Concurso con regalo

La empresa de la plaza vente?a quiso dedicar el festejo de turno al montaje de una corrida concurso, con el correspondiente premio al toro m¨¢s bravo y el a?adido de un premio en met¨¢lico al picador que mejor realizara su tarea. Para que el asunto terminara con ¨¦xito y contento de la afici¨®n, todos se esforzaron en hacer las cosas bien y con seriedad. Se delimit¨® el tercio de la zona opuesta a toriles para llevar a cabo la suerte de varas. Los diestros se esforzaron en colocar a las reses a la distancia adecuada. Los piqueros trataron, en todo momento, de no rebasar la correspondiente raya de la circunferencia. El jurado daba cumplidos detalles, a trav¨¦s de la megafon¨ªa, de las caracter¨ªsticas de cada toro y de los nombres de los protagonistas de su lidia. Y hasta los picadores, a partir del segundo de la tarde, salieron y se retiraron por la puerta de cuadrillas, ante el desconcierto de los ne¨®fitos y el alborozo de los aficionados del tendido siete, a los que s¨®lo falt¨® lanzar cohetes para celebrar tan fausto acontecimento. Y ocurri¨® que, al final, semejante ventura acab¨® de forma bochornosa y vergonzante. El presidente C¨¦sar Rodr¨ªguez se inclin¨® por obsequiar con dos orejas a Luis Miguel Encabo y el jurado, presidido por un ganadero, concedi¨® el premio no al mejor toro, si no al menos malo. Todo sea por el corporativismo de los criadores de reses bravas. Menos mal que castigaron sin premio a los varilargueros.

Encabo hab¨ªa realizado una faena muy despegada y desigual, sin ligar los muletazos, al tercero del encierro. Y otra m¨¢s entonada y vistosa al que cerr¨® plaza. A este ¨²ltimo lo mand¨® a las praderas celestes de un bajonazo. Ni la superficialidad de la labor realizada ni la vergonzosa forma de ejecutar al toro fueron obst¨¢culo para que el corte de trofeos abriera la puerta grande a un torero que, con este triunfo, se ha convertido en serio aspirante a las sustituciones en la pr¨®xima feria.

Lo del toro de Palha es otra historia. Se ovacion¨® su impecable presentaci¨®n. Tom¨® dos puyazos sin mucha codicia y el picador le tap¨® la salida en el segundo. Se arranc¨® al tercero de largo y con alegr¨ªa. Punte¨® mucho en el enga?o. Al final tarde¨®, adquiri¨® sentido y busc¨® el refugio de las tablas. Miguel Rodr¨ªguez no pudo aprovechar el excelente pit¨®n izquierdo de la res porque le molest¨® el viento. Pero estuvo siempre quieto, seguro y con aplomo.

Oscar Higares se enfrent¨® a dos toros que no pasaban. Lo peor es que ha perdido su seguridad con la espada.

Fue la tarde de los regalitos. Por fortuna, la afici¨®n acogi¨® la oreja regalada con una bronca y con indiferencia el fallo del jurado.