Una visita de libertino
Una tetera y un lim¨®n, pintados con un cierto deslustre, pueden conseguir propagar una energ¨ªa est¨¦tica que otorga gran serenidad y goce. Incluso pudiera ser un ¨®leo de peque?as dimensiones, pero a condici¨®n de que haya sido firmado por Braque. Adem¨¢s de Tetera i llimona, la edici¨®n actual de Artexpo abunda en otras recompensas para quien se dedique al libertinaje de gozar con la pintura. Es m¨¢s: ah¨ª est¨¢, dispersa entre casi centenar y medio de casetas de galeristas, una secuencia de piezas magn¨ªficas que aventajan a no pocos museos. Para disfrutar del Juli Gonz¨¢lez pintor, por ejemplo, cinco o seis cuadros puestos a la venta en Artexpo justifican la atenci¨®n del paseante, entre delicadezas de la Escuela de Par¨ªs, huellas africanas de Miquel Barcel¨® o un jard¨ªn de Carmen Laffon. Un carb¨®n de Dal¨ª de 1933 traza una figura femenina en el env¨¦s de una minuta de la notar¨ªa de su se?or padre. El autorretrato de T¨¤pies de 1950 le deja con un aspecto h¨ªbrido de seminarista en vacaciones y chico de los recados. Adem¨¢s de la breve delicia del cuadro Flores (1929), Manolo Hugu¨¦ se crece en su rastro de formas romas y de arte tan s¨®lido como el origen del arte. Todo un aroma envuelve la Composition au rideau des fleurs (1961) de Bores. La Venecia tan sutilmente sugerida por Sebasti¨¤ Ramis induce al gran viaje de lujo, calma y voluptuosidad. De Pruna a Gargallo, los viejos maestros asoman sus perfecciones, la vigencia de un quehacer depurado que resiste al oleaje de lo ef¨ªmero, como una formaci¨®n coral¨ªfera bajo las aguas. De los sabios silencios de Luis Marsans al dibujo a l¨¢piz de Antonio Garc¨ªa L¨®pez Centro de restauraci¨®n (1969), uno anda en busca del arca perdida, sugestionado por los enigmas de la pintura de Serra de Rivera, las delicias de Clav¨¦ o la m¨²sica callada de Ram¨®n Gaya. Cierto elemento de ganga es inevitable en las ferias de arte, pero quiz¨¢ act¨²e de modo similar a la concreci¨®n lenta y dura que acaba por sustanciarse en forma de perla natural. Frente a Joan Pon? o las piezas tempranas de Cuixart, la secci¨®n Artexpo jove acusa el callej¨®n sin salida de un mimetismo bastante convencional. Bueno, el buen libertinaje no puede ser impaciente. Despu¨¦s de deleitarse con Noia o Enamorats del tan olvidado J. M. Prim, alg¨²n dibujo de Duffy o un fino Paisatge de Xavier Valls -Ginebra, 1948-, p¨ªdase un t¨¦ con lim¨®n en la cafeter¨ªa como homenaje a Georges Braque.
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