Clinton no mir¨® a Paula Jones
Sharon Stone se qued¨® at¨®nita al ver que toda la atenci¨®n de la "cena del presidente" era para la nueva estrella
Sharon Stone no se lo pod¨ªa creer. ?C¨®mo era posible que nadie se fijara en ella, la mujer que ha sido el objeto sexual de toda una d¨¦cada, y todos mirasen en cambio al objeto judicial de los ¨²ltimos meses, Paula Jones? ?Qu¨¦ ha pasado para que en la fiesta por excelencia de la Costa Este de EE UU todos buscaran la mesa en la que estaba esa mujer ? Hay una explicaci¨®n. Los invitados a la cena anual de la Asociaci¨®n de Corresponsales de la Casa Blanca no s¨®lo trataban de encontrar el lugar en el que se sentaba Paula Jones; tambi¨¦n med¨ªan la distancia que separaba su mesa de la que ocupaba el hombre al que acusa de acoso sexual, Bill Clinton. Los editores de la revista Insight utilizaron una de sus invitaciones para colar a Paula Jones en la fiesta. Varios senadores dem¨®cratas cancelaron su asistencia porque sent¨ªan que la presencia de Jones era de mal gusto. Qued¨® demostrado que Hollywood tiene poco que hacer ante las nuevas estrellas judiciales. Michael Douglas apenas firmaba aut¨®grafos. Los invitados se cruzaban con ¨¦l y pasaban de largo, igual que ignoraban a Warren Beatty y Annette Bening. Los que all¨ª estaban, en su mayor¨ªa periodistas, s¨®lo deseaban que ocurriera lo improbable: un cruce fugaz entre Clinton y Jones, quiz¨¢ un encontronazo repentino que los guardaespaldas del presidente no pudieran evitar. A guardaespaldas ganaba Jones, en n¨²mero y en envergadura, pero al final ni los suyos ni los del presidente tuvieron que hacer malabarismos para evitar un encuentro que habr¨ªa sido desafortunado para ellos, morboso para los dem¨¢s: Clinton y Jones ni siquiera cruzaron sus miradas. Los organizadores pusieron al presidente donde corresponde, presidiendo, y sentaron a Jones en una mesa tan lejana y arrinconada que casi parec¨ªa estar en la cocina.
Clinton no pod¨ªa faltar. Durante d¨¦cadas, la gala de la Asociaci¨®n de Corresponsales de la Casa Blanca ha sido la cena del presidente. S¨®lo una vez al a?o est¨¢ permitido que los periodistas se codeen en p¨²blico con sus fuentes, y s¨®lo una vez al a?o las fuentes pueden re¨ªrse en p¨²blico de los periodistas. ??De qu¨¦ hab¨¦is estado escribiendo desde el viaje del Papa a Cuba??, preguntaba ir¨®nico Clinton desde el estrado a las personas que han gastado litros de tinta escribiendo sobre Monica Lewinsky y Paula Jones. ?Si os digo la verdad?, sonre¨ªa Clinton, ?desde hace unos meses tengo poco tiempo para leer los peri¨®dicos. S¨®lo ojeo un poco la fe de errores?. Editores de peri¨®dicos y presentadores de televisi¨®n como Sam Donaldson o Barbara Walters aceptaban con humor la cr¨ªtica.
Paula Jones, como siempre, no hablaba. Que se sepa, s¨®lo habl¨® dos veces, siguiendo posiblemente los consejos de los autores de un cambio de imagen que, a tenor de los resultados, han demostrado m¨¢s empe?o que cualidades. Jones dijo ?gracias? una vez y se atrevi¨® m¨¢s adelante con la frase: ?Un vaso de Chardonnay, por favor?. Eso fue todo. A su lado estaba Susan Carpenter McMillan, la mujer que ha actuado como su portavoz y que ha financiado lo que Hillary Clinton denomin¨® una vez ?conspiraci¨®n de la extrema derecha?. Ella s¨ª que intentaba hablar, o, mejor dicho, Cuando Jones baj¨® del coche, apretada por un vestido azul brillante, muchos miraron y callaron, unos pocos aplaudieron y otros, algunos m¨¢s, la abuchearon.
No pas¨® nada. Jones comi¨® y call¨®. Y Clinton triunf¨®. ?No s¨¦ c¨®mo segu¨ªs yendo a las ruedas de prensa del portavoz del Gobierno?, dec¨ªa Clinton. ?Yo he dejado de verlas porque nunca dice nada?. Todos ellos tambi¨¦n sab¨ªan (lo dec¨ªa George Bush) que cuando eres presidente de EE UU tienes m¨¢s sentido del humor, pero s¨®lo porque los dem¨¢s est¨¢n m¨¢s dispuestos a re¨ªrte las bromas.
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