Memoria
Los focos y las c¨¢maras desplazadas al Festival de Cine Espa?ol de M¨¢laga apuntan, era de esperar, hacia lo notorio. El glamour, aunque bello, es c¨®modo, no nos transforma. En una de las mesas de la agradable terracita inventada frente al Teatro Cervantes, sede del festival, un hombre alto con gafas y pelo cano, pasa inadvertido conversando, mientras los rostros conocidos se alimentan de focos y miradas curiosas. Este hombre es chileno y se llama Patricio Guzm¨¢n. Hace tambi¨¦n pel¨ªculas como los otros. Las historias que cuenta, como las de tantos autores de cine documental desconocidos, conmueven m¨¢s, transforman m¨¢s, encierran m¨¢s verdad y est¨¢n mejor contadas que muchas de las que hacen muchos rodeados por las c¨¢maras. Una sola secuencia de Chile, la memoria obstinada de Patricio Guzm¨¢n tiene m¨¢s vida y verdad que famosas filmograf¨ªas completas. Pero este director que vive lejos del pa¨ªs al que Pinochet intent¨® arrebatar vidas, derecho, esperanza y memoria, este hombre que hace pel¨ªculas baratas para devolver a los suyos la memoria arrebatada desde hace 25 a?os, presenta sus documentales diciendo: "Vean estas pel¨ªculas, son buenas, y si les gustan, hagan propaganda de ellas, y luego les espero en la puerta para poder dialogar". Result¨® que eran m¨¢s que buenas: eran ciertas. Cercano al desapercibido Guzm¨¢n, el presentador de televisi¨®n Juan Manuel Parada, entrevista estrellas hasta quedarse con Arturo P¨¦rez Reverte quien horas antes se hab¨ªa negado a presentar la pel¨ªcula que ¨¦l mismo hab¨ªa seleccionado -Los tramposos- para un ciclo del festival que hab¨ªa abonado su concurso. ?Se negar¨¢ tambi¨¦n a cobrar su participaci¨®n virtual, ¨¦l que tantas guerras ha visto? Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, en el merecido homenaje que se le ha rendido, defini¨® su rareza: "estoy acostumbrado a decir la verdad". Montxo Armend¨¢riz, al que tampoco le gustan los focos, asegura que no hay cine de ficci¨®n o documental: hay s¨®lo pel¨ªculas de verdad. Delante de las manos de Bibiana Fern¨¢ndez, recuerdo la historia de un hombre -mi padre- qu¨¦ s¨®lo habl¨® en una ocasi¨®n de la belleza de otras mujeres delante de su esposa. Lleg¨® un d¨ªa conmocionado a casa por las manos de una mujer que a¨²n no se llamaba Bibiana, pero que ya sab¨ªa por qu¨¦ verdad ¨ªntima merec¨ªa la pena huir y luchar. Muchos a?os despu¨¦s esas manos vuelven y recuperan su memoria. Siguen siendo igual de hermosas.
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