Un Ej¨¦rcito de paz
VICEN? FISASEl autor insiste en la idea de que el 1% del gasto en armamento se destine a investigar sobre el desarme y la paz
Aunque pronto celebraremos ya el d¨¦cimo aniversario del fin de la guerra fr¨ªa, algunos Estados parecen seguir empe?ados en mantener las estructuras de seguridad propias de un pasado que ya no existe, y en poner trabas a la construcci¨®n de un nuevo sistema de seguridad que afronte con inteligencia los desaf¨ªos que nos depara el nuevo siglo. El partido del Gobierno, sin ir m¨¢s lejos, propone todav¨ªa un ej¨¦rcito profesional con 170.000 efectivos, cuyo coste no se atreve ni a se?alar por lo elevado de las cifras.Todo el mundo sabe, empezando por los propios ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores, que la mejor pol¨ªtica de seguridad es aquella que concede atenci¨®n y prioridad a la prevenci¨®n de los conflictos, y que mediante una decidida pol¨ªtica diplom¨¢tica, econ¨®mica, cultural y comercial, se interviene a tiempo y con inteligencia sobre aquellas situaciones y contextos que, de abandonarse, acabar¨¢n explotando y generando conflictos armados, sufrimiento y crisis humanitarias. Para evitar o mitigar en lo posible estas situaciones, aunque s¨®lo sea parcialmente, hay que ser muy activos y decididos en una serie de campos y tener una visi¨®n a largo plazo de lo que generar¨¢ mayor seguridad en una regi¨®n o en el mismo planeta. Estamos hablando, por supuesto, de pol¨ªticas culturales que capaciten a la gente a comprender mejor y a respetar otras culturas y religiones; a pol¨ªticas comerciales y econ¨®micas que permitan de verdad el desarrollo de otros pa¨ªses y no los condenen a permanecer en los m¨¢rgenes del sistema; a pol¨ªticas diplom¨¢ticas que construyan puentes entre las sociedades y los sectores que est¨¢n divididos o enfrentados; a pol¨ªticas exteriores que se tomen en serio el desarme y el control del comercio de armas; a pol¨ªticas de cooperaci¨®n que apoyen con generosidad a los pa¨ªses que salen de un conflicto y han de iniciar el dif¨ªcil tr¨¢nsito de la reconstrucci¨®n y la reconciliaci¨®n, y un largo etc¨¦tera. Para apoyar esta importante agenda de nueva seguridad para el siglo XXI hacen falta personas capacitadas y con vocaci¨®n, recursos econ¨®micos para llevar a cabo la tarea, y centros donde elaborar estrategias de paz y alentar la participaci¨®n del mayor n¨²mero posible de personas, puesto que estamos hablando de un empe?o que ha de ser social y comunitario, y no tanto de una peque?a ¨¦lite de especialistas. ?Qu¨¦ hacemos sin embargo, para que ello sea posible? Hace casi nueve a?os (EL PA?S, 10 de agosto de 1989), y en estas mismas p¨¢ginas, lanz¨¢bamos la propuesta de que el Estado destinara para investigar sobre la paz y el desarme el 1% de lo que gastaba para investigar en armamentos. No era pedir mucho, ciertamente, pero ni a eso hemos sido capaces de llegar tras una d¨¦cada de posguerra fr¨ªa. Y sin embargo, en las universidades y en otros lugares encontramos cada d¨ªa mayor n¨²mero de j¨®venes con muy buena preparaci¨®n, que manifiestan su deseo y su frustraci¨®n por no tener a d¨®nde ir para formarse y dedicarse profesionalmente al servicio de la construcci¨®n de la paz, como promotores de iniciativas en estos campos, como expertos en prevenci¨®n y gesti¨®n de conflictos, en negociaci¨®n, mediaci¨®n, desarme, creaci¨®n de medidas de confianza, intervenci¨®n en procesos de paz, y una largu¨ªsima lista de oficios que hoy d¨ªa est¨¢n vetados a los j¨®venes por la miop¨ªa de pol¨ªticos que no pueden imaginar otra forma de hacer las cosas m¨¢s que recurriendo a las f¨®rmulas del pasado. La demanda del 1% contin¨²a por tanto siendo v¨¢lida y m¨¢s necesaria que nunca. Si pueden haber 170.000 militares a sueldo del Estado, podr¨ªa haber tambi¨¦n el equivalente al 1% (1.700 personas) que se dedicara con plenitud e ilusi¨®n a esta especie de ej¨¦rcito de paz, junto a un reducido n¨²mero de militares profesionales que intervendr¨ªan en tareas de mantenimiento de la paz, verificaci¨®n, etc¨¦tera. No parece muy razonable que un pa¨ªs como el nuestro no sea tampoco capaz de destinar el equivalente al 1% de sus gastos militares a estas tareas de futuro, como tampoco tiene sentido que Naciones Unidas est¨¦ explorando sin resultado positivo el poder celebrar una cuarta sesi¨®n especial dedicada al desarme (la ¨²ltima fue en 1988), y que no pueda hacerlo porque los Estados no est¨¢n dispuestos a pagar los 20 millones de d¨®lares que costar¨ªa, mientras que nunca hay problemas para recolectar 750.000 millones de d¨®lares anuales para mantener a los ej¨¦rcitos. Si las sociedades no somos capaces de entender la urgencia de construir esos primeros pelda?os, es que estamos cerrando los ojos ante un inmenso abismo que est¨¢ a la esquina. Hay que dar una oportunidad a que los j¨®venes construyan un mundo con mejores instrumentos para construir la paz. Mientras, har¨¢n bien en exigir con voz clara ese derecho.
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