Robert Duvall y John Turturro se ponen detr¨¢s de las c¨¢maras
Robert Duvall y John Turturro, uno fuera y otro dentro del concurso, aportaron ayer sus respectivos -El ap¨®stol e Illuminata- segundos largometrajes como directores, en una maratoniana jornada de cine norteamericano que completaron Lodge Kerrigan, con Claire Dolan, y Peter Chelsom, con The mighty . La cada vez m¨¢s hermosa Sharon Stone aliger¨® con su presencia el pesado d¨ªa, que cont¨® tambi¨¦n con el galimat¨ªas del ruso Alex¨¦i Guerman Krustaliov y el nuevo, enigm¨¢tico, casi impenetrable pero magn¨ªfico ejercicio de estilo del chino Hou Hsiao Hsien en Las flores de Shanghai.
Lo mejor que puede decirse de El ap¨®stol es que Robert Duvall dirige estupendamente a Robert Duvall, un ambicioso y eminente hombre de cine que aunque completamente calvo no tiene ni un pelo de tonto. En cambio, el actor John Turturro est¨¢ en Illuminata bastante por debajo, en gracia y precisi¨®n, que cuando es dirigido por Joel Coen y basta para demostrarlo el sensacional numerito macarra que se suelta en El gran Dubowski , ¨²ltima y divertid¨ªsima heterodoxia que ha puesto en circulaci¨®n la factor¨ªa familiar de los hermanos Coen.En Illuminata quienes est¨¢n tan en vena que se salen de la pantalla son Susan Sarandon, Christopher Walken y Ben Gazzara, que sostienen una pel¨ªcula rara e interesante, que cuenta con muchos momentos espl¨¦ndidos, pero que parecen simplemente a?adidos unos a otros, lo que es indicio de que no hay bajo las im¨¢genes una verdadera construcci¨®n, es decir: un buen gui¨®n.
Ins¨®lito Nueva York
Tambi¨¦n infrecuente, distinta al tono uniformador del cine estadounidense, es Claire Dolan , muy bien interpretada por la brit¨¢nica Katrin Cartlige y Vicent D'Onofrio. Su director, Logde Kerrigan, es un joven enrolado en el cine independiente neoyorquino, que parece haber abierto los ojos en una cinemateca europea, pues su mirada est¨¢ impregnada de tonalidades m¨¢s propias del cine de este lado del Atl¨¢tico que de las del cine de su pa¨ªs. Atrapa im¨¢genes ins¨®litas de una Nueva York distinta, casi irreconocible. La cadencia del filme es austera y da indicios de que Kerrigan tienen una mirada muy peculiar y penetrante, pero que todav¨ªa no ha encontrado lo que busca. El itinario de amor y pasi¨®n entre una prostituta y un taxista est¨¢ trazado con limpieza pero no acaba de encontrar la energ¨ªa que requiere y que la imp¨¢vida c¨¢mara de Kerrigan no le proporciona.Hab¨ªa expectaci¨®n ante el retorno despu¨¦s de una d¨¦cada del gran director de Mi amigo Ivan Lapshin , el ruso Alexei Guerman, pero su galimat¨ªas on¨ªrico Krustaliov decepcion¨®. La l¨²grube y sobrecargada met¨¢fora en ritmo de farsa parece totalmente fallida, adem¨¢s de ininteligible. El cine ruso se ha convertido en un almac¨¦n de mercanc¨ªas perplejas y averiadas. ?No es f¨¢cil?, dijo Guerman ayer, ?aprender a sacar partido de la libertad despu¨¦s de tanto tiempo de obediencia?. As¨ª radiograf¨ªa el cineasta el fondo de su propio problema. Guerman esta vez ha hecho lo que le ha venido en gana y el resultado ha sido una obra infinitamente menos libre que las que hac¨ªa bajo orden censorial. Una extra?a y amarga paradoja que recuerda a lo que ocurri¨® aqu¨ª con buena parte del cine espa?ol inmediatamente posterior a la muerte de Franco.
Dura de comprender es tambi¨¦n Las flores de Shanghai , pero no porque sea vac¨ªa, impotente, opaca, o porque al director le falte sentido del uso de la libertad expresiva, sino a causa del singular¨ªsimo estilo -largu¨ªsimas tomas secuenciales que desembocan siempre en un fundido en negro y dentro de las que se mueve un hormiguero de personajes- de Hou Hsiao Hsien. Su poderosa Ciudad de la tristeza, Le¨®n de Oro en Venecia, era as¨ª; y tambi¨¦n lo era la triunfadora aqu¨ª El maestro de marionetas . Cineasta muy radical, es siempre fiel a una idea del cine que busca el hermetismo y, dentro de ¨¦l, alcanza aut¨¦nticos rizos de extremada dificultad y sorprendente rigor.
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