M¨¢quinas tragavidas
Medio centenar de lud¨®patas recibe tratamiento en un programa creado bajo el amparo de las asociaciones vecinales
Pasan las horas muertas en soledad, acompa?ados s¨®lo del estr¨¦pito de una tragaperras o de los cartones de un bingo. Una compa?¨ªa absorbente que quita m¨¢s que da, aunque a veces deje caer una cascada de monedas. No existen datos precisos sobre el n¨²mero de madrile?os que tienen su vida su peditada al juego, aunque, seg¨²n estudios de tras comunidades aut¨®nomas, este problema podr¨ªa afectar a un 3% de los adultos e la regi¨®n. Medio centenar de estos lud¨®patas que ya han tocado fondo acuden a un programa de intervenci¨®n en juego patol¨®gico nacido en 1996 bajo el amparo e la Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM). Un destartalado piso de Lavapi¨¦s, propiedad de la federaci¨®n, es el lugar donde, los lunes y jueves, dos psic¨®logos intentan lidiar con una de las adicciones menos conocidas y peor atendidas.
Ram¨®n (nombre Ficticio), un agente comercial de 55 a?os, casado y con dos hijos, a¨²n se pregunta c¨®mo ha podido poner su vi da familiar y laboral en la picota por las tragaperras. Han transcurrido ya veinte a?os desde que comenz¨® con su afici¨®n enfermiza al juego. Ni sabe el dinero que ha podido gastarse. En este tiempo ha vivido seis a?os de tregua y una reca¨ªda que le llev¨® el 19 de enero a iniciar el tratamiento.
Yo siempre me he considerado un hombre cabal, pero durante a?os he visto c¨®mo me enredaba en constantes mentiras y enga?os con tal de jugar, cuando, adem¨¢s, era algo que destru¨ªa mi vida", explica. "?Que por qu¨¦ me met¨ª en esto? No lo s¨¦. Ahora, con la ayuda psicol¨®gica, estoy descubriendo que era una forma de evadirme porque hab¨ªa cuestiones, no graves problemas, sino peque?as cosas de las que haces un mundo, a las que no era capaz de enfrentarme", a?ade.
El problema comenz¨® con la afici¨®n al bingo que le fue entrando en cada viaje de trabajo. "Entonces s¨®lo jugaba fuera de Madrid, siempre eran peque?as cantidades y al regresar no lo hac¨ªa", relata. "Pero llega un momento en que ya has gastado demasiado y tu familia descubre el pastel, se monta la bronca y te autoproh¨ªbes volver a jugar, pero caes y ya descontrolas del todo", matiza.
"Del bingo pas¨¦ a las tragaperras, y ya me daba lo mismo que me pudiera ver alguien conocido. En los salones de juego pasaba a veces m¨¢s de ocho horas", apostilla. "Un verano me march¨¦ de casa, donde ya la situaci¨®n era insostenible, y me met¨ª en una pensi¨®n. Entonces le vi las orejas al lobo y, tras un tratamiento, vinieron seis a?os de abstinencia. Tras la ¨²ltima reca¨ªda, es cuando decid¨ª apuntarme a este programa. Antes hab¨ªa recurrido a alg¨²n psic¨®logo particular, pero siempre acababa enga?¨¢ndole", a?ade.
Ahora se siente "genial", aunque reconoce que esa sensaci¨®n ya la ha experimentado otras veces en las que despu¨¦s recay¨®. "La diferencia es que ahora tengo claro que quiero dejarlo y no me autojustifico dici¨¦ndome que debo jugar porque soy un enfermo del juego, como hac¨ªa antes", concluye.
Seg¨²n los especialistas, alguien ha entrado en una relaci¨®n patol¨®gica con el juego cuando le dedica m¨¢s tiempo y m¨¢s dinero del que desea y, adem¨¢s, no logra dejarlo. Quienes padecen esta adicci¨®n sufren ansiedad, insomnio, palpitaciones, ¨²lceras y la frustraci¨®n de no poder cortar el h¨¢bito.
Ana Varela y Jos¨¦ Miguel Rodr¨ªguez son los dos psic¨®logos especializados en adicciones encargados de este programa. Durante diez a?os formaron parte de los equipos del antiguo Plan Regional de Drogas. El tratamiento consta de tres meses y medio de atenci¨®n personalizada y terapias de grupo en sesiones de martes y jueves y de un seguimiento de dos a?os.
"Al no tener casi subvenci¨®n p¨²blica (200.000 pesetas de la Comunidad), tenemos que cobrar 105.000 pesetas a cada persona por el tratamiento, pero el acuerdo que tenemos con la FRAVM dice que nadie debe dejar de ser atendido por falta de dinero", explican. "Buscamos que cada lud¨®pata descubra qu¨¦ le ha llevado a jugar y ofrecerle alternativas de conducta para evitar caer en esas situaciones de riesgo", a?aden.
A cada paciente se le fijan medidas de control. Por ejemplo, se le aconseja que no lleve nunca encima m¨¢s dinero del necesario, que prescinda de las tarjetas de cr¨¦dito y que, si es adicto al bingo, facilite sus datos a la polic¨ªa para que le prohiban la entrada a las salas donde se practica ese juego.
P. L., un vigilante jurado de 35 a?os, cay¨® en la mayor de las desesperanzas despu¨¦s de diez a?os de enganche a las tragaperras. Un d¨ªa intent¨® suicidarse estrellando su coche contra un muro. Pero fall¨®. "La polic¨ªa me dijo que hab¨ªa vuelto a nacer, y pens¨¦ que ni para matarme serv¨ªa", asegura con la calma que da sentirse a a?os luz de aquel aciago d¨ªa.
Este hombre, que se confiesa t¨ªmido e introvertido, comenz¨® una relaci¨®n patol¨®gica con las tragaperras desde su divorcio. "No lo encaj¨¦, me sent¨ª solo y empec¨¦ a pasar horas y horas en las cafeter¨ªas jug¨¢ndome el dinero", relata. "Entonces yo ten¨ªa una tienda y manejaba pasta, pero me lo fund¨ª todo, y la gente que me rodeaba me dio la espalda", a?ade.
Era un c¨ªrculo vicioso. Sin amigos, buscaba cada vez m¨¢s la, compa?¨ªa de la m¨¢quina, y ese noviazgo le imped¨ªa emprender relaciones. "En una ¨¦poca que estaba fuera de Madrid y sin empleo, acab¨¦ durmiendo en la calle y en un albergue porque no ten¨ªa ni blanca", afirma. "Fui a mi ambulatorio y me remitieron al Ram¨®n y Cajal, explica. "El primer problema fue la lista de espera, me apunt¨¦ en enero y me llamaron en mayo; pero es que, adem¨¢s, ¨¦ramos 15 personas para una sesi¨®n de grupo de tres cuartos de hora cada 15 d¨ªas en la que casi no te daba tiempo a hablar".
Lleva 54 d¨ªas sin jugar y espera no volver a tocar las tragaperras en su vida. "Est¨¢ vez va en serio, porque me siento menos solo, tengo una amiga y con ella hago cosas que son corrientes para el que no ha pasado por este calvario, como salir al campo, ver pel¨ªculas...", apostilla. "Parece mentira, pero llevaba a?os sin ir al cine", explica, harto ya de una pel¨ªcula, la de su vida anterior, que no de sea volver a protagonizar.
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