La pu?alada de Bruselas
??Por qu¨¦ Jacques Chirac apu?al¨® a Helmut Kohl?? As¨ª, brutalmente, se plante¨® ayer el debate en el seno de la Comisi¨®n Europea sobre los resultados de la reciente cumbre del euro en Bruselas.Los comisarios no alcanzaron una conclusi¨®n definitiva sobre las causas de la pu?alada. Muchos acusaron al aventurerismo nacionalista del presidente franc¨¦s como origen de todo el desaguisado: estir¨® la cuerda hasta el l¨ªmite de su resistencia, exigiendo fecha concreta y formalismos excesivos para el anuncio de la renuncia del holand¨¦s Wim Duisenberg a mitad de su mandato como presidente del Banco Central Europeo (BCE).
Un alto diplom¨¢tico franc¨¦s diseccionaba las razones de su conducta. Hist¨®ricas, porque mientras sugiri¨® que la reforma del Tratado de Maastricht en Amsterdam estableciese una Comisi¨®n de comisarios a-nacionales , ?los alemanes se cerraron en banda a que un franc¨¦s u otro nacional del Sur encabezase el primer mandato del BCE? y en los ¨²ltimos a?os ?han venido cada poco con nuevas exigencias, como el Pacto de Estabilidad o el plan Waigel ?, que la prensa de Par¨ªs presentaba siempre como ?derrota? francesa.
Coyunturales, porque Chirac pensaba que el pacto previo con Bonn estaba cerrado incluso en sus m¨¢s peque?os detalles: el malentendido. Y dom¨¦sticas, porque el El¨ªseo necesitaba ?signos pol¨ªticos?, como las victorias de conseguir un primer vicepresidente del BCE franc¨¦s y un segundo presidente tambi¨¦n franc¨¦s que hicieran tragar a sus euroesc¨¦pticos el paso al euro.
Ser¨¢n explicaciones, pero no justificaci¨®n. Si tan graves eran las presiones antifrancesas y antisure?as, bastaba haber vetado al candidato de Bonn, Duisenberg, de antemano, sin hacer peligrar la cumbre. Los excesos de confianza conducen al malentendido s¨®lo de pol¨ªticos ingenuos o ignorantes de que su deber consiste en amarrar los detalles de las citas hist¨®ricas. Y el carburante contra los euroesc¨¦pticos pod¨ªa haberlo sacado Chirac de su propio bolsillo con antelaci¨®n, impidiendo el voto negativo de su partido gaullista contra el euro en la Asamblea.
Chirac arruin¨® la solemnidad de la cumbre y el fantasma ausente del presente Tony Blair no supo evitarlo. Con esta conducta, aqu¨¦l desmejor¨® incluso su ¨²nico argumento valioso: la elecci¨®n de la autoridad monetaria depende del poder democr¨¢tico , elegido, y no de un lobby tecnocr¨¢tico, los gobernadores.
?Todos ten¨ªan un problema, pero ninguno el mismo? al abordar los toques finales sobre el compromiso final, radiografiaba ese diplom¨¢tico. Helmut Kohl deb¨ªa asegurar a sus inminentes votantes que cumpl¨ªa el Tratado y que el BCE ser¨¢ independiente para que el euro sea tan estable como la divisa alemana y evitar as¨ª su sensaci¨®n de orfandad del marco. El holand¨¦s Wim Kok ten¨ªa que sortear la humillaci¨®n de Duisenberg.
As¨ª es, si as¨ª os parece. Pero los grandes l¨ªderes lo son si eval¨²an los riesgos que imponen a sus socios m¨¢s queridos, y los cotejan con sus dividendos. Adem¨¢s de amargar el impacto pol¨ªtico de la cumbre (no, por fortuna y por inercia hist¨®rica, su traducci¨®n en los mercados), Chirac provoc¨® la derrota pol¨ªtica de quien hab¨ªa encajado sus reivindicaciones. Ante sus coligados y electores, el canciller ha aparecido desnudo y d¨¦bil.
?Consecuencias? Adem¨¢s del mayor renqueo del eje franco-alem¨¢n, la Comisi¨®n augura un Kohl ?mucho m¨¢s duro y menos confiado? en la pr¨®xima cumbre de Cardiff. M¨¢s defensivo, recuperando su tono renacionalizador de Amsterdam. No ha podido capitalizar en casa su gran apuesta, el euro. Tendr¨¢ ahora que aparecer electoralmente como campeador contra la excesiva contribuci¨®n alemana al presupuesto com¨²n, con el peligro de que eso merme los dineros de la pol¨ªtica de cohesi¨®n, esencial para los pa¨ªses del Sur. Quiz¨¢ resucite. Pero, viva o muera, la pu?alada de Chirac sangra. A Kohl y tambi¨¦n, ?ay?, a Espa?a.
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