La caza en entredicho
La moral es fruto de las reflexiones y sentimientos de los hombres, y var¨ªa a trav¨¦s del tiempo como cualquier otro aspecto de la cultura. Hoy nos parece abominable lo que hasta hace dos siglos todo el mundo consideraba normal: la esclavitud o la tortura, por ejemplo. A la inversa, hoy aceptamos con permisividad conductas sexuales que otrora provocaban esc¨¢ndalo o persecuci¨®n. Aunque algunos cambios se producen de un modo suave, otros suscitan oposici¨®n y conflictos. En el siglo pasado la abolici¨®n de la esclavitud condujo a la guerra civil en Estados Unidos.Actualmente, un n¨²mero creciente de personas reflexivas y sensibles consideran moralmente intolerable la pr¨¢ctica de la caza deportiva. En algunos pa¨ªses los que as¨ª piensan ya son mayor¨ªa y empiezan a ocupar posiciones de gobierno, con lo que la impunidad de los cazadores va poni¨¦ndose en entredicho. El cant¨®n suizo de Ginebra ya ha prohibido la caza en refer¨¦ndum. Otro refer¨¦ndum parecido en Italia s¨®lo fracas¨® por falta de qu¨®rum. La Uni¨®n Europea ha prohibido la caza de aves migratorias. En Gran Breta?a, el Gobierno de Tony Blair ha decidido prohibir por ley la tradicional caza del zorro, as¨ª como las monter¨ªas en terrenos del Estado. Las reacciones de los cazadores no se han hecho esperar. En febrero pasado 130.000 cazadores, acompa?ados de perros y jabal¨ªes, desfilaron por las calles de Par¨ªs en protesta contra las limitaciones a la caza y para pedir la cabeza de la ministra del Medio Ambiente, la ecologista Dominique Voynet. Los organizadores de la movilizaci¨®n utilizaron m¨¢s de dos mil autocares. Incluso han fundado un partido pol¨ªtico (Chasse, P¨ºche, Nature, Tradition) con un ¨²nico punto en su programa electoral: la defensa de la caza. En marzo pasado 200.000 cazadores de las zonas rurales de Inglaterra, muchos de ellos ataviados con las casacas rojas y los bombines negros t¨ªpicos de los jinetes que participan en la tradicional caza del zorro, clamaron en Londres contra el Gobierno laborista y sus planes de prohibir esta pr¨¢ctica venatoria. De todos modos, no es probable que el Gobierno se deje impresionar por esa manifestaci¨®n, pues las encuestas dicen que el 75% de los ingleses quieren abolir ya la caza del zorro y un 83% se opone a que se maten ciervos como deporte.
La caza tuvo sentido durante el paleol¨ªtico, pero ahora s¨®lo lo conserva entre los escasos pueblos primitivos que han permanecido anclados en la edad de piedra, y que cazan para comer. Desde la revoluci¨®n del neol¨ªtico, la caza ha perdido su funci¨®n como fuente de alimentos. Sin embargo, las castas guerreras la siguieron practicando por ostentaci¨®n y diversi¨®n. El matar a muchos enemigos era el timbre de gloria de los guerreros. Las cer¨¢micas mochicas y los tejidos de Paracas representan a los orgullosos guerreros amerindios luciendo al cinto las cabezas trofeo de sus v¨ªctimas, mientras los bajorrelieves asirios nos muestran a sus reyes seguidos de columnas de prisioneros mutilados o ejecutados. Aunque la guerra sigui¨® siendo la actividad gloriosa por excelencia, en los aburridos intervalos de paz la agresividad pod¨ªa explayarse en continuas cacer¨ªas, tambi¨¦n formas prestigiosas de violencia. Los reyes europeos se hac¨ªan retratar como guerreros o cazadores.
La caza ya no es un privilegio aristocr¨¢tico. En Espa?a, en cuanto llega el oto?o, un ej¨¦rcito de un mill¨®n de cazadores armados y motorizados se lanzan a la guerra contra la naturaleza, dispuestos a disparar contra cualquier cosa que se mueva. La fauna es masacrada. Los animales supervivientes se esconden aterrorizados. Los ni?os ya no podr¨¢n descubrirlos, ni los curiosos observarlos, ni los aficionados fotografiarlos, ni los ciudadanos gozarlos. No importa. Los escopeteros dan gusto al dedo y ahogan sus complejos en sangre. La gran pel¨ªcula de Carlos Saura La caza es un estudio penetrante de toda la agresividad y la mala leche contenida del cazador, a punto de estallar en cualquier momento. La complicidad creada por la matanza conjunta es un campo de cultivo para todo tipo de corruptelas. En su pel¨ªcula La escopeta nacional, Berlanga caricaturiz¨® la corte de los milagros franquista, en cuyas cacer¨ªas se fraguaban todo tipo de enchufes y chanchullos, por no hablar de las m¨¢s recientes monter¨ªas de los financieros felones, o de los encuentros venatorios entre gasolineros fraudulentos e inspectores corruptos.
La caza furtiva es un crimen odioso, que incluso llega a poner en peligro de extinci¨®n a osos, linces, lobos, quebrantahuesos, urogallos, avutardas y otros animales emblem¨¢ticos de la fauna ib¨¦rica. La caza abusiva practicada por los ¨¢rabes cuando empezaron a disponer de autom¨®viles ha convertido en desiertos est¨¦riles amplias zonas del Oriente Pr¨®ximo y del norte de ?frica, antes habitadas por una rica fauna silvestre. El plomo puro es sumamente t¨®xico, y las 5.000 toneladas de plomo (en forma de perdigones) que los cazadores arrojan cada a?o en nuestros bosques, prados, r¨ªos y lagunas est¨¢n envenenando el medio natural de este pa¨ªs. Grupos de naturalistas y la diputada Pilar Rahola ya han pedido al Gobierno que tome medidas para impedirlo.
Las formas crueles de caza, en que los animales no s¨®lo son matados, sino tambi¨¦n torturados, ya hab¨ªan sido denunciadas por Darwin. Es el caso de la caza con trampas y cepos, en que los animales quedan permanentemente heridos o mutilados o agonizan lentamente, o de la caza con cimbel, en la que se agujerean los ojos de las palomas con alfileres, para que sus gritos sirvan de reclamo. La caza en contrapasa se realiza en primavera, cuando las aves migratorias regresan a reproducirse en el norte de Europa, siguiendo la llamada ancestral del amor y de la vida. Estas aves protegidas son entonces abatidas a traici¨®n en el Pa¨ªs Vasco y Navarra a tiros y con redes, profanando as¨ª el ciclo sagrado de la reproducci¨®n. Con ello se echan por tierra los esfuerzos conservacionistas de otros pa¨ªses. Es incre¨ªble que el PNV haya defendido tal salvajada por ser tradicional (todas las salvajadas son tradicionales all¨ª donde se practican) y que haya conseguido que el Parlamento espa?ol apruebe una ley que la tolera, a pesar de estar expl¨ªcitamente prohibida por la normativa de la Uni¨®n Europea.
?Qu¨¦ se puede decir en defensa de la caza? Algunos se?alan su aspecto deportivo, pero la deportividad es escasa en muchas de sus formas. En Alemania, el cazador se sienta en un sill¨®n instalado en una caseta elevada en un claro del bosque, con una botella de aguardiente a mano, y espera con la escopeta apoyada en la repisa a que aparezcan los ciervos sobre los que va a disparar. En Andaluc¨ªa se ha extendido la llamada caza de corral. Los monteros sueltan a los perros por un lado de la finca vallada y los venados huyen hacia las vallas, donde no tienen escapatoria y son acorralados y acribillados a tiros. De todos modos, los cazadores son tan torpes que los animales casi siempre quedan s¨®lo malheridos por sus tiros, por lo que los venados son luego rematados a palos y cuchilladas en escenas repugnantes.
A veces los cazadores aducen como excusa que la caza ejerce una funci¨®n reguladora de poblaciones o ecosistemas en desequilibrio. Pero el ecosistema se autorregula mejor mediante la acci¨®n de los predadores, que mantienen sanas las poblaciones, eliminando a los individuos m¨¢s defectuosos. Los cazadores, por el contrario, matan a los mejor dotados, contribuyendo as¨ª a que degenere la poblaci¨®n.
Muchos cazadores dicen que lo que les gusta no es tanto matar como corretear por el campo, al aire libre y en contacto con la naturaleza. Si son sinceros y despiertos, acaban colgando las armas, y troc¨¢ndolas por los prism¨¢ticos o la c¨¢mara fotogr¨¢fica. Varios de los cazadores m¨¢s famosos ya lo han hecho, incluso entre nosotros. Jorge de Pallej¨¢, curtido en los safaris y la caza mayor, ha descrito su propio itinerario moral en el libro No matar: la opci¨®n de un cazador.
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