Arriesgada ocurrencia
Estaban todos convencidos de las ventajas que reporta "un modelo de liderazgo unificado", fundidas en la misma persona la secretar¨ªa general del partido y la candidatura a la presidencia del Gobierno, cuando a Joaqu¨ªn Almunia, que ya era lo primero, "se le ocurri¨® aplicar el .m¨¦todo de primarias" para ser tambi¨¦n lo segundo. La ocurrencia de Almunia sorprendi¨® a todos, incluido Gonz¨¢lez, de quien son las citadas consideraciones. De modo que pusieron toda la carne en el asador para que de la ocurrencia no resultara lo que algunos comenzaron muy pronto a calificar como un desastre: que perdiera Almunia. A todos interesaba que el procedimiento pareciera lo que de verdad era, una elecci¨®n, y a todos interesaba, adem¨¢s, que Almunia saliera airoso del trance: reciente a¨²n el congreso que lo nombr¨® secretario general, una derrota pod¨ªa entenderse como una desautorizaci¨®n de lo aprobado entonces y abrir¨ªa una crisis org¨¢nica de incierta salida. Llovieron, pues, sobre Almunia las manifestaciones de apoyo de destacados dirigentes, todos muy conocidos, todos de la facci¨®n triunfadora en el ¨²ltimo congreso del Partido Socialista, la llamada renovadora por oposici¨®n a lo que se ha definido como facci¨®n guerrista, desalojada de sus tradicionales posiciones de poder en aquella ocasi¨®n. Hubo un momento incluso en que la comisi¨®n ejecutiva dud¨® si expresar su apoyo institucional a su secretario general, optando con buen criterio por dejar a cada cual que se manifestara como le viniera en gana, siendo la manifiesta gana de la mayor¨ªa que Almunia triunfase. As¨ª, frente al derecho al voto secreto, muchos dirigentes, comenzando por Gonz¨¢lez, se sintieron en la obligaci¨®n de expresar p¨²blicamente su preferencia por Almunia, de tal. manera que, si no candidato oficial, el secretario general pas¨® a ser en verdad el candidato de la facci¨®n triunfadora en el 34? congreso. Su insistencia en que ¨¦l representaba la renovaci¨®n o el cambio dentro de un orden ven¨ªa a confirmar esta impresi¨®n.
Tal vez no habr¨ªa sido necesario insistir con tanto ¨¦nfasis en lo obvio si por el lado de enfrente hubiera saltado al ruedo, alg¨²n dirigente de la facci¨®n, derrotada en el congreso, que hubiese cre¨ªdo llegada la hora de la revancha. Pero, como los guerristas no est¨¢n para muchas historias, el inesperado adversario del candidato oficial no vino de ninguna facci¨®n ni representaba a ninguna baron¨ªa. La salida en tromba de Borrell y su irresistible ascensi¨®n a medida que pasaban los d¨ªas de la campa?a obedeci¨® en no desde?able medida, y dejando aparte las evidentes cualidades discursivas del personaje, a su condici¨®n marginal en la ejecutiva y a su falta de adscripci¨®n territorial: es de la ejecutiva, pero no pertenece al n¨²cleo dirigente, y es catal¨¢n, pero vive en Madrid. En un partido que ha secado todas las fuentes de oferta p¨²blica plural; en un partido en el que Gonz¨¢lez, con su sola presencia, hac¨ªa bueno aquello de "primero, yo; despu¨¦s, naide, y luego, todos los dem¨¢s", creci¨® de pronto un tipo con la pretensi¨®n de ocupar, por m¨¦ritos propios y sin apoyos faccionales, ese terreno de nadie que ha separado siempre a Gonz¨¢lez de todos los dem¨¢s.
Y ah¨ª es donde ha radicado una de las, claves -si no la clave- de su ¨¦xito. Para los afiliados que abarrotaban como una marea creciente sus conferencias y sus m¨ªtines, Borrell representaba algo nuevo por la muy sencilla raz¨®n de que, en un partido tan de adhesiones incondicionales, pero, a la vez, tan desgarrado recientemente por luchas faccionales, era el ¨²nico que no ten¨ªa detr¨¢s ninguna coalici¨®n de intereses. Es, y as¨ª lo pareci¨® porque no hubo, ni un solo dirigente de peso que manifestara p¨²blicamente su decisi¨®n de votar por ¨¦l, como una especie de merit¨®crata que hab¨ªa llegado ah¨ª por su propio esfuerzo, libre de ataduras. Se encontr¨® de pronto en la envidiable posici¨®n de quien tiene todo que ganar y nada que perder y jug¨® esa carta a fondo. No prometi¨® la renovaci¨®n, dentro de un orden, o sea, la confirmaci¨®n de lo ocurrido en el 34? congreso, sino un nuevo comienzo, un mirar hacia adelante.
Todo eso le vali¨® para devolver ¨¢nimos y levantar expectativas en la campa?a electoral, pero ?vale tambi¨¦n para recomponer la unidad tan quebrantada del Partido Socialista? Cuando los militantes reparten sus votos casi por mitades, ser¨ªa -ahora s¨ª- un desastre que el secretario general y el candidato a presidente no encontraran la f¨®rmula org¨¢nica que permita coligar como nueva direcci¨®n pol¨ªtica lo que ha resultado de estas primarias, cerrando as¨ª lo que qued¨® mal suturado en el 34? congreso. Las direcciones de los partidos, como explic¨® Pannebianco, son coaliciones m¨¢s o menos estables de tendencias o facciones. Se sabe bien lo que representa Almunia: la continuidad del n¨²cleo dirigente que apoy¨® a Gonz¨¢lez en su enfrentamiento con Guerra. Pero Borrell ha llegado a triunfar en estas primarias represent¨¢ndose s¨®lo a s¨ª mismo. Las elecciones han mostrado de forma palmaria que los militantes no se conforman con el resultado del 34? congreso ni con la mera continuidad del liderazgo de Gonz¨¢lez, por s¨ª o por otras personas; que desean otra cosa. Borrell tendr¨¢ ahora que aclarar qu¨¦ otra cosa ofrece si quiere que el caudal de sus votos, no se desparrame como agua en el cesto.
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