Tres historias a pie de obra
Un inmigrante marroqu¨ª, un pe¨®n madrile?o y dos yeseros cuentan sus vivencias como trabajados de la construcci¨®n
Son Hassan el Boudakhhan, Fernando Zurita y los hermanos Paco y Constancio D¨ªaz Ternera. Uno es inmigrante marroqu¨ª; el segundo, un pe¨®n madrile?o, y los otros dos, yeseros toledanos que cada d¨ªa han de recorrer 150 kil¨®metros para llegar al tajo. Todos son alba?iles y todos han sufrido los sinsabores de uno de los oficios m¨¢s duros y peor remunerados. Han visto morir a sus compa?eros y han sentido las humillaciones de los empleadores. De-sencantados, tristes, pero todav¨ªa con ¨¢nimo suficiente para no dejarse pisar, saben bien lo que cuesta ganarse el jornal. ?stas son sus historias.La mirada triste de Hassan. Hay m¨¢s rabia que tristeza en la mirada de Hassan el Boudakhhan cuando habla de su amigo El Hadi Elhader, un marroqu¨ª de 41 a?os que muri¨® hace siete meses en Cantoblanco al caerse de un andamio. S¨®lo acierta a decir que ten¨ªa tres ni?as en Marruecos que nunca le volver¨¢n a ver. Hassan tiene 29 a?os y lleg¨® hace 10 a Madrid con 20.000 pesetas en el bolsillo y dispuesto a no dejarse pisar. Es popular entre sus compa?eros porque, siendo extranjero, tiene la man¨ªa de exigir sus derechos.
"Hay quien firma papeles en blanco, pero yo no soporto que me enga?en", dice Hassan. Sorprende el esp¨ªritu reivindicativo de un hombre que necesita el trabajo para mantener a su familia, y adem¨¢s para renovar su tarjeta de residencia. "Pero no puedo callarme. Hay algo dentro de m¨ª que me lo impide", a?ade el inmigrante.
Hassan no aconsejar¨ªa a sus paisanos que vinieran aqu¨ª. Y lo explica: "Tengo amigos en mi pa¨ªs que viven mejor que yo. Cuando regreso en vacaciones con el coche y una camisa nueva creen que en Espa?a regalan el dinero. No se imaginan lo que hay que pasar".
En su casa de Fuenlabrada acoge a los paisanos reci¨¦n llegados y a veces se juntan hasta 15 personas. Acaba de ser padre y el beb¨¦ le ha dado suerte. Hassan ha conseguido un contrato por un mes de 150.000 pesetas "con derecho a vacaciones, pagas extras y finiquito", declara satisfecho.
El ¨¦xodo diario de los hermanos D¨ªaz Ternera. Los hermanos Constancio y Paco D¨ªaz Ternera, de 63 y 55 a?os, residen en el pueblo toledano de Consuegra y se hacen entre 250 y 300 kil¨®metros diarios. Se han especializado en el yeso y ahora est¨¢n trabajando en un edificio de viviendas en Parla. Est¨¢n afiliados al sindicato CCOO y echan de menos el viejo sindicalismo de Marcelino Camacho. Constancio, soltero empedernido, cuenta que en los a?os sesenta hab¨ªa mucho trabajo, "pero sin Seguridad Social".
?l trabaj¨® en la construcci¨®n del puente de Praga y en la f¨¢brica de cervezas Mahou. Gracias a El Quijote, que ley¨® cuando era ni?o, aprendi¨® a "jurar en cervantino" y lo hace a menudo para desahogarse. Su hermano Paco le llama cari?osamente el ogro cuellicorto "porque tiene muy mal genio". Las manos de ambos hermanos parecen adoquines. Trabajan a destajo. "Porque si pides un jornal parece que est¨¢s atracando", comentan. Est¨¢n convencidos de que el destajo provoca accidentes. "S¨®lo te preocupa ir deprisa y se te embrutecen los sentidos", se?ala Constancio. Han visto morir a dos compa?eros que cayeron por el hueco del ascensor.
El temor de Fernando. Hace seis meses, Fernando Zurita, un pe¨®n madrile?o de 27 a?os, vio c¨®mo el oficial que estaba a su lado, de 32 a?os, cay¨® desde la cuarta planta de la obra donde estaban trabajando, en la zona de Pavones. Pens¨® que hab¨ªa reventado, perdi¨® los nervios y se ech¨® a llorar. El accidentado tuvo suerte. Se rompi¨® la pierna, el brazo y la pelvis, pero no muri¨®. A Fernando le sirvi¨® de lecci¨®n. Ahora sigue a rajatabla las normas de seguridad. Tiene un cu?ado en UGT y sabe cu¨¢les son sus derechos. Lleva s¨®lo dos a?os en la construcci¨®n y se niega a trabajar a destajo. Tiene un contrato en toda regla. No le gustaba estudiar y abandon¨® los libros al terminar la EGB. Los ha retomado y se prepara para auxiliar de cl¨ªnica. En cuanto pueda dejar¨¢ este trabajo. "No se lo recomiendo a nadie. Es lo ¨²ltimo. Aqu¨ª te juegas la vida todos los d¨ªas. Si pudiera, lo dejar¨ªa", se?ala Fernando, quien advierte que el ambiente est¨¢ caldeado: "La gente gana lo mismo que hace diez a?os".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.