si las hay. Mucho han cambiado las cosas desde entonces para esta emblem¨¢tica "Giralda marinera", y m¨¢s van a cambiar cuando un presupuesto ya aprobado proceda a su total restauraci¨®n exterior. Respecto al interior, todo parece ya bien hecho. La iniciativa privada de una muchacha gaditana con fe en su proyecto ha hecho en poco tiempo de la Torre Tavira uno de los puntos m¨¢s atractivos y visitados del C¨¢diz tur¨ªstico. Nueva escalera c¨®moda, galer¨ªa vertical de ambientales obras de arte, secci¨®n de v¨ªdeos y paneles informativos, culminan en un aliciente, hasta ahora ¨²nico en Espa?a, la C¨¢mara Oscura, reflejo circular y vivo de toda la ciudad y su mar, sobre la que a¨²n nos espera el mirador de remate. Sucede poco o sucede mal. Pero qu¨¦ bien nos sentimos cuando, en las ciudades nobles, se logra integrar el presente en la tradici¨®n sin herir a ¨¦sta ni estorbarla. Como es el caso de la Tavira gaditana.
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