El mayo indonesio
?Estamos cansados de ser tus esclavos, tu juguete?, gritan los universitarios contra Suharto en el Parlamento
Hace s¨®lo dos meses, el complejo del Parlamento indonesio era un castillo inabordable en el que s¨®lo entraban los grandes coches de fabricantes europeos y japoneses en los que acud¨ªan a discutir sobre el inmediato futuro del pa¨ªs los diputados, elegidos en su 90% a dedo por Suharto, los mismo que el 10 de marzo le aclamaron como presidente para un s¨¦ptimo mandato quinquenal. Entonces, polic¨ªas y soldados vetaban rigorosamente el acceso a las dependencias.Ayer, miles de estudiantes tomaron el complejo como las hormigas se apoderan de un pastel y en salas, pasillos, terrazas, escaleras, corredores, tejados, balaustras y c¨²pulas miles de estudiantes celebraban el principio de la derrota de Suharto.
Estaban euf¨®ricos, uno de los principales s¨ªmbolos del r¨¦gimen, la C¨¢mara legislativa en la que nunca se hab¨ªa propuesto una ley y en la que siempre se hab¨ªa ratificado todo proyecto legislativo de Suharto, era suya. Muchos de ellos hab¨ªan pasado all¨ª la noche del martes y se promet¨ªan pasar todas las que sean necesarias hasta que el presidente sea pura historia.
Los corros que todo lo llenaban eran un arcoiris, cada uno con los estudiantes de una universidad y cada universidad con sus chaquetillas de uniforme: rojas, verdes, amarillas, violetas, grises, azules. Los soldados, que el d¨ªa anterior hab¨ªan hecho un despliegue de fuerza ante los estudiantes, hab¨ªan desaparecido y s¨®lo algunos peque?os retenes ocupaban rincones fuera de la vista. Segu¨ªan la fiesta con indiferencia y con los pies llevaban el ritmo de las cancioncillas que cantaban los estudiantes. ?Uno, dos, uno, justicia para Suharto. Uno, dos, uno, Suharto debe caer, Uno. dos, uno, Suharto a la c¨¢rcel?. O la que puede ser el himno de esta revoluci¨®n de las sonrisas, un pegajoso estribillo: ?Suharto dimisi¨®n y la familia tambi¨¦n?.
Los grupos que hab¨ªan pasado la noche eran constantemente reforzados por otros que llegaban con canciones, pancartas, mu?ecos y f¨¦retros simulados. Un espantajo vestido de negro con una caricatura de Suharto llevaba al cuello una corona f¨²nebre. Al lado, una pancarta resum¨ªa el pensamiento de los estudiantes. ?Suharto, nosotros, el pueblo de Indonesia estamos cansados de ser tu esclavo, cansados de ser tu juguete, cansados de obedecerte. Conlusi¨®n: estamos hartos de ti?.
Por los altavoces del Parlamento sonaban sin parar soflamas contra el presidente y su familia, mientras que en cada corro un activista manten¨ªa los ¨¢nimos de los suyos con su propio discurso. A la una de la tarde, un grupo de estudiantes se separ¨® hacia una zona menos ruidosa y se puso a orar en direcci¨®n a la Meca. Agus, del Instituto de Ciencia y Tecnolog¨ªa Al Kamal, de Yakarta, hizo de portavoz: ?Lo que ha anunciado Suharto no es suficiente. No sab¨ªan que ten¨ªamos el poder y tienen que enterarse de que tenemos el poder. Somos el pueblo. Seguiremos luchando hasta que nuestras demadas sean satisfechas. Queremos que Suharto dimita?. Agus y los suyos desean que el pa¨ªs se rija por principios isl¨¢micos que resumen en un Gobierno honrado y ?como dijo el Profeta en el Cor¨¢n, que s¨®lo haya dos mandatos presidenciales de cinco a?os?. Ellos no ten¨ªan ning¨²n favorito. ?Solo queremos paz. Nos da igual qui¨¦n gobierne?.
En la entrada del edificio principal otro grupo gritaba en ¨¢rabe Al¨¢ Akbar (Dios es grande). ?Suharto tiene que dimitir y queremos que Amien Rais sea presidente?. ?Porque es musulm¨¢n?. ?No, porque es popular y ser¨¢ bueno para toda la gente?, aseguraba al lado de una chica menuda cubierta totalmente de negro, a la iran¨ª.
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