Los zapatos de Amedo
JAVIER MINA Cuentan que el sabio Nasrud¨ªn regresaba a casa contento y posiblemente con zapatos nuevos cuando pens¨® que en vez de seguir por aquel camino ¨¢rido, canicular y polvoriento, har¨ªa mejor atajando por el bosque, cuya sombra, cuyos p¨¢jaros, le llenar¨ªan de paz. A poco, sin embargo, de caminar bajo el abrigo protector de la enramada cay¨® en un pozo. Sin desmontarse por el porrazo ni por el estado lamentable de su calzado -no en balde era sabio-, reflexion¨® desde el propio interior del agujero determinando que si al atajar por un camino hermoso le pas¨® lo que le hab¨ªa pasado, que no le habr¨ªa sucedido de haber continuado por el que iba, con lo ¨¢spero que era. Algo muy parecido debieron de pensar, una vez en el pozo, quienes hartos de terrorismo decidieron tirar por la calle de en medio. Hasta es posible que se lo pensaran dos pozos, digo dos veces, al menos all¨¢ en los comienzos. La primera al plantearse la posibilidad de cazar a un etarra. La segunda al cazar a Marey creyendo que hab¨ªan cazado a un etarra. Luego, la m¨¢quina del crimen se puso en marcha y ya ni se lo pensaron, o al menos, no hasta que se les acab¨® la impunidad. Solo que ahora, confrontados al abismo, tampoco se puede decir que piensen; se limitan simplemente a negar la existencia del hoyo. Bueno, y la del atajo, e incluso la del camino ¨¢spero, largo y polvoriento. En eso se nota que no son sabios. Nadie pretende sustituir al juez, y ¨¦l es quien determinar¨¢ culpabilidades en sola y ¨²ltima instancia, pero lo que se est¨¢ viendo estos d¨ªas en el Supremo resulta pat¨¦tico y mueve a reflexi¨®n. Resulta pat¨¦tico, por ejemplo, tanto empe?o no s¨®lo en eludir la responsabilidad sino en negar los hechos. Porque la mejor forma de negarlos consiste en destruir la lupa que los examinar¨¢. Si no hay juicio, no se secuestr¨® a Marey, pese a que haya testigos y sobre todo un man¨ªaco exigiendo justicia y clamando por el sufrimiento padecido. Y, claro, para reventar el tribunal, lo mismo vale el roto de que se lleg¨® all¨ª por la maldita pol¨ªtica que el descosido de las promesas y chantajes de un fiscal, un juez y un vicepresidente. Hombre, parece hasta cierto punto l¨®gico que quienes por el secuestro de Segundo Marey corren el riesgo de verse adscritos a una banda criminal que estar¨ªa presuntamente implicada en unos cuantos asesinatos, con la mucha c¨¢rcel que ello supone, traten de tender cortinas de humo, echar balones fuera y escudarse en la pretendida cadena de mando que, como todo el mundo sabe, solo es buena para empujar los propios sentimientos morales por el agujero del WC. Bien, puede que escurrir el bulto resulte l¨®gico desde el punto de vista del presunto implicado, por cuanto que los delitos se le imputan en tanto que persona siendo por razones de su cargo que posiblemente delinqui¨® y no crea justo que deba pagar por ello. Pero como todav¨ªa no se ha descubierto la manera de amputarle a un individuo la dimensi¨®n pol¨ªtica sin hacerle al mismo tiempo trizas la meramente humana, cabr¨ªa desear l¨®gicamente que la parte c¨ªvica del individuo se impusiera a la parte regida por el instinto de conservaci¨®n oblig¨¢ndole a asumir sus responsabilidades. Con ello, adem¨¢s de dignificar la pol¨ªtica, se dignificar¨ªa la propia justicia. Debido a Hollywood y a la tele, estamos m¨¢s familiarizados con el sistema procesal norteamericano que con el propio. Ignoro por consiguiente si es s¨®lo un mal efecto achacable a las pel¨ªculas el que me produjo la reuni¨®n que mantuvieron el otro d¨ªa unos cuantos testigos con los encausados m¨¢s copetudos. Cuando se est¨¢ pidiendo, y con raz¨®n, que no se realicen juicios paralelos no parecen muy alentadores comportamientos que huelan a conspiraci¨®n. Si en su d¨ªa Amedo no hubiera tenido reparo en mancharse los zapatos, y con ¨¦l quienes iban en el coche o los que ni siquiera se montaron por no ensuciarse pese a haberlo puesto en marcha; si en su d¨ªa, pienso, se hubiera establecido una cadena de desobediencia, no hubiera habido pozo al no haber habido atajo. Y nadie estar¨ªa mir¨¢ndose los zapatos con algo m¨¢s que aprensi¨®n.
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