La ciudad del voluntariado
"Estar encima de los chavales como har¨ªa cualquier madre". As¨ª resume su tarea Mar¨ªa Dolores Espinosa, una de las cinco educadoras de Ciudad de los Ni?os, un centro de acogida para menores en M¨¢laga. Una tarea que incluye "seguirles muy de cerca para que vayan bien en los estudios" y para la que -gracias a unos 20 voluntarios de la universidad- no est¨¢ sola. Estudiantes de Medicina, Psicolog¨ªa, Matem¨¢ticas y Publicidad acuden a diario para colaborar en este centro que da casa, comida y educaci¨®n a 72 ni?os a cuyos padres los tribunales les han quitado su tutela. Los m¨¢s peque?os los tratan de "se?o" y "profe", aunque su funci¨®n, al igual que la de Espinosa, va m¨¢s all¨¢ de la educaci¨®n. "Estudiamos en un cuaderno, hacemos dictados y dibujos", dice con voz repipi y pijama rosa una ni?a de 9 a?os sentada en una mesa diminuta. "Aurora [Villalobos] y Amanda [Mart¨ªn, dos voluntarias de Medicina], son muy peritas", dice una joven de 15 a?os, que de mayor quiere ser cuidadora de ni?as o modelo. "Explican muy bien. Adem¨¢s podemos hablar con ellas de nuestras cosas, de lo que hacemos y de lo que queremos hacer". Pero detr¨¢s de tan buenas palabras siempre hay una ardua labor. "El trabajo con ellos es muy complicado. Son ni?os que proceden de ambientes dif¨ªciles. La mayor¨ªa est¨¢n aqu¨ª a la fuerza y l¨®gicamente preferir¨ªan estar con sus familias", asegura Espinosa. Y a?ade: "Hay que controlarlos, no hacen caso de cualquiera y, desde luego, si pueden, va a torearte". Este curso, que la labor de educador ha dejado de estar en manos de los Hermanos Obreros de Mar¨ªa y ha pasado a profesionales, Espinosa ha puesto especial hincapi¨¦ en que los voluntarios se enteren tambi¨¦n. As¨ª ha logrado terminar con las deserciones -"todos los a?os comenzaban muchos y terminaban dej¨¢ndolo". Enganche afectivo Aurora Villalobos lo sabe. "Algunos voluntarios se han quejado y terminan dej¨¢ndolo porque no saben c¨®mo controlar la situaci¨®n con los ni?os". No es el caso de todos. Sonia Cuadros lleg¨® al centro hace siete a?os "buscando algo diferente" y lo encontr¨®. Esta estudiante de Pedagog¨ªa tiene las funciones de cualquier educadora. "Ba?o a los ni?os, juego con ellos, los llevo al cine y paso dos noches a la semana en el centro", asegura. "Sonia vive pr¨¢cticamente aqu¨ª", dice Espinosa. Y es que, como afirma esta universitaria "es una labor que te termina enganchando a nivel afectivo". Esta es la raz¨®n por la que todos los voluntarios se niegan a engrosar las filas de los desertores. Esa, y que, al final, son ni?os como todos. "Todos los ni?os del mundo son caprichosos, se les va la cabeza, no prestan atenci¨®n y se aburren", recalca Villalobos con especial inter¨¦s mientras los dem¨¢s asienten. La ¨²nica diferencia con estos es que "la falta de cari?o les ha hecho m¨¢s desconfiados". Una desconfianza que pasa pronto, seg¨²n dicen, cuando descubren que el pasar un rato con ellos es una tarea que se hace porque se quiere, sin m¨¢s. Todos empezaron por curiosidad bajo la ley del "boca a boca", que seg¨²n Espinosa, es la que mejor funciona. Y la misma curiosidad se encuentran en el centro. ?Qu¨¦ estudias?, ?por qu¨¦ vienes? o ?tienes novio?, suelen ser las primeras preguntas que tienen que contestar antes de que les llamen, como a Miguel ?ngel, un estudiante de matem¨¢ticas, "el maestro o el se?or". Y as¨ª le tratan, seg¨²n dicen los alumnos, a las 20.30, cuando finaliza la hora diaria de estudio. "Es como un maestro de verdad". Pero el trabajo de los voluntarios no se limita al ¨¢mbito educativo. Distribuir el ocio de los menores es tambi¨¦n una de sus funciones. "En el deporte me vienen genial porque los ni?os necesitan actividad y yo no puedo correr detr¨¢s de un bal¨®n como lo hace un universitario", dice Espinosa. Tampoco ella toca la guitarra pero Aurora s¨ª y estas actividades est¨¢n consideradas fundamentales para el desarrollo normal de estos ni?os que necesitan que alguien les dedique parte de su tiempo. Esa es la labor del voluntariado que ha encontrado en la Universidad su mejor cantera.
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