El coraz¨®n de las tinieblas
Como el viajero del conradiano El coraz¨®n de las tinieblas , como el militar que sube r¨ªo arriba para encontrarse con el coronel Kurtz en su apenas desembozada versi¨®n cinematogr¨¢fica, Apolcaypse now, de F. F. Coppola; tambi¨¦n en Hombres armados se habla de un viaje inici¨¢tico hacia el horror. Hay, no obstante, una diferencia: el horror de Conrad, el de Coppola, ten¨ªan su origen en la violencia, pero su perfecta materializaci¨®n es un hombre que ha perdido toda idea de control, todo mecanismo civilizatorio para darse sin freno a una org¨ªa de destrucci¨®n y muerte. Aqu¨ª, en cambio, esa violencia es mucho m¨¢s cotidiana, m¨¢s chusca, menos wagneriana: no estamos ante el ocaso de ning¨²n dios enajenado, sino ante la vida cotidiana de multitud de personas que son los ejecutores de la violencia... o sus v¨ªctimas.La sombra de Chiapas, el zapatismo y la peripecia de los pueblos ind¨ªgenas que viven a ambos lados de la frontera entre M¨¦xico y Guatemala parecen estar en la base del filme. Y sin embargo, el origen es m¨¢s remoto: el personaje de una novela de Francisco Goldman, llamada La larga noche de los pollos blancos , cuyos rasgos son los que encarna un gran Federico Luppi en la pel¨ªcula. Y m¨¢s atr¨¢s a¨²n, el inter¨¦s del no menos grande John Sayles, el m¨¢s rabiosamente independiente de los independientes americanos, por conocer la cultura de los pueblos con los que convive cotidianamente, sean ¨¦stos los mal llamados hispanos de Tejas, como la recrea la soberbia Lone Star , su obra maestra anterior, bien los indios de diversas etnias que viven en Centroam¨¦rica.
Hombres armados (Men with guns)
Direcci¨®n, gui¨®n y montaje: John Sayles. Fotograf¨ªa. Slawomir Idziak. M¨²sica: Mason Daring. Producci¨®n: R. Paul Miller y Maggie Renzi, EE UU. 1996. Int¨¦rpretes: Federico Luppi, Dami¨¢n Delgado, Dan Rivera Gonz¨¢lez, Tania Cruz, Dami¨¢n Alc¨¢zar, Mandy Patinkin, Kathyrn Grody. Estreno en Madrid: Paz, Alphaville.
La primera sorpresa que asalta al espectador a la hora de ver esta iniciaci¨®n en el dolor es justamente el hecho de que est¨¢ viendo una pel¨ªcula estadounidense, pero ¨ªntegramente hablada en castellano, con incursiones de dialectos locales. Esta opci¨®n dota al filme de una fuerte cuota de verosimilitud. Pero no s¨®lo eso: demuestra un respeto por parte del realizador por sus criaturas que est¨¢ en las ant¨ªpodas de la sempiterna manipulaci¨®n de la historia de los pueblos situados al sur del r¨ªo Grande.
La segunda sorpresa es el rigor con que el filme expone sus opiniones. No porque no estemos acostumbrados a que el director de Lianna llegue hasta el fondo de lo que plantea, sino porque aqu¨ª lo hace sobre un tema espinoso, dif¨ªcil e inquietante, la explotaci¨®n de los ind¨ªgenas centroamericanos por parte de los blancos, la convivencia con el despotismo de los militares, pero tambi¨¦n con las exigencias de las distintas guerrillas locales, que cogen entre dos fuegos a comunidades pac¨ªficas obligadas a vivir bajo la constante amenaza de eliminaci¨®n.
En este sentido, Hombres armados no es, contra lo que aparenta, un filme pol¨ªtico. A lo que apunta Sayles es a mostrar la miop¨ªa cultural de los blancos hacia las masacres que suceden siempre lejos, tan lejos como Chiapas, la selva Lacandona, los territorios norte?os de Guatemala. De ah¨ª un personaje como el que Luppi encarna, un m¨¦dico humanista y urbano, un poco socialmente miope, bastante torpe para moverse fuera de su h¨¢bitat, como seguramente la mayor¨ªa abrumadora de los espectadores del filme.
Sayles usa a Luppi para erigirlo en nuestro representante dentro de la ficci¨®n, y los resultados de su utilizaci¨®n son sencillamente insuperables. Con Luppi sufrimos, con ¨¦l nos identificamos, a ¨¦l lo seguimos en ese ascenso hacia los infiernos, cada vez m¨¢s lejos de cualquier pauta supuestamente civilizada. El filme se toma su tiempo para contar ese horror; pero lo hace con ejemplar, c¨ªvico empe?o. Rotunda como un pu?etazo, paciente y dura como el propio viaje que propone, Hombres armados es no s¨®lo una pel¨ªcula espl¨¦ndida: es tambi¨¦n una lecci¨®n de c¨®mo emplear el cine para trazar un retrato moral del sufrimiento humano.
Babelia
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