La revoluci¨®n antiliberal
Mucha gente nos preguntamos si el nombre de neoliberalismo es adecuado para designar y describir lo que hoy en d¨ªa entendemos por ¨¦l. Porque ese fen¨®meno, utop¨ªa y programa, que llamamos neoliberalismo parece que tiende a limitar los ¨¢mbitos de libertad del individuo m¨¢s que a ampliarlos, como trataba de hacer el liberalismo cl¨¢sico de los siglos XVIII y XIX. He tratado el tema en un folleto publicado por Cristianismo y Justicia titulado La gran contradicci¨®n del neoliberalismo moderno (1), pero ahora quisiera hacer m¨¢s expl¨ªcita la respuesta a este interrogante. La cuesti¨®n es si el neoliberalismo tal como se ense?a y se practica hoy ensancha el ¨¢mbito de liberdad de los individuos y de la sociedad o m¨¢s bien los limita y coharta. Porque si ¨¦sta fuera la situaci¨®n real, no podr¨ªamos dar a este fen¨®meno el nombre de liberalismo de ninguna manera que lo adjetivemos. Tendr¨ªamos que hablar m¨¢s bien de una doctrina y una pr¨¢ctica antiliberal.Estudiando sin prejuicios la historia del pensamiento econ¨®mico se puede llegar a la conclusi¨®n de que el socialismo, en las diversas formas en que fue apareciendo a lo largo del siglo XIX, es una consecuencia l¨®gica del liberalismo. La igualdad de los seres humanos ante la ley, la universalidad de los derechos humanos, la libertad para hacer negocios y ganar dinero entendida como facultad atribuida en principio a todos los seres humanos, llev¨® ineludiblemente a criticar las enormes diferencias en el reparto de los beneficios de la Revoluci¨®n Industrial y a discurrir maneras de organizar de otra manera el reparto de los beneficios, para establecer tambi¨¦n en el terreno econ¨®mico la liberdad y la igualdad que se reconoc¨ªan universalmente en el terreno pol¨ªtico y legal. No hace falta m¨¢s que leer el cap¨ªtulo de J. S. Mill sobre lo que ¨¦l llama comunismo (2) para entender el impulso ¨¦tico del liberalismo cl¨¢sico ante las desigualdades sociales.
Por otro lado, los an¨¢lisis de las leyes de la competencia y de la distribuci¨®n que hacen los liberales cl¨¢sicos de la econom¨ªa pol¨ªtica -particularmente la oposici¨®n de intereses del capital y el trabajo- invitan a algunos a rebelarse contra la suerte que parece les toca a los trabajadores. Marx es inconcebible sin las teor¨ªas de Adam Smith, Say, Ricardo, Malthus y el doctor Quesnay (3).
Menciono esto para resaltar que las diferencias entre los liberales cl¨¢sicos y los neoliberales actuales son enormes. ?stos hacen econom¨ªa (economics), que analiza las relaciones entre variables econ¨®micas en un vac¨ªo social en que las instituciones sociales y la variedad de comportamientos humanos no influyen en el resultado: aqu¨¦llos hac¨ªan econom¨ªa pol¨ªtica, que contemplaba los aspectos de la vida social que afectaban las realidades econ¨®micas y eran afectados por ellas. El neoliberalismo postula en los procesos econ¨®micos, como el de la globalizaci¨®n, por ejemplo, un determinismo absoluto (?s¨®lo hay una pol¨ªtica posible?); mientras que la econom¨ªa pol¨ªtica siempre concibi¨® que los procesos econ¨®micos son manejables por los hombres, que no hay nada f¨¦rreamente predeterminado en la sociedad humana, por lo que las situaciones pueden cambiar y las suertes de las personas ser mejoradas. Basta ver, por ejemplo, el cap¨ªtulo ?sobre el previsible futuro de la clase trabajadora?.
Los monopolios eran los enemigos de la sociedad que los liberales cl¨¢sicos combatieron sin cuartel; mientras que los neoliberales toleran y promueven con sus teor¨ªas de la competencia y la globalizaci¨®n las fusiones y adquisiciones de empresas, que son una manera de oligopolizar el mercado y eliminar competidores. El motivo de lucro funcionaba para Smith y los cl¨¢sicos en un contexto de legalidad, civismo y ?fellow feeling? (5), pero los neoliberales pretenden quitar todo tipo de barreras al mecanismo del enriquecimiento de unos pocos.
Finalmente, el Estado deb¨ªa jugar un papel importante en la econom¨ªa, llevando a cabo lo que ning¨²n otro, persona o instituci¨®n, har¨ªa en su ausencia, como prescribe el cap¨ªtulo de J. S. Mill sobre este tema (6). Es un papel subsidiario, desde luego, pero subsidiario en el doble sentido de no intervenir cuando no hace falta y de responsabilizarse de aquello que el bien com¨²n exige. Para los neoliberales ?el Estado no es la soluci¨®n; el Estado es el problema?. Los cl¨¢sicos inventaron la progresividad de los sistemas fiscales como requisitos de la eficiencia y la equidad. Ahora los neoliberales combaten esta progresividad en nombre de la necesidad de invertir y hacer crecer la riqueza. En resumidas cuentas, los neoliberales han dado la vuelta a la tortilla, abandonando todo lo que los liberales profesaban, en nombre de la sobrevivencia de los m¨¢s fuertes. El neoliberalismo proclama que la libertad de los individuos, de las asociaciones (cooperativas, sindicatos, ONG, etc¨¦tera) y aun de los Estados est¨¢ limitada por las fuerzas ineludibles de los mercados y de la globalizaci¨®n, y que no se puede hacer nada para impedirlo. Que lo mejor es incorporarse voluntariamente al flujo de lo inevitable y dejarse llevar. Ante este discurso, podemos hablar con toda raz¨®n de una revoluci¨®n conservadora antiliberal, o simplemente de una revoluci¨®n antiliberal.
1 Colecci¨®n Cuadernos de ?Cristianisme I Justice?, n¨²mero 29.
2 John Stuar Mill, 1848. Principles of Political Economy. Libro II, cap¨ªtulo 1. Sobre la propiedad.
3 De tal manera que la reacci¨®n neocl¨¢sica, en la segunda mitad del siglo XIX, que encabezan los marginalistas (Stanley Jevons, Walras, Parcio, Menger, Von Wieser, etc¨¦tera), no es principalmente contra Marx, como a veces se dice. Naturalmente, con el marginalismo se hace m¨¢s f¨¢cil la refutaci¨®n de la teor¨ªa del valor y de la plusval¨ªa de Marx. Pero no es contra ¨¦l la reacci¨®n, sino contra los cl¨¢sicos (a quien los neos corrigen la plana), Ricardo en primer lugar, aunque tambi¨¦n Smith, Say y Mill. Todo para eliminar los conflictos de intereses que ¨¦stos hab¨ªan descrito en la distribuci¨®n de los ingresos y la riqueza.
4 John Stuart Mill. Lic. Cit. Libro IV, cap¨ªtulo 4.
5 Que podemos traducir como ?simpat¨ªa y comprensi¨®n para los dem¨¢s?. Ver Adam Smith, 1759. The Theory of Moral Sntiments. Cap¨ªtulo 1.
6 John Stuart Mill. Loc. Cit. Libro V, cap¨ªtulos 1 y 11.
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