La euronormalizaci¨®n
Fue probablemente con ocasi¨®n del desastre del 98 cuando Espa?a y los espa?oles tomaron conciencia de la excepcionalidad del pa¨ªs. A trav¨¦s de nuestros primeros intelectuales, para quienes el desastre fue el equivalente local al affaire Dreyfus, descubrimos que ¨¦ramos un pa¨ªs atrasado, pobre e inculto. No nos hab¨ªan vencido las armas, sino la educaci¨®n, la ciencia, la organizaci¨®n. Hasta la imagen de Espa?a cambi¨®: se acab¨® el mito isidoriano de la Espa?a ub¨¦rrima para descubrir la sequedad de una tierra donde, como se?al¨® Ortega, llov¨ªa hacia arriba. Espa?a toda era un problema.Personalmente creo que la generaci¨®n del 98 se complac¨ªa en ese casticismo y singularidad y, al tiempo que lo caricaturizaba, lo estilizaba y le complac¨ªa. En todo caso, la ambivalencia desapareci¨® pronto y fue la generaci¨®n de 1914, la de Ortega y Aza?a pero tambi¨¦n la del ya maduro Besteiro -herederos todos de Giner-, la que lanzar¨ªa el gran proyecto: europeizar Espa?a. Lo que era tanto como decir modernizar Espa?a.
Desgraciadamente, la historia espa?ola del siglo XX no hizo mucho para modificar esa excepcionalidad y singularidad. Tampoco nuestros historiadores que, agobiados por el ser de Espa?a, nos dieron dos versiones similares de la misma historia. Para la historiograf¨ªa oficial del franquismo, nuestros dos ¨²ltimos siglos eran una serie ininterrumpida de guerras civiles y golpes de Estado, de desorden o inseguridad, que s¨®lo acababa con la paz instaurada por el general. Para los historiadores cr¨ªticos, marxistas o no, el problema era por qu¨¦ en Espa?a no hab¨ªa habido revoluci¨®n industrial, ni desarrollo de la burgues¨ªa, ni capitalismo, ni pensamiento cient¨ªfico, ni democracia. Hab¨ªamos perdido todos los trenes. Y as¨ª, de un modo y otro, todos ven¨ªan a concluir en la vieja imagen rom¨¢ntica de las dos Espa?as y del pa¨ªs premoderno poblado por seres aut¨¦nticos y valerosos, aguerridos y nobles, como si todos tuvi¨¦ramos el tipo del gitano Camborio con las virtudes del campesino vasco. Spain is different.
Como dignos herederos de la ilustraci¨®n del 14, los nietos de aquella generaci¨®n, tras la muerte de Franco, nos lanzamos a liquidar la imagen rom¨¢ntica, ahora transformada en maldici¨®n hist¨®rica. Y como el destino tiene sus iron¨ªas, ha querido que en un mismo a?o conmemor¨¢semos los cien del 98, los treinta del 68 y los veinte de la Constituci¨®n. Pues si alg¨²n proyecto pol¨ªtico fusionaba a todos los que hicieron la transici¨®n, ¨¦se era el que Ortega expuso al se?alar que Europa era la soluci¨®n al problema de Espa?a. De modo que hay mucho noventayochismo en nuestro sesentayochismo, y mucho de ambos en los ideales que animaron el 78.
?se fue el proyecto que lider¨® el PSOE en 1982: Por el cambio era por la modernizaci¨®n; y la modernizaci¨®n era y es -?qui¨¦n lo podr¨ªa dudar?- la europeizaci¨®n. Acierta pues el presidente Aznar cuando, en la rueda de prensa tras la entrada en el euro, nos recuerda que estamos asistiendo al fin de la excepcionalidad hist¨®rica, a la realizaci¨®n del proyecto pol¨ªtico del 98/14: Espa?a es ya, desde cualquier perspectiva, un pa¨ªs normalizado y europeo, tanto en t¨¦rminos pol¨ªticos o econ¨®micos como sociales. Pero olvida Aznar que ese proyecto y esa realizaci¨®n es tan suya y tan propia del PP como podr¨ªan serlo El Quijote o La redenci¨®n de las provincias. La cita europeizadora comenz¨® en 1914, tuvo en la II Rep¨²blica un ensayo fracasado y ha tenido en UCD de Su¨¢rez y en el PSOE de Gonz¨¢lez dos precedentes de los que su PP es heredero, por no citar la no irrelevante colaboraci¨®n de CiU. Si nos quer¨ªa hablar del euro con objetividad quiz¨¢ hubiera bastado con recordar a Pedro Solbes y a CiU; es un objetivo que el PP ha alcanzado con mano firme y es su gran baza electoral. Pero si el presidente Aznar alude, como hizo acertadamente, a la dimensi¨®n hist¨®rica de esa cita, le falt¨® visi¨®n y generosidad, la misma de que adolece su Gobierno desde hace dos a?os y la causa de que, a pesar de sus numerosos ¨¦xitos econ¨®micos, haya bastado la t¨ªmida emergencia de una esperanza alternativa llamada Borrell para que la "lluvia fina" del apoyo electoral regrese, de nuevo -as¨ª lo muestran las encuestas-, al empate t¨¦cnico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.