Jospin Borrell
COMO EN el caso de Jospin, lo inesperado ha acaecido: ha ganado Borrell. Dicen que en los partidos socialistas se sube por la izquierda para gobernar por la derecha. La primera parte de este viejo principio se ha cumplido; queda por ver si el candidato es capaz de vencer a Aznar y s¨®lo entonces se sabr¨¢ si tambi¨¦n se cumple la segunda. Al elegir candidato, el militante piensa sobre todo en qui¨¦n es m¨¢s capaz de ganar, y no tanto en si ser¨¢ un buen gobernante. Pero en eso consiste lo espec¨ªfico de las primarias. Y su riesgo. Los profetas que aseguraron que las elecciones estaban ama?adas y que ya estaba fijado el porcentaje por el que iba a ganar Almunia se han cubierto de rid¨ªculo. Las primarias no eran un intento de reforzar por plebiscito la autoridad del nuevo secretario general. Tampoco eran un juego. Pero ha habido el suficiente respeto a las reglas del juego como para que -como en Suresnes hace 24 a?os- suceda lo imprevisto. La democracia se lleva bien con las sorpresas que de vez en cuando devuelven a la pol¨ªtica su viejo sabor de ejercicio de libertad que ninguna inercia detiene. Las repetidas apariciones de Felipe Gonz¨¢lez, durante la ¨²ltima semana, en apoyo de Joaqu¨ªn Almunia invitan a pensar que un exceso de tutela -quiz¨¢ demandado por el secretario general al observar los l¨ªmites de sus apoyos- puede convertirse en un lastre cuando de lo que se trata es de pasar p¨¢gina. Los militantes han decidido cambiarla por su cuenta, sin esperar a que se lo digan sus dirigentes. La grandeza de Almunia es que, pudiendo haberse evitado la prueba, se someti¨® a ella, poniendo en marcha una din¨¢mica que ha acabado por desbordarle. Si las primarias eran la prueba de la voluntad de renovaci¨®n, el inicio de un tiempo nuevo, los militantes han preferido mirar al futuro que o¨ªr voces demasiado conocidas.
La victoria de Borrell en las primarias crea una circunstancia in¨¦dita. Almunia no debi¨® haber comprometido su dimisi¨®n antes del inicio del proceso; ello es contradictorio con el sentido mismo de una elecci¨®n que se pretende diferente y con distinto objetivo -elegir al mejor candidato- que el proceso que culmina al elegir a la direcci¨®n del partido en un congreso. Los estatutos del PSOE deber¨¢n prever en el futuro estas situaciones. Pero de momento no est¨¢n planteadas, lo que enfrenta a los socialistas a situaciones desconocidas.
En lugar de meterse en un proceso de congreso extraordinario, lo m¨¢s sensato es que Almunia cumpla el mandato para el que fue elegido. Parece l¨®gico, en cambio, que Borrell asuma ya la condici¨®n de portavoz parlamentario, y que sea ¨¦l quien se confronte con Aznar en el debate del estado de la naci¨®n, previsto para el mes pr¨®ximo. Desde ese puesto -en el que muchos hubieran querido verle ya tras el 34? Congreso- tendr¨¢ ocasi¨®n de prepararse para la batalla electoral en un plazo m¨¢ximo de dos a?os. No parece muy inteligente invertir ese plazo en ajustes internos y s¨ª, en cambio, en dotarse de un programa realista: no s¨®lo para militantes, sino. para el electorado potencial de centro-izquierda.
La idea del t¨¢ndem no deber¨ªa ser abandonada. Borrell y Almunia son muy diferentes psicol¨®gicamente, pero m¨¢s complementarios que incompatibles: representan las dos almas del socialismo espa?ol, y no es tan descabellado considerarles equivalentes de Jospin y Blair. Para que sea posible ese ticket ser¨¢ necesario un comportamiento generoso del vencedor. Aunque la campa?a ha sido leal, no ha dejado de abrir brechas que ahora tendr¨¢n que suturar. No s¨®lo entre l¨ªderes, sino entre federaciones. La catarsis que no lleg¨® a realizarse en el 34? Congreso se produce ahora con toda la compa?¨ªa en el escenario. La ejecutiva hab¨ªa comprometido un apoyo casi un¨¢nime a Almunia. Los militantes han preferido la otra opci¨®n, y con ello no han hecho otra cosa que optar por esa renovaci¨®n de la que se hablaba desde hace tantos a?os.
El resultado -55% frente al 45% - podr¨ªa interpretarse as¨ª: Almunia est¨¢ bien para iniciar la nueva etapa, pero hay que ir m¨¢s deprisa y m¨¢s lejos. Esos porcentajes definen un partido lejos de la unanimidad, aunque no necesariamente dividido, como demostr¨® anoche la elegancia con la que el secretario general digiri¨® su derrota y se puso a disposici¨®n de Borrell. Y lo mismo cabe decir del discurso del vencedor, insistiendo en que el de ayer no era un voto contra nadie y pidiendo a todos que continuaran en sus puestos. Almunia tiene ante s¨ª el desaf¨ªo de adaptar el partido a la nueva situaci¨®n. Cualquiera que sea el papel que el destino guarde para ¨¦l, quedar¨¢ como un hombre tranquilo que tuvo el coraje de poner en marcha una din¨¢mica de renovaci¨®n tan verdadera como para renovarle a ¨¦l mismo. Ahora queda que entre los dos protagonistas de la noche de ayer sepan atraerse a una nueva mayor¨ªa de centro-izquierda. Y TVE, sin enterarse. ?Qu¨¦ sectarismo!
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