Un 1? de Mayo por la dignidad del trabajo
IMANOL ZUBERO En 1886 se celebr¨® en Estados Unidos el primer Primero de Mayo. Fue una jornada de huelga bajo la reivindicaci¨®n: "Ocho horas de trabajo, ocho horas de reposo, ocho horas de educaci¨®n". El pr¨®ximo viernes, las capitales vascas se convertir¨¢n de nuevo en amplias alamedas por las que avanzar¨¢n miles de trabajadoras y de trabajadores. Aunque compartiendo las reivindicaciones fundamentales, los sindicatos vascos se manifestar¨¢n separados por otras reivindicaciones, importantes pero secundarias. Algunas de esas reivindicaciones fundamentales ser¨¢n la reducci¨®n de la jornada de trabajo a las 35 horas, la creaci¨®n de empleo de calidad, la mejor distribuci¨®n de la riqueza, la mejora de los mecanismos de solidaridad social. Ser¨ªa un error hacer una lectura puramente mercantilista de esas reivindicaciones. Aunque todas ellas deban concretarse materialmente en condiciones de trabajo y pol¨ªticas de distribuci¨®n de la riqueza, su verdadera dimensi¨®n tiene que ver con la revalorizaci¨®n del trabajo humano. Desde los a?os Ochenta se viene produciendo una devaluaci¨®n del trabajo. En la pr¨¢ctica, la demanda de flexibilidad, nueva ortodoxia de la teor¨ªa econ¨®mica, se ha convertido en un amplio intento de convertir el mercado de trabajo en un mercado de mercanc¨ªas que responda a las leyes de la oferta y la demanda. Se ha roto as¨ª la f¨®rmula de cooperaci¨®n negociada que durante d¨¦cadas hab¨ªa caracterizado al pacto entre capital y trabajo mediado por el Estado en las sociedades industriales, siendo sustituida por una pol¨ªtica de dominaci¨®n absoluta de todos los factores necesarios para la valorizaci¨®n del capital, especialmente del factor trabajo. Con ello no se hace sino profundizar en una caracter¨ªstica siempre presente en las econom¨ªas industriales modernas: siendo el trabajo un factor de producci¨®n variable (en contraste con el capital fijo, la planta y el equipo), el trabajo humano se ha usado siempre para resolver los problemas de incertidumbre que se plantean a esas econom¨ªas. Pero reducir el trabajo humano a mera mercanc¨ªa tiene trascendentales consecuencias. Permitir al mecanismo del mercado ser el ¨²nico elemento directivo del destino de los seres humanos lleva inevitablemente a la disoluci¨®n de la sociedad. De hecho, la presunta mercanc¨ªa-trabajo no puede usarse indiscriminadamente sin que a la vez no influya en el individuo humano y en las condiciones f¨ªsicas y ps¨ªquicas de su misma existencia. Cuando dispone de la fuerza-trabajo de un hombre, de hecho el sistema dispone de la entidad f¨ªsica, psicol¨®gica y moral del "hombre" que se adscribe a esta etiqueta. El trabajo humano no puede ser considerado caro, ya que es precioso. Y porque es precioso, resulta irresponsable pretender rebajarlo a una mercanc¨ªa lo m¨¢s barata posible. Al contrario, es preciso revalorizar el trabajo humano. Una reforma fiscal ecol¨®gica podr¨ªa ser uno de los medios para esa revalorizaci¨®n. Seg¨²n c¨¢lculos del Instituto Alem¨¢n de Investigaciones Econ¨®micas, un eco-impuesto sobre el consumo de combustibles y electricidad permitir¨ªa crear en Alemania m¨¢s de 600.000 puestos de trabajo. Los crecientes costes del transporte pondr¨ªan l¨ªmites al reparto transnacional del trabajo, desde el momento en que dejar¨ªa de ser funcional el actual almac¨¦n rodante de piezas para proveedores que actualmente circula en forma de interminables colas de camiones por las autopistas. Adem¨¢s, unos precios m¨¢s elevados para los recursos naturales dar¨ªan a los productos duraderos claras ventajas de coste frente a los art¨ªculos de usar y tirar y las ef¨ªmeras ofertas de la competencia, todo ello en favor del trabajo. El 1? de Mayo. Un d¨ªa de movilizaci¨®n en favor del trabajo y los trabajadores, cuando son tantos los d¨ªas en los que se producen movimientos en favor de los capitales.
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