Historia de un sentimiento Manuel Leguineche, Patxo Unzueta y Santiago Segurola recogen en un libro sus conversaciones sobre el Athletic
El centenario del Athletic es adem¨¢s de una fecha hist¨®rica, la suma de m¨²ltiples sensibilidades que han convenido una especie de religi¨®n deportiva que trasciende a la inmediatez de los resultados y las exigencias del mercado. El Athletic por mor de su filosof¨ªa y su implicaci¨®n en el tejido social de los aficionados al f¨²tbol, se convierte as¨ª en una fe que ha permanecido inalterable a situaciones adversas y cambios espectaculares en el panorama de este juego. Las vivencias, los recuerdos, las an¨¦cdotas y el an¨¢lisis de la anatom¨ªa social y deportiva de este club, es el motivo de un libro publicado por la editorial EL PA?S-Aguilar, bajo el t¨ªtulo "Athletic 100. Conversaciones en la Catedral", que recoge las conversaciones mantenidas por tres periodistas vascos en Madrid, Manuel Leguineche, Patxo Unzueta y Santiago Segurola. El libro, que se presentar¨¢ el viernes en Bilbao, se completa con un ap¨¦ndice hist¨®rico del centenario rojiblanco, elaborado por el tambi¨¦n periodista Eduardo Rodrig¨¢lvarez. EL PA?S adelanta hoy el primer cap¨ªtulo del libro.
[Hay una parte oral en el f¨²tbol que resulta decisiva como hilo conductor de entusiasmo entre las sucesivas generaciones. Antes que la afici¨®n est¨¢ la palabra de un padre, de un hermano, de todos aquellos que nos revelaron los primeros secretos de este juego y de lo que despu¨¦s significa: un sentimiento invencible que condensa una parte considerable de nuestra vida, quiz¨¢ de una manera m¨¢s poderosa de lo conveniente. Nuestros humores y esperanzas, nuestra infancia, los mitos, lagunas peque?as mezquindades, la aprensi¨®n, un leve sectarismo y tambi¨¦n la grandeza de ciertas emociones... todo eso est¨¢ contenido en la pasi¨®n por el f¨²tbol y especialmente por nuestro equipo: el Athletic. Si algo favorece la relaci¨®n sentimental con el equipo es la distancia, tal y como le ha sucedido a Manu Leguineche. Estas conversaciones que siguen son idea suya: tres periodistas vizca¨ªnos, afincados en Madrid -aunque en el caso de Manu resulte m¨¢s f¨¢cil ubicarle en los lugares m¨¢s temibles del planeta- y vinculados sin remedio al Athletic. Los tres pertenecemos a generaciones diferentes, sucesivas en este caso, con el trasunto futbol¨ªstico que eso tiene. Cada uno guarda una memoria del Athletic, y a Manu le parece que este momento -el centenario del club- es estupendo para hablar de nuestro equipo y de lo que significa para los tres. En su casa de Madrid, frente al Campo de Vallehermoso, entre los anaqueles desbordantes de libros, Manu dispone una mesa para conversar. Perfecto, sent¨¦monos y hablemos]. Santiago Segurola. Como ocurre en los equipos de f¨²tbol, me parece que es conveniente designar ciertos papeles en la conversaci¨®n. Puesto que soy el m¨¢s joven, debo de ser respetuoso con las jerarqu¨ªas, as¨ª que me pongo la camiseta del hermano peque?o. Vosotros dos hab¨¦is tenido una experiencia m¨¢s antigua en esto de vivir el Athletic desde lejos: t¨², Patxo, en el exilio, y Manu, de reportero por el mundo. T¨², Manu, tuviste una experiencia surrelaista en las horas previas al comienzo del bombardeo de Bagdad. Manuel Leguineche. Sin embargo, vosotros dos sois m¨¢s racionalistas que yo, que tengo el terrible defecto de ser sentimental, por lo que si llenamos de sentimentalismo esto y no le damos un toque de humor, el libro lo queman en la hoguera en el auto de fe, ya mismo. S.S. Empecemos entonces con un acto de fe demencial en el Athletic. M.L. Ah, el Athletic, el cromosoma del Athletic, que dicen que marca para toda la vida. El puente de San Ant¨®n, el ¨¢rbol de Gernika y los dos leones. Lo queremos como pasi¨®n y como mito. Como todos los mitos, tambi¨¦n el Athletic est¨¢ fundado en la realidad, se explica y nos libera a trav¨¦s de una f¨¢bula ¨²nica en su g¨¦nero. Como escribe el soci¨®logo franc¨¦s Barthes del Tour de Francia: "nos ofrece una imagen ut¨®pica del mundo". pero vayamos a lo de Irak. S.S. Bagdad, verano de 1991... M.L. Me he pasado a?os en guerras, tifones, terremotos, golpes de Estado, manipulando la radio de onda corta para saber lo que hab¨ªa hecho el Athletic. El episodio que dicen ocurri¨® en el hotel Meli¨¢ Mansur de Bagdad, la capital de Irak, un par de d¨ªas antes del comienzo de la Tormenta del Desierto. De ese mismo hotel me expulsaron a?os antes del comienzo de la guerra Irak-Ir¨¢n. Un energ¨²meno entr¨® en mi habitaci¨®n sin llamar y me sac¨® a punta de pistola. Era un hotel que hab¨ªa sido espa?ol, donde la carta de vinos inclu¨ªa varios riojas de primera, que como es natural hab¨ªan desaparecido de la bodega. Cuando empez¨® el bombardeo aquel de la CNN nos encontr¨¢bamos en el refugio. Entonces aparecieron unos sudaneses, camareros vestidos de etiqueta, con su pajarita y todo y con unas bandejas en las que ofrec¨ªan pastas y naranjadas. Creo que es la primera vez en la historia de un refugio y una guerra en que han servido copas. En fin, que horas antes del bombardeo llamaron a la puerta de mi habitaci¨®n en el Mansur Meli¨¢. El tel¨¦fono no dejaba de sonar. Llamaban amigos, familiares, conocidos como despidi¨¦ndose de uno. Daban por sentado que el bombardeo era inminente y que quedar¨ªamos sepultados bajo las bombas de Estados Unidos. Abr¨ª la puerta y me encontr¨¦ con unos chicos j¨®venes. "Hola, Manu", dijeron, "somos paisanos tuyos, de Bilbao". No ten¨ªan pinta de periodistas, de modo que les pregunt¨¦ cual era el motivo de su visita. "Formamos un conjunto musical, respondieron, y hemos venido a ponerle al presidente de Irak, Sadam Husein, la camiseta del Athletic". S.S. No me parece el mejor momento... M.L. No lo creo, pero este gesto viene a demostrar la afici¨®n, el desprecio del riesgo y la determinaci¨®n de los apasionados forofos del Athletic: a Bagdad en v¨ªsperas de la guerra, para investir a Sadam con la camiseta del Athletic. El grupo se hac¨ªa llamar "italiano y musical". Me preguntaron cu¨¢l era la situaci¨®n, las posibilidades que tendr¨ªan de enfundarle la camiseta roja y blanca a Sadam Husein. "No os oculto que pocas, muy pocas. La guerra va a estallar de un momento a otro y no creo que Sadam est¨¦ como para ponerse la camiseta de Panizo, de Gainza o de Julen. M¨¢s bien se habr¨¢ puesto el chaleco antibalas. est¨¢ revistando a las tropas en el frente sur. A partir de aqu¨ª, cualquiera sabe d¨®nde se esconder¨¢. Duerme cada d¨ªa en cama distinta, se disfraza de beduino, de pastor, de odalisca. Se hace probar la comida por los cocineros, se lleva sus propios sillones pare evitar que le pongan un pincho envenenado en el culo, ha distribuido dobles por todas partes, a Luis Mari?as (el periodista) le hicieron lavarse las manos varias veces. Antes de pasar a la entrevista con Sadam, tuvo que dejar fuera del arco de metales lo que llevaba encima: tabaco, mechero, llaves..." Para animarles les dije que me parec¨ªa genial de que le pusieran a Sadam la camisola del Athletic. A ver, qu¨¦ les iba a decir a los pobres. S.S. O sea, que el presidente de Irak, el enemigo p¨²blico n¨²mero uno del mundo civilizado, se qued¨® sin vestir nuestros colores. M.L. As¨ª fue. Hasta la vida es un partido desigual. Pero la cosa no termin¨® ah¨ª, porque esa misma noche tuve un sue?o. El presidente Sadam Husein se me apareci¨® en un bunker. Le rodeaban los chicos del conjunto musical bilba¨ªno. Vi c¨®mo el dictador de Bagdad se quitaba la guerrera, el pardo jersey, la kefia, el pa?uelo beduino que cubr¨ªa su cabeza, y con toda solemnidad se pon¨ªa la camiseta roja y blanca. El solista del grupo le dec¨ªa al ayudarle: "Se?or presidente, tenemos el honor de vestirle con la camiseta del mejor equipo del planeta. S¨®lo aceptamos jugadores de la tierra. Caso ¨²nico en el f¨²tbol mundial".Y le recitaba la lista de los mejores jugadores de la historia del club: Pichichi, Txirri II, Blasco, Iraragorri, Gorostiza, Zarra, Ga¨ªnza, Sarabia, Julen Gerrero... Y en ese momento empezaba la III Guerra Mundial, con Sadam vestido de Panizo. Esto demuestra el grado de entrega de los hinchas athl¨¦ticos. Tantas veces habr¨¦ so?ado que me daban la oportunidad de enmendar el fallo de alg¨²n delantero nuestro. Iba yo, sereno y s¨®lo ante el peligro, y marcaba. Desde la distancia S.S. T¨² contabas, Patxo, en un art¨ªculo de El Pa¨ªs, una an¨¦cdota que tiene mucho que ver con ese sentimiento que levanta el Athletic en la gente: lo de los jesuitas de el Salvador... Patxo Unzueta. S¨ª, pero antes d¨¦jame decir, respecto a lo que ha contado Manu, que la camiseta trae el recuerdo de la novela de Luis de Castresana, El otro ¨¢rbol de Guernica, de lo que ¨¦l cuenta de los ni?os de la guerra refugiados en B¨¦lgica, que ten¨ªan una ¨²nica camiseta del Athletic, y de c¨®mo se iban turnando poni¨¦ndosela uno cada d¨ªa (v¨¦ase Documento n?1). Me parece una de las im¨¢genes m¨¢s emocionantes porque, habiendo pasado por el destierro, estoy convencido de que del amor a la tierra y las cosas de la tierra s¨®lo se toma conciencia plena desde la distancia. Una manifestaci¨®n de esa relaci¨®n con el Athletic en las situaciones m¨¢s inveros¨ªmiles es lo que ha recordado Santi de los jesuitas de El Salvador. A m¨ª me lo cont¨® Rafa Aguirre, el decano de la Facultad de Teolog¨ªa de Deusto. Parece ser que el d¨ªa que se hab¨ªa celebrado el funeral por monse?or ?scar Arnulfo Romero, asesinado unos d¨ªas antes por la extrema derecha, y con el ej¨¦rcito disparando, un grupo de los asistentes, entre los que estaban los te¨®logos Jon Sobrino e Ignacio Ellacur¨ªa -al que tambi¨¦n asesinar¨ªan unos a?os despu¨¦s-, se hab¨ªa refugiado en el campanario. Ten¨ªa un peque?o transistor y en un momento dado Sobrino, que estaba buscando emisoras, grita: "No todo est¨¢ perdido, acaba de marcar Noriega". Mientras silbaban las balas. Supongo que se refer¨ªa al gol de Noriega en Mestalla, en la pen¨²ltima jornada de la Liga de la temporada 1983-84. Est¨¢bamos empatados a puntos con el Madrid, y era imprescindible ganar en Valencia para seguir aspirando al t¨ªtulo. Marc¨® Dani, pero enseguida empat¨® Garc¨ªa Pitarch, lo que colocaba al Madrid en cabeza. Pero casi al final del partido Noriega marc¨® de cabeza el 1-2. Los te¨®logos de la liberaci¨®n cantaban el gol del Athletic en medio del tiroteo. S.S. La camiseta y la distancia est¨¢n unidas. Has hablado de la camiseta, de lo que representaba el Athletic en el libro de Castresana. Recuerdo lo que represent¨® para m¨ª uno de los mayores triunfos en la infancia. Nac¨ª en Baracaldo, mi padre era de origen guipuzcoano, pero hincha fan¨¢tico del Athletic. Como bien sab¨¦is, Baracaldo es un pueblo de aluvi¨®n. En mi barrio hab¨ªa gente de todas las regiones: santanderinos, andaluces, castellanos, y uno, Manol¨ªn, que era gallego, de Mellid, hincha irredento del Madrid. Por cierto, jugaba al f¨²tbol con mucha propiedad. Con siete u ocho a?os, mi regalo so?ado era conseguir la camiseta del Athletic y el pantal¨®n negro. Naturalmente, ¨¦l quer¨ªa tener la camiseta de Amancio. Llegu¨¦ a pensar que Amancio era de su pueblo, porque lo ten¨ªa muy sublimado. Creo que era el a?o en el que descubres que los reyes magos son los padres. Empec¨¦ a visitar las tiendas de regalos en una de ellas estaban todas las camisetas de los equipos, pero faltaba la del Madrid, que era la que quer¨ªa comprar mi amigo. Entonces iniciamos una discusi¨®n enorme, durante una hora. Yo intentaba convencerle de que, a pesar de su afici¨®n por el Madrid, no hab¨ªa nada m¨¢s adecuado, ni mejor, que comprar la camiseta del Athletic. Lo consegu¨ª. Se llev¨® la rojiblanca, aunque debo decir que nunca le vi muy satisfecho de su capitulaci¨®n, pero el caso es que de ah¨ª salimos los dos con nuestra camiseta del Athletic y el pantal¨®n negro. Nunca se la vi puesta, pero fue una experiencia... esa sensaci¨®n de absoluta felicidad que tiene uno cuando consigue vencer la resistencia del otro en el m¨¢s dif¨ªcil de los terrenos. O sea, en el f¨²tbol. Por razones que pueden parecer inexplicables, lo tengo como algo memorable de la infancia, aunque casi todo lo mejor de ella est¨¢ relacionado con el Athletic. Es algo que va m¨¢s all¨¢ de cualquier otra cuesti¨®n. Para m¨ª, la camiseta de Iribar, el arco de San Mam¨¦s cuando lo ve¨ªa aparecer desde la carretera de Zorroza, todas esas cosas representaban la gran referencia de mi infancia y de Bilbao, una ciudad que yo ve¨ªa como un lugar grande y desconocido: mi Nueva York particular. El Athletic y todo lo que representa es la infancia y, sin duda, el mejor momento de mi vida. No s¨¦ si vuestras primeras vivencias del Athletic tienen la misma significaci¨®n m¨¢gica que para m¨ª. P.U. Yo nac¨ª en 1945, y la frontera de mi memoria futbol¨ªstica se sit¨²a a comienzos de los cincuenta. No tengo recuerdo directo, sino adquirido mucho despu¨¦s, por ejemplo, de la final de 1950, contra el Valladolid, con los cuatro goles de Zarra, tres de ellos en la pr¨®rroga. De despu¨¦s, ya s¨ª, pero esa final, todav¨ªa no. Y del Mundial de R¨ªo, tampoco. Pero por ah¨ª pasa la frontera: entre 1950 y 1952, que ya s¨ª recuerdo. M.L. El bautismo athl¨¦tico se lo debemos al padre, a un t¨ªo, a un hermano mayor. Mi padre estaba marcado por el cromosoma Athletic. Era un hombre de gran temperamento. Not¨¦, yo era muy ni?o, que algunos domingos llegaba a casa de un humor de perros, enfurru?ado, intratable. Otros, lleno de bondad y cari?o. ?Cu¨¢l era el secreto de esos cambios de humor? Muy sencillo, el Athletic, su Athletic, que pronto ser¨¢ el m¨ªo, hab¨ªa perdido o ganado. Lo descubr¨ª pronto, y pronto me llev¨® a San Mam¨¦s. La patria es la infancia y la patria termina siendo el Athletic. Recuerdo aquella frase que pronunci¨® en la guerra de Vietnam un amigo nuestro: "No hemos tenido infancias felices, pero hemos tenido Vietnam". La guerra era Disneylandia para ¨¦l. Quiz¨¢ no tuvimos infancias felices pero tuvimos Athletic. Superamos el trago a base de libros, cine y Athletic. Hemos cambiado de se?ora, o nos ha cambiado ella, de peri¨®dico, de cepillo de dientes, de partido, de amigo, de coche, de marca de whisky, de desodorante, pero no de Athletic. El primer partido S.S. ?Record¨¢is cu¨¢l fue el primer partido que visteis en San Mam¨¦s? M.L. Lo tengo en la nebulosa. Debi¨® ser all¨¢ por el 48 o el 49, no recuerdo el equipo. No s¨¦ si lo he so?ado, pero como espectador debut¨¦ con suerte, un 2-0 a nuestro favor. Lo que s¨ª se me qued¨® grabado a fuego fue la emoci¨®n de penetrar en el templo de la tribu, en San Mam¨¦s. Iba lleno de alegr¨ªa porque a partir de esa tarde se me admit¨ªa en la cofrad¨ªa, en la congregaci¨®n. Lo que s¨ª recuerdo con claridad fueron los partidos de eliminatoria europea contra el Oporto, el Honved y el Manchester, ¨¦ste en d¨ªa de intensa nevada, cargados de tensi¨®n y de le?a en el campo. Nos descabalg¨® el Manchester United. Y tambi¨¦n recuerdo los viajes a los campos lim¨ªtrofes para acompa?ar a mi padre. Casi nunca quedaban entradas me quedaba fuera. All¨ª estaba yo aparcado en el coche en la proximidad del estadio. A veces el cronista Joma, que lleg¨® a jugar como portero en el Plencia, nos sacaba del apuro. Fue ¨¦l quien evit¨® que las tropas de Franco, de las que form¨® parte, acamparan en San Mam¨¦s. Por lo general me quedaba en el coche, desolado, oyendo desde fuera los rugidos y los humores del estadio. ?bamos a Pamplona, a Zaragoza, a Santander. Me convert¨ª en un experto en sonidos, en la interpretaci¨®n de los aullidos de los espectadores. El silencio g¨¦lido presiagiaba gol del Athletic, anotaba las broncas al ¨¢rbitro, etc¨¦tera. Menos mal que un d¨ªa llegaron los transistores. Por cierto, parece que fue en Bilbao donde Puskas escuch¨® las noticias de la entrada de los tanques rusos en Budapest y donde decidi¨® no volver a Hungr¨ªa. Fue en octubre del 56, en un partido de la Copa de Europa contra el Athletic de Bilbao, que luego se hizo m¨ªtico porque fue sobre la nieve, como aquel otro contra el Manchester United. Algunos regresaron a Budapest, como Grosics, pero Puskas no lo hizo, y, despu¨¦s de jugar un partido de desempate, me parece que en Bruselas, el Honved se desintegr¨®. El ¨²ltimo equipo que se enfrent¨® al gran Honved fue el Athletic (v¨¢se Documento n?2). P.U. Pero ¨¦se ya era el Athletic de Daucik, y t¨², que eres del 41, has tenido que ver a la generaci¨®n anterior, la de Zarra y Gainza. M.L. De la famosa delantera recuerdo la clase de Iriondo, que es de mi pueblo, jugador fino, genio del contraataque, una ametralladora en cada pie; la fuerza y musculatura de Venancio, v¨¢lido para todos los puestos; la acometividad de Zarra, el olfato del gol, la segunda cabeza de Europa despu¨¦s de Churchill, como escribi¨® un periodista brasile?o incapaz de comprender a aquella m¨¢quina de hacer goles que se llevaba el bal¨®n con las mangas y consegu¨ªa burlar la mirada de los ¨¢rbitros. Zarra ¨¦pico, el ariete de la furia, caballero, seis veces Pichichi, m¨¢s de cuatrocientos partidos con su equipo, el hombre m¨¢s limpio en el terreno de juego, que s¨®lo fue expulsado una vez (Escart¨ªn era el ¨¢rbitro) en la final de Copa con el Valencia, tras una agresi¨®n de ?lvaro. Zarra, que era capaz de tirar balones fuera desde la boca de gol para que socorrieran a un rival ca¨ªdo. Y Ga¨ªnza, la astucia, la velocidad, el instinto del pase medido desde la banda inglesa a la cabeza de Zarra. Si miro en el espejo retrovisor de la historia athl¨¦tica ver¨¦ momentos estelares de los cinco grandes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.