S¨¢hara Occidental: ?el principio del fin?
Ya son m¨¢s de 23 a?os de lucha del pueblo saharaui. Durante este largo periodo de tiempo, la comunidad internacional ha abandonado a su suerte el S¨¢hara Occidentael, permitiendo que tanto Mauritania como Marruecos proyectasen sus intereses expansionistas sobre ¨¦l. Si bien es cierto que el primero de estos pa¨ªses hubo de abandonar su ocupaci¨®n, esto no se debi¨® a una h¨¢bil maniobra diplom¨¢tica de la ONU, sino a la imposibilidad de mantener econ¨®micamente la invasi¨®n. Marruecos, por su parte, no ha cejado en todos estos a?os en el intento de ocupar definitivamente el territorio. Y mientras tanto, para sonrojo general de las Naciones Unidas y particular del Gobierno espa?ol, el pueblo saharaui se ha visto obligado a permanecer en un campo de refugiados ?provisional? que levantaron en Tinduf gracias al apoyo de Argelia. Si esta responsabilidad bien es cierto que recae sobre todos los Gobiernos de la ONU, tambi¨¦n lo es que el Gobierno espa?ol debiera esforzarse a¨²n m¨¢s que ninguno en resolver un conflicto que ¨¦l mismo provoc¨® con su abandono precipitado de esta colonia en 1975. Es, casi con toda seguridad, la ¨²ltima oportunidad del Gobierno espa?ol de subsanar, en la medida de lo posible, el craso error que cometi¨® con la firma de los Acuerdos Tripartitos de Madrid, as¨ª como de llevar a cabo todas las promesas incumplidas al pueblo saharaui, que ya son legi¨®n. Y, desde luego, debiera en primer¨ªsimo lugar dejar de vender armas a Marruecos, entre ellas minas, las m¨¢s abominables, si es que se pueden establecer categor¨ªas dentro de los instrumentos de muerte.
La raz¨®n de la falta de inter¨¦s internacional por resolver esta situaci¨®n es tan evidente como recurrente: los sempiternos intereses econ¨®micos y pol¨ªticos, que parecen degradar hasta tal punto al ser humano que es capaz de cerrar los ojos ante las necesidades y derechos m¨¢s elementales.
Resulta para todos evidente que la guerra, en ning¨²n caso, y quiz¨¢ menos en ¨¦ste, puede ser el camino para solventar las diferencias. La herramienta adecuada siempre ha de ser no violenta, y en el conflicto que nos ocupa es claro que ha de ser el refer¨¦ndum, cuya celebraci¨®n debi¨® realizarse en 1922 y que se ha postergado desde entonces por las presiones de Marruecos. Por supuesto, ¨¦ste ha contado con la aquiescencia de algunos pa¨ªses de la ONU, encargada, en teor¨ªa, de supervisar y controlar dicho refer¨¦ndum. Es ya inexcusable la obligaci¨®n de romper esta inercia; la situaci¨®n no se puede mantener indefinidamente, ya que el escepticismo (por otra parte muy justificado) del pueblo saharaui va en aumento. ?ste respetar¨¢ sin matices los resultados del sufragio, siempre, l¨®gicamente, que sea democr¨¢tico y que disponga de igualdad de medios con respecto a Marruecos. Esto es lo m¨ªnimo que debe la ONU garantizar. En consecuencia, debiera el Gobierno espa?ol ayudar creando y fomentando plataformas de apoyo pro-refer¨¦ndum con el fin de informar y sensibilizar a la opini¨®n p¨²blica, y empujar de este modo a la celebraci¨®n, sin m¨¢s dilaci¨®n, del sufragio.
Uno de los caballos de batalla con que est¨¢ jugando Marruecos es, precisamente, el censo de votantes. Tanto el pueblo saharaui como el sentido com¨²n exigen utilizar un censo poblacional fiable, como lo es el que realiz¨® Espa?a en 1974, que arroja una cifra de unas 74.000 personas, y actualizarlo debidamente. Mientras tanto, Marruecos, por su parte, intenta colar la nada despreciable cifra de 160.000 nuevos votantes, gracias a lo cual ha estado consiguiendo su objetivo: paralizar el plan de paz.
Es imprescindible acabar de una vez con el acoso de Marruecos; tengamos en cuenta la falta de recursos econ¨®micos y las precarias condiciones en las que vive hoy el pueblo marroqu¨ª, y, todav¨ªa as¨ª, el sitio al que est¨¢n sometiendo a los saharauis les obliga a mantener unos 80.000 soldados; esta situaci¨®n les cuesta alrededor de tres millones de d¨®lares (m¨¢s de 450 millones de pesetas) diarios. Esta sangr¨ªa, inaceptable en s¨ª misma, se agrava a¨²n m¨¢s cuando el Estado que la realiza mantiene a su pueblo dentro de unos elevados ¨ªndices de pobreza. Pero la presi¨®n militar no es la ¨²nica a la que est¨¢ sometida la poblaci¨®n saharaui; otras cuatro fuerzas represoras de car¨¢cter paramilitar, como son la Polic¨ªa Judicial (PJ), la Direcci¨®n de la Vigilancia del Territorio (DST), la Gendarmer¨ªa Real y las Compa?¨ªas M¨®viles de Intervenci¨®n (CMI), son las responsables del 90% de las detenciones en el S¨¢hara Occidental, seg¨²n fuentes de la Afapredesa.
Pero puede ser que esta vez s¨ª se est¨¦ avanzando hacia la resoluci¨®n del conflicto; en las reuniones de Londres, Lisboa y Houston se han aproximado posiciones en temas tan importantes como la identificaci¨®n de votantes, el retorno de refugiados, la retirada parcial de las fuerzas marroqu¨ªes, el intercambio de presos de guerra y la liberaci¨®n de presos pol¨ªticos. Aun as¨ª, todav¨ªa quedan flecos importantes que no hay que descuidar, entre ellos la propia mec¨¢nica y vigilancia del refer¨¦ndum. En palabras de Sayet, ministro de Asuntos Exteriores de la Rep¨²blica ?rabe Saharaui Democr¨¢tica (RASD): ?Si bien es cierto que lograr llegar a acuerdos sobre los aspectos conflictivos del plan de arreglo es un logro indiscutible, no es menos cierto que la fase de aplicaci¨®n sigue siendo el nudo gordiano de todo el proceso de paz, que, como todos sabemos, es una fase pre?ada de riesgos y peligros que pueden dar al traste con todos los acuerdos logrados hasta el momento?. Otros asuntos que quedan por acordar son los l¨ªmites fronterizos y el desmantelamiento de los cinco millones de minas (m¨¢s de 25 por cada saharaui), para lo cual es necesario y urgente la entrega por parte del Gobierno marroqu¨ª de los planos de situaci¨®n de las mismas.
Por todo lo antedicho, conviene que la comunidad internacional tome una serie de medidas con el fin de asegurar la paz y la justicia en el S¨¢hara Occidental, como son evitar en estos momentos llegar a acuerdos con Marruecos que afecten al territorio, soberan¨ªa o riquezas del S¨¢hara, el cese de la venta de armas, el env¨ªo de observadores acreditados por cada pa¨ªs ante la ONU durante la campa?a y el refer¨¦ndum, garantizar la participaci¨®n de la prensa internacional y dotar a los saharauis de los medios necesarios para desactivar el mar de minas que cubre su territorio.
Es el momento de que el pueblo saharaui recupere de una vez por todas y sin m¨¢s dilaci¨®n la soberan¨ªa y la libertad a la que tiene leg¨ªtimo derecho.
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