Guerra civil
Vuelvo, tras unas semanas de compromisos, a la informal tertulia madrile?a de los s¨¢bados, vieja tradici¨®n gastron¨®mica que s¨®lo practica la gente mayor. Sin cita previa, ni siquiera reserva de mesa, pues nos reunimos en torno a la benevolencia del presidente del c¨ªrculo regional que nos alberga, en el comedor privado que pone a nuestra disposici¨®n. Si quieren saber m¨¢s, nos acercamos a los 80 a?os, lo que quiere decir que cada vez somos menos. Durante el aperitivo alguien reprocha el gimoteante tono de alguno de estos art¨ªculos, por excesiva -asegura- alusi¨®n a la ancianidad y sus aleda?os. Me defend¨ª como pude: "No vas a esperar que se ocupen de nosotros los de la quinta de Morientes o de Mag¨¹¨ª Serna". "Y esa, ?qui¨¦n es?", inquiri¨® con la ignorancia propia a la vejez. "Una jovenc¨ªsima tenista canaria que tiene un fabuloso rev¨¦s y quiz¨¢ el m¨¢s bonito trasero del circuito". Esto ¨²ltimo es mera adivinaci¨®n, para satisfacer su lasciva curiosidad.Somos un pu?ado de vejetes, unidos por lo que tenemos en com¨²n: el pasado. De buen diente, ninguna dieta y men¨² del d¨ªa. Destaca el que pregunta si puede sustituir una de las opiniones por un par de huevos fritos con chorizo y patatas, algo que nos produce siempre gran envidia; tiene la premeditaci¨®n de solicitarlo cuando los dem¨¢s hemos encargado el condumio. Estas reuniones expresan una modesta faceta de la imparable equiparaci¨®n de los sexos, fraguada en nuestra sociedad. Con alg¨²n esfuerzo -¨¦ramos ocho- pude comprobar que estaban hablando cinco, al mismo tiempo, y eso porque yo cerr¨¦ el pico para verificarlo.
Arriesgo que no me crean, pero puedo recordar, y recuerdo, que no se habl¨® de las famosas primarias, de la futura pretensi¨®n de Cristina Almeida al solio de la Comunidad, ni de las elecciones irlandesas. Vamos all¨ª a comer y hablar de lo nuestro, el pret¨¦rito imperfecto que dejamos atr¨¢s. Y, me consta, que leemos dos o tres peri¨®dicos diarios, vemos la tele y escuchamos la radio. Sospecho que encontramos el presente algo crudo e ins¨ªpido, como dijo la zorra de las altas uvas.
Result¨®, empero, imposible sustraer comentarios a la gesta del Real Madrid en Amsterdam y los acontecimientos que tuvieron por escenario la Cibeles y avenidas adyacentes. Uno insisti¨® en relatar su odisea del regreso al domicilio, tras una cena en el hogar conyugal de su hija, donde presenci¨® el partido. "No calcul¨¦ bien el hecho de atravesar la Castellana. Varios hinchas congestionados, golpeaban el techo y el cap¨® de mi coche, pues quer¨ªan averiguar si era madridista y el grado de entusiasmo por el aplastante triunfo (1-0). Expres¨¦ con gestos la inmensa satisfacci¨®n que sent¨ªa y os aseguro que a punto estaba de entonar el Cara al sol, o Bandiera rossa si me lo hubieran exigido". Otro transmiti¨® el resumen que le hicieron dos nietos adolescentes, que lo pasaron bomba esquivando pelotas de goma y botes de humo.
"Lo que sucedi¨® aquella noche", dijo uno, elevando el tono de voz, "podr¨ªa ser la parodia de la guerra civil, lo que no nos resulta extempor¨¢neo, pues la vivimos con mayor o menor proximidad. Fijaos: una gran multitud, con protagonismo meramente testimonial. Un par de grupitos de 25 o 30 personas, dispuestos a enfrentarse, sin que se conozca la ra¨ªz de sus disensiones, pero firmemente decididos por la violencia; les llaman ultrasur. Y una tropa policial, bien pertrechada, con las ideas poco claras y escaso margen para la improvisaci¨®n. El est¨²pido objetivo ya no es la fiesta l¨²dica, sino subirse, si fuese posible, unas 250.0000 o 300.000 personas, a la estatua de la diosa, lo que estaba prohibido de antemano y no era bueno para el Real Madrid, para la afici¨®n ni para el mobiliario urbano. Y el mejor caldo de cultivo apetecido por los violentos: espectadores y v¨ªctimas de sus brutalidades. Y eso es lo que pas¨®, ?os acord¨¢is?".
Pagada la cuenta a escote, como siempre, uno se levant¨® con cierta premura. "La corrida de esta tarde", musit¨®. "?Anda, no sab¨ªa que eras aficionado! ?C¨®mo conseguiste la entrada?". "No, no voy a Las Ventas. Es por la manta de agua y granizo que cae a estas horas, por San Isidro". Eso nos inquiet¨®.
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