"Nadie quiere coger puntos a las medias"
Pilar Villa, que no consigue encontrar una aprendiza, cree que hay trabajo suficiente para que so oficio sobreviva
"Se cogen puntos en el acto". El cartel de la puerta sorprende pero no miente: nadie lo dej¨® olvidado desde tiempo inmemorial. Al cruzar el zagu¨¢n aguarda una estampa antigua con una protagonista que no lo es. A la luz del flexo se afana una mujer. Sentada en una silla baja, se inclina sobre una peque?a mesa que contiene sus aperos: un cilindro hueco, una maquinita con una aguja en el extremo y un cestillo de costura. Sobre el tubo, una media azul con una carrera digna de alg¨²n cum laude.-"S¨ª, cojo puntos a las medias", confirma. Se llama Pilar Villa y practica el oficio desde hace 30 a?os. "Soy remalladora", define con orgullo.
"Hay gente que entra pensando que debo de ser una se?ora antiqu¨ªsima, y, hombre, soy mayor, pero no tanto", bromea Pilar. Tiene 56 a?os, y est¨¢ encantada de ello. Lleva las gafas caladas: tres dioptr¨ªas por ojo. "No s¨¦ si he perdido vista por el trabajo. Mis amigas no se dedican a esto y tambi¨¦n han tenido que ponerse gafas, por la edad".
Su oficio, am¨¦n de buena visi¨®n, requiere punter¨ªa. Con la media estirada sobre el cilindro, Pilar pone en marcha la m¨¢quina de aire comprimido, que abulta menos que una caja de zapatos. Pisa el pedal. Aguja en mano, engancha uno a uno los puntos de cada lado de la carrera y los entrelaza. Al rehacer el tejido, desaparece una pesadilla femenina: la siempre inoportuna carrera. Por sus manos han pasado cientos de medias, desde la ¨¦poca de las ligas, hasta el actual predominio de los pantis. "Los primeros pares que se hicieron en nailon eran estupendos. Luego llegaron las indesmayables, que en lugar de careras ten¨ªan unos agujeros muy gordos", dice. "Pero siempre se han arreglado s¨®lo las buenas. En las malas no merece la pena". Pilar cobra 50 pesetas por cada punto cogido y la tarifa m¨ªnima es de 150 pesetas.
"Las medias lisas quedan muy bien, no se nota nada. En las de dibujos o calados, es imposible dejarlas igual", explica. Habla con pasi¨®n de su oficio y no entiende la ausencia de candidatas a mantenerlo. "Hace dos o tres a?os puse un cartel de "se necesita se?orita para arreglar medias". Buscaba una aprendiza, y no entr¨® ninguna ni siquiera para preguntar cu¨¢nto podr¨ªa ganar".
Por culpa de un cartel as¨ª lleg¨® Pilar a ser en remalladora. "Vi un anuncio en una mercer¨ªa. Aprend¨ª y me compr¨¦ la m¨¢quina. Me cost¨® 5.000 pesetas en los a?os sesenta y no se ha estropeado nunca. Pero una aguja nueva, si la encuentro, cuesta 10.000. Menos mal que hay un se?or viejecito que a¨²n las repara".
La mujer est¨¢ convencida de que su oficio se extingue "porque nadie quiere hacerlo, y no porque no haya trabajo". "Es verdad que hay que echarle muchas horas para que rinda", confiesa.Los puntos s¨®lo redondean el fin de mes del establecimiento de la remalladora, Modas Pilar (Tutor, 54). Es, adem¨¢s, una manera de pasar el tiempo cuando no hay clientas. Pero llega una.
-Mire, le traigo estas medias.
-A ver. Pilar las repasa moviendo con rapidez los dedos, como si se ejercitara en el piano.
-Tienen mucho que coger. Ser¨¢n 225 pesetas.
Las dos debaten "si merece la pena", una pregunta tan cl¨¢sica como lo fue, en las esquinas de las mercer¨ªas, la presencia de las remalladoras. Daban el 25% de sus ingresos al due?o de la tienda, que recog¨ªa los encargos. "Gusto, habilidad y ganas" siguen siendo, seg¨²n Pilar, los requisitos para afrontar el ya casi extinguido anuncio: "se cogen puntos a las medias". Todav¨ªa.
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