Un triunfador sin vanidad
Cuatro a?os en Tur¨ªn, han convertido a Marcelo Lippi en un t¨¦cnico prestigioso
Lleg¨® al Juventus sin demasiada experiencia y con el dilema vital de llevar la contraria a su padre, que detestaba al club turin¨¦s porque lo consideraba un s¨ªmbolo de poder. De hecho, Marcelo Lippi, de 50 a?os, antes de firmar, acudi¨® a la tumba de su progenitor para pedirle perd¨®n. Ahora, cuatro a?os despu¨¦s, sabe que hizo lo que deb¨ªa. Su curr¨ªculo es poderoso -tres Ligas, una Copa de Europa, una Copa Intercontinental, una Supercopa y una Copa de Italia- y su prestigio no ha parado de crecer. Los entrenadores del f¨²tbol espa?ol, por ejemplo, llevan dos a?os consecutivos nomin¨¢ndole como el mejor t¨¦cnico del planeta. Y probablemente lo sea, pero ¨¦l prefiere seguir con los pies en el suelo y no hacer caso. Ya lo dijo tras su primer d¨ªa de gloria -"quien se cree de verdad el mejor del mundo es que no ha comprendido nada de la vida"- y en ¨¦sas sigue. Lippi no hace m¨¢s ruido que el que provoca su ¨¦xito en s¨ª.El t¨¦cnico italiano, pese a su discreci¨®n, es de los entrenadores que se notan m¨¢s all¨¢ de los jugadores que desarrollan sus ideas. Tal vez por eso da lo mismo qui¨¦n est¨¦ sobre el campo, qu¨¦ pieza aparentemente vital le quiten cada a?o para fortalecer la econom¨ªa del club y cu¨¢l sea su repuesto . El Juventus sigue siempre firme, fuerte y reconocible. Aunque lleg¨® a afirmar que a Ronaldo no lo fichar¨ªa nunca, Lippi no ata de pies y manos a los futbolistas talentosos. En su modelo, jugadores como Del Piero y Zidane pueden convivir con otros como Conte y Di Livio. Pero en su equipo algunos rasgos son innegociables, especialmente de tres cuartos de la cancha hacia atr¨¢s: el orden, el trabajo constante, la presi¨®n y el colectivo sobre todas las cosas.
Lippi, por lo dem¨¢s, maneja con habilidad el vestuario, habitual foco de conflictos en los equipos grandes. Ha tenido problemas, como con Vieri el curso pasado, pero todo los resuelve. Su secreto, dice, es mirar a los ojos al futbolista y entrar en su cabeza.
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