Un vivo color amargo
Es prudente no esperanzarse ante cada nueva pel¨ªcula que dirige Mike Nichols. Es de los que prometen m¨¢s de lo que dan, y esto crea frustraci¨®n. Pero si uno acude a ver lo que hace con la mirada escaldada, a la espera lo peor, se puede salir del cine no s¨®lo sin sensaci¨®n de haber perdido el tiempo, lo que no es poco en los tiempos que corren, sino con la certeza de haberlo ganado. Prep¨¢rese uno, antes de ir a ver Primary colors, para asistir a una sesi¨®n de cine ya visto, y es probable que as¨ª se mantenga el ¨¢nimo alerta para cazar al vuelo, y disfrutarlas, algunas escondidas delicias y cargas de profundidad que la pel¨ªcula tiene, y de buena estirpe.Nichols procede del cine rompedor estadounidense de finales de los a?os sesenta. Gan¨® fama de chico disconforme con su adaptaci¨®n en 1966 de la corrosiva farsa ?Quien tiene miedo de Virginia Woolf? e hizo furor en las progres¨ªas del 68 con la tramposa desenvoltura de El graduado, pel¨ªculas en las que se observan gruesos errores ortogr¨¢ficos, adem¨¢s de artificio y acartonamiento en sus construcciones. El globo que elev¨® a Nichols prematuramente, con un equipaje profesional deficiente, se vaci¨® en unos a?os, a los que sigui¨® una caida en picado que se ve¨ªa venir desde sus comienzos y, tras ella, una d¨¦cada de nada. Desapareci¨® del mapa en 1975 y reanud¨® su carrera mediados los ochenta, con filmes sin ambici¨®n de sucesos pero con m¨¢s carga de buen oficio. Y comenz¨® a dar los indicios de solvencia que condujeron en 1994 a Wolf, su primera obra donde hay equilibrio entre la complejidad de lo que cuenta y su inteligente manera de contarlo.
Primary colors Direcci¨®n: Mike Nichols
Gui¨®n: Elaine May, sobre el libro an¨®nimo del mismo t¨ªtulo. Fotograf¨ªa: Michael Ballhaus. M¨²sica: Ry Cooder. EE UU, 1998. Int¨¦rpretes: John Travolta, Emma Thompson, Billy Bob Thornton, Kathy Bates. Madrid: cines Rialto, Carlos III, Palafox, Vaguada, Conde Duque, Cristal, Victoria, Liceo, Excelsior, Cin¨¦ Cit¨¦, Ode¨®n Plaza y (en V. O.) Real Cinema.
Algo as¨ª ocurre en Primary colors. De entrada uno acude a picar de buena gana en el anzuelo que Nichols y su gente han a?adido a la historia: un atrevido juego de parecidos de las composiciones de John Travolta y Emma Thompson con Hillary y Bill Clinton. La a?agaza es completamente clamorosa -si se oye su versi¨®n original, en la que Travolta parece doblado por Clinton, mucho m¨¢s- y tiene agilidad y gracia c¨ªnicas eficaces, pero pasajeras. S¨®lo con las sombras de esta estupenda caricatura no se sostendr¨ªa el geom¨¦trico tinglado argumental. Pero esos colores primarios se difuminan pronto y emergen otros secundarios, de fondo, que se adue?an de la pantalla y borran aquellos. A mitad de pel¨ªcula uno se ha olvidado de Clinton y s¨®lo queda Travolta; se ha olvidado de Hillary y s¨®lo queda Emma. Ambos hacen un trabajo solid¨ªsimo, de gran viveza ir¨®nica y finalmente con un poderoso deje amargo.
Pero Primary colors est¨¢ lejos de ser un d¨²o. Tercia en ¨¦l en voz baja, con contenci¨®n y fuerza de convicci¨®n, Billy Bob Thornton, un actorazo; y, m¨¢s tarde, hace derivar el tri¨¢ngulo a un fastuoso cuadr¨¢ngulo interpretativo Kathy Bates, una de las mejores actrices que existen. Y la electricidad, hasta entonces contenida por el jugueteo, se dispara en busca de la mecha de una dinamita que finalmente encuentra y prende. El arrollador paso de Kathy Bates por la zona vertebral del filme galvaniza a este y, en tres escenas b¨¢sicas, el relato experimenta un salto desde las facilidades de una graciosa complicidad de baile de m¨¢scaras a las dificultades de expresi¨®n de algo m¨¢s comprometedor: una indagaci¨®n a fondo en el retroceso hacia posiciones de claudicaci¨®n a que el aparato electoral de la democracia estadounidense somete sutil e inexorablemente a los pol¨ªticos rompedores que logran entrar en la carrera a la Casa Blanca.
Y ah¨ª se entrev¨¦ la amargura que Nichols filtra dentro del filme caramelo que muchos esperaban de ¨¦l: su mirada deja ver la mec¨¢nica interior de otra en¨¦sima esperanza truncada por otra decepci¨®n dentro de los ojos quemados de un viejo hombre libre estadounidense, que sigue concernido por este nuevo cap¨ªtulo del viejo libro del ahogo de la libertad por los apa?os de la pol¨ªtica de su pa¨ªs.
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