Del h¨ªgado
ROSA SOLBES Cuando dicen que tal persona o tal situaci¨®n "te ponen del h¨ªgado" es que quieres expresar un malestar sordo y profundo, una mala bilis de la que cuesta escapar, que impregna las horas y amarga la vida. (Verbigracia: "Me ponen del h¨ªgado los inquisidores cazando brujas, y tambi¨¦n sus instigadores y sus c¨®mplices"). Hablamos de un ¨®rgano con pocas cualidades est¨¦ticas (y por tanto, escasa tradici¨®n pl¨¢stica o literaria), pero tambi¨¦n ¨²nico, imprescindible, y pluriempleado; es decir, muy productivo. El h¨ªgado desintoxica, elimina y recicla purificando; almacena y ayuda a digerir, repone sustancias necesarias y proporciona energ¨ªa. Lo que ocurre es que le ha fallado el departamento de marketing, y s¨®lo nos acordamos de ¨¦l cuando engorda y empieza a dar la lata. Nadie te dice "me voy a cuidar el h¨ªgado" con la misma naturalidad con que advertir¨ªa "estoy en edad de vigilar mi coraz¨®n". Es una injusticia que no haya un "d¨ªa mundial de la hepatitis", porque a lo mejor nos ayudar¨ªa a manejarnos con m¨¢s propiedad entre ese nomencl¨¢tor alfab¨¦tico que ¨²ltimamente nos trae por la calle de la amargura. Porque parece que un batall¨®n de virus C ande suelto por Valencia. Por fin las autoridades sanitarias hablan de un brote, con fuente de contagio epidemiol¨®gicamente localizada a falta de que la Justicia se pronuncie, y de quien nunca (?), nadie (?) sospech¨® o vio nada (?). Con un solo contagiado ese asunto ya ser¨ªa grave, pero es que adem¨¢s la cifra de posibles afectados se va hinchando por momentos, as¨ª que a estas alturas deber¨ªamos estar seguros de que la investigaci¨®n se est¨¢ haciendo con la diligencia y el rigor necesarios, sin presuposiciones, cubriendo todos los frentes y llegando al fondo de los quir¨®fanos. El "se dice" o "todo el mundo sabe", s¨®lo valen para radio macuto, o para el malet¨ªn detectivesco de la se?orita Pepis. Adem¨¢s, empieza a cundir un cierto p¨¢nico, y no s¨®lo entre los operados pasados, presentes o futuros. Se comentaba el caso de una se?ora al borde de la depresi¨®n, porque es uno de tantos portadores del C (nada que ver con el anestesista), y tuvo que ver c¨®mo en el ambulatorio se pon¨ªan los guantes para tomarle la tensi¨®n. Tambi¨¦n se da el caso del paciente escrupuloso que mira fijamente a los m¨¦dicos y ATS, como si se les trasparentaran las transaminasas o la bilirrubina a trav¨¦s de la bata blanca. Y eso es lo ¨²ltimo que deber¨ªa suceder, seg¨²n muy atinadamente ha advertido el conseller Farn¨®s. Ser¨ªa terrible que se desatara la caza del apestado entre la poblaci¨®n civil y el personal sanitario, cuyas posibilidades de contagiar son exactamente las mismas (o menos, por las precauciones habituales), que las de cualquier otro mortal. Dicen los expertos que el 3% de la poblaci¨®n lleva (o llevamos) el virus C. Eso hace 250 empleados de Cajas de Ahorros, 1.500 socios del Valencia C.F., unos 10.000 propietarios de huertos, 1.000 trabajadores de la industria agroalimentaria, 2.500 votantes de Uni¨®n Valenciana, 15 o 20 periodistas y media docena de cofrades de El Cabanyal. ?Qu¨¦ hacemos con ellos? ?Les marcamos con una estrella amarilla? Los mejores remedios para los enfermos. Y para los dem¨¢s, calma y la sensatez, que tambi¨¦n cuidan el h¨ªgado. Un ¨®rgano no muy hermoso, pero que es para toda la vida.
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