Un nuevo terreno de juego
Hay tres datos de indudable importancia en el panorama pol¨ªtico espa?ol. En primer lugar, despu¨¦s de veinte a?os, parece que estamos en plena etapa de un relanzamiento econ¨®mico con visos de bastante estabilidad: tipos bajos, inflaci¨®n estable, d¨¦ficit controlado y crecimiento de empleo ligado al crecimiento econ¨®mico.En segundo lugar, esta situaci¨®n no la disfruta Espa?a en solitario, sino una Europa reci¨¦n estrenada de la que ya somos un miembro que ha entrado por la puerta grande, y en la que la Comisi¨®n Europea y el Banco Central Europeo ir¨¢n ganando protagonismo, incluso dentro de cada pa¨ªs, en tanto que autoridades econ¨®mica y monetaria.
En tercer lugar, ocurre todo ello cuando los l¨ªderes de la combativa revoluci¨®n neoliberal a lo Thatcher son ya historia. Hoy los l¨ªderes conservadores utilizan la dial¨¦ctica del ?sentido com¨²n?, aparecen desideologizados en la superficie, y caminan con pol¨ªticas de bajo perfil construyendo un modelo conservador de sociedad. Tal fue ayer el caso de Major, tal puede ser hoy el caso de Aznar.
Este c¨²mulo de circunstancias hace augurar dos pron¨®sticos: el Gobierno conservador en Espa?a no va a minar los pilares del Estado de bienestar de un modo frontal e ?ideologizado?. Adem¨¢s, como el Plan de Empleo presentado por el Gobierno de Aznar a Europa muestra, tampoco se va a enfrentar directamente a las pulsiones de progreso de la Uni¨®n Europea.
Aclaremos esta estrategia conservadora de baja intensidad con un ejemplo relacionado con el problema del desempleo. Con Major le fue bien al Reino Unido en cuanto a creaci¨®n de empleo. Si se trata de grandes cifras, el Reino Unido se separ¨® desde 1987 de la trayectoria del resto de los grandes pa¨ªses europeos, situando su tasa de paro en 1997 en el 6,1%, y su proyecci¨®n para 1998 en el 5,6%.
Una caracterizaci¨®n t¨®pica de las pol¨ªticas conservadoras llevar¨ªa a pensar que Major no habr¨ªa utilizado medidas activas en la lucha contra el desempleo. Pero no fue as¨ª. En lugar de esperarlo todo del crecimiento econ¨®mico, los Gobiernos de Major pusieron en pr¨¢ctica diversas medidas activas de empleo: desde incentivos fiscales, pasando por cambios en las cotizaciones de los empleados y empleadores al Seguro Nacional, medidas para ligar las prestaciones por desempleo a la b¨²squeda de empleo, un cambio del ?Unemployment Benefit? al ?Job's Seeker Allowance?, los planes de ?Family Credit?, o de ?Earnings Top- Up?... Al mismo tiempo Major, desregul¨® el mercado de trabajo con la supresi¨®n del salario m¨ªnimo y los consejos salariales, evitando las limitaciones legales a las horas de trabajo y procediendo al debilitamiento de los sindicatos.
S¨®lo buceando en la realidad de la sociedad brit¨¢nica se puede descubrir que su ¨¦xito contra el desempleo no se ha debido a ninguna de estas pol¨ªticas, sino a la promoci¨®n del trabajo a tiempo parcial dentro de ese contexto de desregulaci¨®n.
Para 1997, el 45% de las mujeres que trabajan en el Reino Unido lo hacen a tiempo parcial, y esto ha hecho descender enormemente las cifras de desempleo. Pero a cambio ha emergido tambi¨¦n una escandalosa proporci¨®n de padres sin pareja, los single parents, generalmente mujeres solas a cargo de los hijos, que en un 60% est¨¢n ahora bajo el umbral de pobreza, cuando en 1979 eran tan s¨®lo un 19%. No todas las pol¨ªticas de empleo de Major han sido objetables, y muchas de ellas han tenido un cu?o social. Ha sido la combinaci¨®n de todas ellas la que ha impactado muy negativamente en el modelo de sociedad brit¨¢nico.
Con esto se quiere decir que lo que se tiene delante es, como el mismo Aznar dijera, ?una revoluci¨®n silenciosa?, compuesta por enunciados que muchas veces se sit¨²an en un terreno de dif¨ªcil confrontaci¨®n, plagada de pol¨ªticas de medias verdades y de medios resultados, algunas de las cuales, incluso, en su denominaci¨®n y envoltorio, intentan invadir el espacio de centro-izquierda (como con jactancia declaraba, al t¨¦rmino del debate del Estado de la naci¨®n, el portavoz del Gobierno, Miguel ?ngel Rodr¨ªguez). Estas pol¨ªticas, en sus formulaciones generales, van a venir en ocasiones avaladas por Bruselas, no porque exista ning¨²n ?contubernio? entre los funcionarios de la Uni¨®n y el Gobierno conservador, sino porque, en la letra, son plenamente aceptables.
Todo esto no era terriblemente relevante hace algunos d¨ªas. Pero el debate del Estado de la naci¨®n ha marcado, por fin, el terreno real en el que el centro-izquierda se va a batir a partir de ahora. Por fin un l¨ªder socialista no tuvo que situarse en la defensa de las cuentas del pasado. Esto no ha sido casualidad, sino que se debe a que la fuente de legitimaci¨®n de Jos¨¦ Borrell, las primarias, est¨¢ plenamente desconectada de ese pasado. El l¨ªder conservador acus¨® esta circunstancia, y respondi¨® en el mismo plano, quiz¨¢s tambi¨¦n pensando que le era m¨¢s rentable. Con ello se ha delimitado de modo dif¨ªcilmente reversible un nuevo terreno de juego, y ha comenzado una nueva etapa en la contienda pol¨ªtica. ?ste es un dato de inapreciable importancia en el desarrollo pol¨ªtico de Espa?a, donde, por fin, comenzamos a mirar de verdad al presente y al futuro.
Adem¨¢s, contra la opini¨®n generalizada, fue un acierto que el portavoz socialista Jos¨¦ Borrell agarrara el toro por los cuernos y comenzara a retar a los conservadores en el terreno socioecon¨®mico. No es posible la construcci¨®n de una alternativa de izquierdas que aspire a una victoria duradera -que s¨®lo se consigue aunando en un mismo discurso las l¨ªnes de progreso real del pa¨ªs y los intereses de los menos favorecidos- sin un eje central socioecon¨®mico.
Pero precisamente porque el debate del Estado de naci¨®n tuvo esos dos m¨¦ritos, el centro-izquierda ha emergido del debate con una medida bastante exacta de sus desaf¨ªos futuros. En tal contexto, merece la pena apuntar al menos dos importantes retos.
En primer lugar, que es necesario un nuevo tipo de oposici¨®n capaz de desvelar la sinuosidad de las pol¨ªticas conservadoras. La tentaci¨®n indudable es confundir esta profundidad en la oposici¨®n con la cr¨ªtica tediosa y exhaustiva. Y no se trata de eso: se trata de recurrir m¨¢s y m¨¢s a la cr¨ªtica basada en un modelo de sociedad diferente al que se produce como destilado de las pol¨ªticas conservadoras.
En segundo lugar, que es necesario modernizar y afinar el discurso del centro-izquierda. Por seguir, a guisa de ejemplo, con la cuesti¨®n concreta antes planteada, la izquierda no tendr¨¢ nada que hacer si no hace suya, junto al horizonte de una reducci¨®n de la jornada, la promoci¨®n justa del trabajo a tiempo parcial. Pues los dos son elementos integrantes de un movimiento general de progreso hacia una flexibilizaci¨®n de las horas de trabajo, que permita una nueva sociedad con opciones diversas para diferentes etapas de la vida y en la que todos trabajen, si bien un poco menos por un salario y un poco m¨¢s en sus quehaceres familiares o c¨ªvicos. Y sin embargo, cu¨¢ntos sectores a¨²n en la izquierda espa?ola consideran la promoci¨®n del trabajo a tiempo parcial como una opci¨®n ?amarilla? y vergonzante, sin percatarse de que el problema no es el trabajo a tiempo parcial, tremendamente beneficioso en s¨ª para combatir el desempleo, sino c¨®mo se promueva y las garant¨ªas de igualdad que ofrezca.
Se dice que los economistas somos expertos en buscar siempre explicaciones a lo ya ocurrido, por sorprendente que sea. Abusando del oficio, conviene plantear si no ser¨¢ esta falta de ajuste a las nuevas condiciones en la labor de oposici¨®n y en el discurso lo que le fall¨® a la izquierda a trav¨¦s de Jos¨¦ Borrell, m¨¢s all¨¢ de un anecd¨®tico accidente de recorrido.
El centro-izquierda se estrena realmente de nuevo en Espa?a, y se han abierto las posibilidades de construir. Ya no se mira al pasado, sino al futuro, aunque al mirar hacia el futuro se descubre que el camino no est¨¢ completamente hecho. Pero eso no es una novedad, como cantaba Serrat.
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