Victorino pega el petardo
La afici¨®n esperaba con ansia la llegada de los toros de Victorino Mart¨ªn, sus toros de poder y trap¨ªo, encastados y fieros; la apasionante intensidad de la lidia; la emoci¨®n del arte de torear. Y se qued¨® con las ganas. Porque Victorino Mart¨ªn trajo unos toros distintos a los que, le dieron fama; unos toros terciados, flojuchos y de pastue?o conformar; unos toros tirando a mansos antes que a bravos, con la excepci¨®n del que sali¨® sexto que quiso corregirlos a todos y se puso a hacer el buey. De manera que Victorino iba redimir la casta brava y a salvar a la patria, y resulta que peg¨® el petardo. No se qued¨® solo Victorino pegando el petardo: los toreros colaboraron muy eficazmente. Los toreros llegaron anunciados mano, a mano y pareci¨® que hab¨ªan ido a una batalla de flores. Los toreros -El Tato y Pep¨ªn Liria se llaman- entraban juntos por tercer a?o consecutivo en la Feria de Sevilla con los victorinos y ofrecieron motivos sobrados para que la Feria de Sevilla no vuelva a repetir nunca jam¨¢s semejante cartel.
Mart¨ªn / Tato, Liria Toros de Victorino Mart¨ªn, en general bien presentados, poca fuerza, encastados aunque de escasa bravura, 6? manso de solemnidad
El Tato: estocada baja (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo, media trasera ca¨ªda y rueda de peones (algunas palmas); estocada baja (divisi¨®n). Pep¨ªn Lir¨ªa: estocada ca¨ªda y rueda insistente de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); media y ruedas insistentes de peones (algunas palmas); bajonazo (silencio). Plaza de la Maestranza, 24 de abril. 7 a corrida de feria. Cerca del lleno.
Los toreros del mano a mano, en vez de aprovechar que los victorinos sal¨ªan terciados, flojuchos y de pastue?o conformar, para bordarles el toreo, les dieron una soberana paliza de derechazos y de izquierdazos pegando gritos.
Por qu¨¦ los toreros modernos pegan gritos es un misterio que deber¨ªan investigar los taur¨®lo gos eminentes. Los toreros de toda la vida jaleaban a los toros premiosos para provocarles la embestida, y lo hac¨ªan diciendo je, o ja, o ju, breve y conciso, sin levantar la voz, pues se trataba de incitar. al toro, no a su madre la vaca que se qued¨® en la lejana dehesa. Algunos constru¨ªan frases, como "je toro, toro je", y sol¨ªan ser los de Valladolid, que tie nen especial vocaci¨®n oratoria.
Lo que no se le ocurr¨ªa a ninguno era armar un esc¨¢ndalo. El Tato y Pep¨ªn Liria, que dieron por lo menos mil pases, pegaron por lo menos mil gritos. Los que pasaban por fuera de la Maestranza debieron creer que dentro se estaba perpetrando una violaci¨®n. Un d¨ªa van a irrumpir los de fuera a pedirles explicaciones de lo que ocurre a los que est¨¢n dentro.
Los de dentro no se crea que se fueron de rositas. Los de dentro tambi¨¦n eran v¨ªctimas del paliz¨®n de derechazos, de izquierdazos y de chillidos. Los de dentro, que empezaron siendo amables y aplaud¨ªan cuanto sucediera en el redondel, mediada la funci¨®n ya estaban lamentando no haberse ido de excursi¨®n.
Hubo algunos instantes toreros, quien sabe si por milagro. Fue cuando el Tato le lig¨® unos naturales al codicioso torito que abri¨® plaza. Que se repitieran esos instantes toreros -toro codicioso, ligaz¨®n torera- fue lo que estuvo aguardando in¨²tilmente el p¨²blico durante el resto de la tarde.
Durante el resto de la tarde, en sus intervenciones, El Tato la emprend¨ªa a derechazos e izquierdazos a destajo, citando fuera de cacho, adelantando el pico de la muleta, medio tumbado al embarcar, rectificando terrenos al rematar.
Pep¨ªn Liria se pon¨ªa fragoroso. Pep¨ªn Liria presentaba los enga?os con las crispaciones propias de quien se mide en desigual combate con monstruos del averno. Y no eran monstruos del averno sino pl¨¢cidas criaturas. El cuarto sac¨® el temperamento del victorino cl¨¢sico que humilla mucho, y que busca el bulto si no se le embarca con templanza y mando. En una serie de derechazos Pep¨ªn Liria lo hizo as¨ª y el toro le embisti¨® entregado. En la siguiente no lo hizo as¨ª, de poco sufre una cogida, y ya no volvi¨® Pep¨ªn Liria a fiarse del toro.
El sexto lo brind¨® Pep¨ªn Liria al p¨²blico. Que dios le conserve la vista que tiene para descubrir a los toros buenos. Porque el toro, a los pocos pases, sali¨® huyendo, se acul¨® en tablas, cuando se le acercaba el hombre blanco escapaba por el lado contrario, hizo un rato el burro, se comport¨® como un buey, y dej¨® el cr¨¦dito del ganadero y el honor de su divisa a la, altura del bet¨²n.
La afici¨®n, frustrada en sus esperanzas y herida en sus convicciones, sentenci¨®: Victorino Mart¨ªn, castigado sin postre.
Babelia
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