El imperio de la Europa Una del inminente siglo XXI
Sin demasiada conciencia de estarlo haciendo, o padeciendo, viven ahora la mayor¨ªa de los ciudadanos europeos la aventura de la creaci¨®n de un nuevo imperio, que de momento se hace llamar Uni¨®n Europea. Un imperio en lo esencial heredero, pese a su moderno ropaje medi¨¢tico y tecnol¨®gico, y a muchos detalles que s¨®lo en apariencia lo presentan como diferente, de los hist¨®ricos que, desde el romano al sovi¨¦tico, han existido en todos los tiempos. La mayor disimilitud visible es la de no estar fundado sobre grandes hechos de armas, que desde Hiroshima han quedado muy limitados, sino en las nada sutiles batallas de la econom¨ªa de este tiempo, que, por lo dem¨¢s, ya se sabe que en fondo pueden ser acciones muy cruentas y que si se analizasen rectificar¨ªan la c¨¦lebre frase de Clausewitz, sustituyendo lo de guerra por econom¨ªa. El primero de los hechos que hacen a este imperio id¨¦ntico a cualquiera de los que han existido siempre es su absoluta falta de respeto por la opini¨®n de la masa de los ciudadanos civiles, porque siempre ha resultado que el imperio era sin¨®nimo de algo edificado encima de las opiniones de los individuos, y el de ahora tampoco tiene en cuenta para nada ese derecho, aunque los que mandan mencionen permanentemente a la democracia, tal vez para mejor ocultar que para ellos existe solamente como palabra en el diccionario. Ni siquiera sabe nada el ciudadano sobre el porqu¨¦ de las leyes y las normas que discurren y decretan desde el secreto unos funcionarios sin rostro. Esta falta absoluta de democracia real ha sido siempre el rasgo fundamental de los imperios y en el que vivimos nadie sabe siquiera con certeza porqu¨¦ unos Estados europeos entran a formar parte del imperio y otros no, ni cu¨¢les son las motivaciones, ni mucho menos si la opini¨®n de los ciudadanos de esos nuevos Estados-provincia del imperio podr¨¢n influir nunca en ninguna de las decisiones, ya que en muchos de ellos, como sucedi¨® con el mismo espa?ol, ni siquiera se les ha consultado sobre su ingreso. El rasgo caracter¨ªstico de este imperio que le hace distinto de los del pasado es la falta aparente de un emperador, personaje fundamental en todos los del pasado. Pero que nadie se llame a enga?o porque no hay duda de que lo hay, s¨®lo que, de acuerdo con los tiempos inform¨¢ticos, aparece oculto en el espacio, innombrable, inaccesible, inapelable, se supone que impune y por lo tanto infame, que bajo cualquier forma corp¨®rea, una, m¨²ltiple o variable, nadie duda de que existe. ?Que qui¨¦n es ese invisible Inicuo, enemigo de la equidad, el m¨¢s falsario ¨²ltimo emperador de Europa, al que rodean como corte servil reyes, presidentes y hasta grandes duques, que no rechistan ante su invisible presencia como sus pares no rechistaron nunca ante la corp¨®rea de Carlos V, ante el zar, ante Napole¨®n, ante Julio Cesar, o ante Carlomagno? ?Qui¨¦n lo conoce? ?Es este el misterio de la modernidad? ?Tal vez a esto se le denomina haber llegado al futuro? Se puede tener la sospecha de que el emperador de este imperio europeo es el mismo que el del imperio yanqui, pero no. Es todav¨ªa peor, porque, como mucho, el personaje secreto ser¨¢ un v¨¢lido. El propagandista, adulador de los ideales yanquis, el japon¨¦s nacido en Chicago Francis Fukuyama, tan despectivo con los europeos que no se comprende c¨®mo algunos elogiaron tan en exceso su obra El fin de la Historia (sin duda por haber leido con mayor atenci¨®n las solapas del libro que sus p¨¢ginas), llama a las ideolog¨ªas universales nacidas y desarrolladas desde Europa, al cristianismo y al comunismo, "ideolog¨ªas para esclavos", y parece que nos considera como tales. Y en cuanto a esta nueva ideolog¨ªa, la moteja de "desdentado e insignificante nacionalismo europeo". Y tiene raz¨®n Fukuyama, aunque escandalice a los cr¨¦dulos, porque el imperio europeo que est¨¢n intentando edificar no parece que por el camino que sigue pueda llegar a ser otra cosa m¨¢s que una provincia modesta del verdadero imperio, el del capitalismo mundial, provincia en la que se ha desatado una lucha entre los totalitarios de la Europa Una, al estilo de la ideolog¨ªa que durante estos dos siglos han sido ejemplo en la Hispania los de la "unidad". Esta Europa Una se est¨¢ planteando de nuevo el desaf¨ªo de la imposici¨®n de los poderosos, que con el soporte de los ciudadanos d¨®ciles y amorfos, quiere oponerse a la realidad de la rebeli¨®n de los pueblos. Este es un dilema actual, usando las palabras de hoy del profesor berlin¨¦s Hagen Schulze: "Los viejos Estados centralistas de la Europa Occidental, se ven confrontados con lasreivindicaciones de independencia por parte de sus minor¨ªas nacionales...". Pero la informaci¨®n sobre estas situaciones es disimulada y restringida por el poder medi¨¢tico del imperio al ¨¢mbito de cada Estado para minimizar la generalizaci¨®n de ese estado de ¨¢nimo. El nuevo imperio hereda la filosof¨ªa de los que siempre han cre¨ªdo que lo que importa es la fuerza y que la fuerza hoy es la ideolog¨ªa que se apoya en el poder¨ªo de la econom¨ªa. Ya se lo dijo C¨¢novas a los vascos el siglo pasado: "Cuando la fuerza hace Estado, la fuerza es el Derecho", y ya se sabe lo "sensibles" que suelen mostrarse los ciudadanos ante argumentos tan irrebatibles. Es el capitalismo, que despu¨¦s de haberse quedado con todas las empresas rentables y de haber cerrado todas las que no se lo parec¨ªan, pregunta c¨ªnicamente: tenemos la fuerza de la econom¨ªa, ?qu¨¦ es lo que tiene ustedes? Ahora, sin consulta alguna, les estamos cambiando sus viejas monedas por una nueva y brillante, a la que hacemos publicidad, como si fuera una crema antiarrugas, incluso con anuncios televisivos, a la que, para mejor educarles, llamamos euro sin pa, con la que ya pueden ir viendo lo poco que falta para la llegada del imperio. Ya en el colmo, nos dicen que, si bien el paro seguir¨¢ aumentando, en contraposici¨®n nos contar¨¢n todos los d¨ªas lo mucho que hacen para erradicarlo. Sean tontos y d¨®ciles, y no se olviden de que tenemos a la econom¨ªa, o sea a Dios, con nosotros.
I?aki Rahm es editor
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