Fraga rompe con su viaje a Libia el cerco diplom¨¢tico a Gaddafi
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Los pol¨ªticos occidentales no ponen un pie en Libia, un pa¨ªs sometido desde 1992 a un embargo de la ONU, pero Manuel Fraga, como ya hizo en su d¨ªa con Fidel Castro, vuelve a dar la nota discordante. Ante la perplejidad de la diplomacia comunitaria y el apoyo sin entusiasmos del Gobierno espa?ol, el presidente de la Xunta parti¨® ayer hacia este pa¨ªs con el objetivo de ver al "gu¨ªa de la revoluci¨®n", Muammar el Gaddafi.
Para justificar algunas de sus m¨¢s llamativas piruetas, Fraga hizo c¨¦lebre en Espa?a el dicho brit¨¢nico de que la pol¨ªtica hace extra?os compa?eros de cama. En esta ocasi¨®n la frase podr¨ªa remedarse en extra?os compa?eros de jaima, la tienda beduina en la que Gaddafi a¨²n gusta de recluirse para meditar acerca de los asuntos de la Yamahiriya, el Estado de Masas edificado sobre la Tercera Teor¨ªa Universal que ¨¦l mismo revel¨® al mundo en su famoso Libro Verde.No es Libia un lugar que frecuenten los pol¨ªticos europeos. Los dirigentes de m¨¢s fuste que visitaron el pa¨ªs en los ¨²ltimos meses han sido los presidentes de Uganda y Mali y el jefe de la oposici¨®n sudanesa. Pero, como ya hizo en 1991 cuando viaj¨® a Cuba para abrazar a Castro, Fraga parece empe?ado en demostrar que nadie va a decirle con quien puede hablar o dejar de hablarse.
El programa oficial de la visita de cuatro d¨ªas no incluye la entrevista con Gaddafi, pero esto no es raro trat¨¢ndose del enigm¨¢tico l¨ªder libio. Fuentes de la Xunta aseguran que es probable que Fraga se vea a solas con el coronel en alg¨²n momento y lugar que no se anunciar¨¢n previamente. En cualquier caso, s¨ª est¨¢ prevista una entrevista con el equivalente al primer ministro, Mohamed al Mangush, y con los responsables de Exteriores, Econom¨ªa, Transportes y Turismo.
En 1986, cuando Gaddafi se salv¨® por los pelos del bombardeo estadounidense sobre Tr¨ªpoli y Bengassi, Fraga disinti¨® de la totalidad de las fuerzas pol¨ªticas espa?olas y de la mayor¨ªa de los gobiernos europeos y apoy¨® incondicionalmente al presidente estadounidense Ronald Reagan y a la primera ministra brit¨¢nica Margaret Thatcher. El entonces jefe de la oposici¨®n espa?ola consider¨® el ataque a Libia un acto "cabal" y de "leg¨ªtima defensa". Ahora, para justificar su iniciativa, se declara contrario "a todo tipo de bloqueos", que perjudican "m¨¢s a los pueblos que a los gobiernos", y est¨¢ dispuesto a salvar cualquier diferencia ideol¨®gica si ello favorece los "intereses sagrados de Galicia".
La determinaci¨®n de Fraga no se ha roto ni por las obst¨¢culos que se ha encontrado la Xunta para preparar el viaje. Hace algunos d¨ªas, funcionarios libios retuvieron en la aduana los pasaportes de cuatro emisarios del Gobierno gallego que ultimaban en el pa¨ªs los detalles de la visita. Otro serio problema ha sido el bloqueo a¨¦reo que decret¨® la ONU como parte de las sanciones contra Tr¨ªpoli por su negativa a entregar a dos ciudadanos libios acusados de preparar el atentado contra el Boeing 747 que en diciembre de 1988 explot¨® en pleno vuelo sobre la localidad escocesa de Lockerbie, causando la muerte a 259 pasajeros y 11 vecinos del pueblo. Desde 1992, en Libia no se permite la entrada de aviones extranjeros, lo que oblig¨® a Fraga a volar desde Santiago a Barcelona, de all¨ª a la capital de T¨²nez, luego a la isla de Djerba, en este mismo pa¨ªs, y, finalmente, cruzar la frontera en coche hasta Tr¨ªpoli.
Intereses econ¨®micos
Los "intereses sagrados" a los que alude Fraga son econ¨®micos y por eso viajan con ¨¦l directivos de 15 empresas gallegas, de los sectores pesquero, conservero, maderero, transporte mar¨ªtimo y automoci¨®n. La Xunta pretende equilibrar la balanza comercial entre Galicia y Libia, favorable a la ¨²ltima en 18.000 millones de pesetas. En realidad, es la misma situaci¨®n que el conjunto de Espa?a, el tercer pa¨ªs que m¨¢s compra a Libia -absorbe el 10% de sus exportaciones- y s¨®lo el sexto que m¨¢s le vende. Tr¨ªpoli ha reducido sus importaciones en los ¨²ltimos a?os y se espera que siga as¨ª mientras dure la tendencia a la baja del petr¨®leo.
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