Del bast¨®n al basti¨®nXAVIER BRU DE SALA
Tal vez la era de Pujol no est¨¦ tocando a su fin. Pero la ola que ha impulsado y sobre la que ha navegado durante 20 a?os ha perdido su empuje. Tal vez la nueva ola del anticatalanismo -a¨²n naciente- no llegue a cobrar magnitudes amenazantes. Pero ah¨ª est¨¢, se?alando el fin de un consenso que, por activa o por pasiva, ha dominado el panorama de fondo de la pol¨ªtica catalana. El de las ideas ideol¨®gicas, los sentimientos colectivos y las actitudes que de ellos se derivan. Veinte a?os atr¨¢s, Catalu?a ten¨ªa un problema: que la voluntad colectiva de ser naci¨®n se encontraba frenada por el doble peso de la desventaja hist¨®rica -el franquismo- y el gran incremento de la inmigraci¨®n de los sesenta y setenta, que no se hab¨ªa podido integrar plenamente por falta de tiempo y de instrumentos. Como el problema no ten¨ªa soluci¨®n, se opt¨® por la sabia soluci¨®n de congelarlo. Hacer como si no existiera, conjurando as¨ª los peligros de divisi¨®n interna, y dejar que corriera el reloj de los a?os. Pues bien, el tiempo ha transcurrido y va llegando la hora de sacar aquel problema del congelador. La sociedad se ha portado excelentemente, asumiendo la estrategia de la congelaci¨®n, y no se siente amenazada por el euro y la globalizaci¨®n. No hay riesgos de involuci¨®n democr¨¢tica. Pero ello no justifica ni la actitud de ciertos nacionalistas, que pretenden dejar las cosas como estaban y construyen un basti¨®n en el que se refugia una catalanidad exclusivista, ni la de pasarlo del congelador al horno, sostenida por los anticatalanistas de mayor o menor pelaje. De los ritmos y modos de la descongelaci¨®n depende en gran parte el ¨¦xito o el fracaso de la Catalu?a del pr¨®ximo siglo. Si seguimos queriendo para el futuro una sociedad metida en un contenedor identitario ¨²nico, con seis millones de catalanes en ¨¦l, hay que apostar decididamente por ello y evitar en primer lugar el riesgo de que la iniciativa del debate ideol¨®gico se consolide cerca de los extremos, tal como puede ocurrir si prosigue la din¨¢mica naciente. Existe hoy, en el contenedor denominado Catalu?a, una diversidad identitaria todav¨ªa ins¨®lita. En relaci¨®n con las adscripciones identitarias, Catalu?a est¨¢ m¨¢s lejos hoy de la dif¨ªcil heterogeneidad de 20 a?os atr¨¢s. Y m¨¢s cerca por tanto de volver a sentirse naci¨®n. Aunque no est¨¢ todo ganado, ni mucho menos. Al contrario, el proceso podr¨ªa bloquearse -abundan los s¨ªntomas- si no se modifican las condiciones internas de la naci¨®n, si las estrategias compatibilizadoras, flexibles, no vencen a las estrategias excluyentes. Sigue siendo perfectamente posible, en este momento de la historia, la divisi¨®n del contenedor identitario en dos porciones. Detectar los vectores sociales, ideol¨®gicos y pol¨ªticos que tiran hacia los extremos, aun sin estar en ellos, y diferenciarlos de los que contribuyen a la descongelaci¨®n responsable y consensuada es una tarea imprescindible. Si no se ha emprendido p¨²blicamente, no es porque sea de las m¨¢s complicadas. Reconocer la realidad no es forzosamente sin¨®nimo de abandonar la voluntad de modificarla, y de modificarse, claro, como pretenden los que basan su discurso en dicho reconocimiento. Al otro lado, defender el futuro de Catalu?a como naci¨®n no pasa por la construcci¨®n de un basti¨®n inamovible, al que todos los buenos catalanes tienen el deber de apuntarse. No es a partir de actitudes impositivas que se va a llegar a lo que, a mi modo de ver, resulta imprescindible: un nuevo pacto global para el pr¨®ximo decenio. Un pacto que es en primer lugar interior y luego con el resto de Espa?a. ?C¨®mo conseguirlo, si en la esfera pol¨ªtica pocos est¨¢n por la labor? Mi convicci¨®n es que si una masa suficiente de intelectuales est¨¢ por la labor, los pol¨ªticos acabar¨¢n siguiendo. (M¨¢s f¨¢cil ser¨ªa al rev¨¦s, porque es sabido que los intelectuales est¨¢n m¨¢s c¨®modos sirviendo al poder que marc¨¢ndole, pero en fin, no es imposible.) Ah¨ª van un par de ejemplos. ?Alguien se ha preguntado por qu¨¦ CDC, que triunf¨® gracias al consenso inicial de los setenta, tiene ahora tanta alergia al consenso, sobre todo en cuestiones fundamentales? Porque el consenso lleva aparejada la necesidad de partir y repartir el bast¨®n de mando catalanista, lo que facilitar¨ªa la alternancia y la p¨¦rdida del monopolio de la Administraci¨®n auton¨®mica. ?Por qu¨¦ hay tan pocos defensores del biling¨¹ismo entre los nacionalistas? Para que no los confundan con los que, bajo la bandera del biling¨¹ismo, pretenden convertir el catal¨¢n en una lengua redundante, un eco, al fin prescindible, del castellano. Con bloqueos pol¨ªticos y mentales como los ejemplificados, se alimenta la din¨¢mica de consolidaci¨®n de dos bastiones contrapuestos, uno a cada lado del contenedor. A veces, las soluciones no pasan tanto por las grandes palabras como por el hallazgo de herramientas conceptuales adecuadas. ?Qu¨¦ tal si se empieza a exigir, por ejemplo, que los proyectos pol¨ªticos para Catalu?a empiecen a llevar fecha y modus operandi? Dise?ar catalu?as sin fecha es un buen modo de contribuir a liarla. Algunos aseguran que la situaci¨®n de hoy debe ser la de siempre. Enga?oso. Otros se presentan con proyectos sin decir para cu¨¢ndo ni c¨®mo, con lo que dichos proyectos se convierten en m¨¢scaras. Necesitamos de los pol¨ªticos saber qu¨¦ desean para los pr¨®ximos 10 a?os, c¨®mo podr¨ªa conseguirse y qu¨¦ piensan hacer para conseguirlo (lo que no debe confundirse, claro, con un programa electoral). No que nos mareen con sus aspiraciones de convertir la tierra en imposible cielo o el cielo en la foto fija de la realidad. La tradici¨®n del pactismo, que junto a la voluntad de ser constituye el eje b¨¢sico de Catalu?a, no se ver¨¢ precisamente favorecida por la construcci¨®n de dos bastiones. Para facilitar una reformulaci¨®n del pacto interior, hay que resolver algo: si en el nacionalismo ideol¨®gico soplan vientos contrarios y hay dudas sobre la conveniencia de apuntarse al basti¨®n o de instalarse en un territorio m¨¢s de frontera, com¨²n, los del contra basti¨®n se quedan donde estaban. Alg¨²n gesto, s¨ª. Movimiento, ninguno. Si quer¨¦is, aqu¨ª estamos. ?A qu¨¦ jugamos? ?A partir el bast¨®n, y repartirlo, o a construir otro basti¨®n opuesto, con el contrafuerte del moderno neonacionalismo espa?ol, el que se apoya en la plataforma verbal del antinacionalismo? De la respuesta intelectual a esa pregunta y de las actitudes que en uno u otro caso se deriven depender¨¢n bastantes cosas para el futuro apacible de los catalanes. Por eso termino con una modest¨ªsima pero en¨¦rgica apelaci¨®n a incrementar el peso de la prudencia y la responsabilidad de todos los que toman cartas p¨²blicas en el asunto. Catalu?a no ser¨¢ lo que cada uno de nosotros pretende. Ser¨¢ m¨¢s bien lo que nuestros hijos y nietos quieran que sea. Si no se lo hemos estropeado antes descongelando con el soplete y refugi¨¢ndonos en bastiones contrapuestos.
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