Los j¨®venes se acercan cada vez m¨¢s a los monasterios contemplativos
Monjes y monjas plantean una superaci¨®n de la clausura cl¨¢sica
Los monasterios y conventos de vida contemplativa espa?oles distan mucho del inmovilismo. Un n¨²mero creciente de laicos, en especial j¨®venes, se acerca a un tipo de existencia profesado por casi 15.000 personas, y plantea interrogantes sobre la relaci¨®n entre oraci¨®n y solidaridad. Los monjes y las monjas de hoy pretenden superar el concepto cl¨¢sico de clausura, en pro de un mayor compromiso entre vivencia m¨ªstica y vida social.
Las monjas contemplativas espa?olas son muchas m¨¢s: 13.500, casi un 20% de todas las religiosas del pa¨ªs. Los monjes llegan s¨®lo al millar, es decir un 4% de los religiosos. Hay 969 monasterios, de los cuales 925 son masculinos. El pr¨®ximo domingo la Iglesia Cat¨®lica celebra el d¨ªa Pro Orantibus, dedicado a este tipo de clero. Este a?o la orden del C¨ªster cumple nueve siglos. ?Siempre es noticia el cierre de alg¨²n monasterio, pero la vida contemplativa atraviesa un periodo muy din¨¢mico?, dice Carlos Amigo, arzobispo de Sevilla y franciscano.Cada vez se nos acercan m¨¢s j¨®venes?, dice el cisterciense Isidoro Anguita, que hace tres a?os, con 35 de edad, se convirti¨® en el abad m¨¢s joven de la Iglesia, al frente del monasterio soriano de Santa Mar¨ªa de Huerta. ?Es un fen¨®meno que no remite?, a?ade Anguita. ?Desde 1986 estamos dando cursillos de espiritualidad, sin ninguna difusi¨®n, pero las sesiones est¨¢n llenas. No s¨®lo vienen j¨®venes, sino hombres con trabajo, casados, en busca de otra realidad. De ellos pocos perseveran hasta consagrarse a la vida contemplativa, pero con servirles de ayuda nuestra misi¨®n est¨¢ cumplida. Al fin y al cabo, se trata de que las personas hallen un lugar de encuentro consigo mismas y con Dios, un lugar para la unificaci¨®n del coraz¨®n humano, tan escindido?.
Anguita no cree que pueda hacerse ?un retrato robot del monje actual?, pero est¨¢ seguro de que la vida contemplativa es un elemento necesario al mundo. ?Nuestro rezo, nuestro trabajo manual?, argumenta, ?puede parecer poco ¨²til, pero es como las zonas verdes: si no hicieran falta no se incluir¨ªan en las campa?as electorales, pero hacen falta?.
?Nos llegan muchas personas muy heridas?, cuenta la dominica Mar¨ªa Teresa Gil, priora del convento valenciano de la Inmaculada Concepci¨®n. ?Son gente que busca lugares donde regenerarse en su intimidad. La vida de oraci¨®n no da una soluci¨®n, pero da respuestas, y da fuerza, y da luz. No se trata de huir o de temer al mundo, sino de separarnos de ¨¦l para encontrar un silencio en el que hallar a Dios. Por eso nosotras hemos quitado las rejas: no nos gusta hablar de clausura. La clausura, hoy, es un medio, no un fin?.
Ni el abad ni la priora quieren hablar de porcentajes de nuevos monjes. ?La vida contemplativa es gratuidad?, dice ella. ?La gratuidad se siembra y el due?o de la mies le da fecundidad, no sabemos cu¨¢ndo?. ?Nosotros tenemos algo que ofrecer?, se?ala ¨¦l, ?pero no pretendemos que nadie se quede?.
Anguita iba para m¨¦dico, pero unos amigos le llevaron a Santa Mar¨ªa de Huerta. ?Y la idea no se me iba, no se me iba, y no se me fue. Al final tuve que tomar la decisi¨®n?, recuerda. Mar¨ªa Teresa Gil relata: ?Era enfermera, trabajaba en un hospital, iba a casarme. Pero hubo una llamada de Dios. Yo sab¨ªa que el amor humano no me colmaba, y la llamada de Dios es realmente una historia de amor?.
La vida contemplativa cambia con los tiempos. ?Entra gente nueva, y la adaptaci¨®n al siglo se produce sin m¨¢s?, dice Isidoro Anguita. ?Nosotros no tenemos televisi¨®n, pero s¨ª un televisor para ver v¨ªdeos. No o¨ªmos la radio, pero s¨ª leemos prensa. Y claro que usamos el ordenador?.
??C¨®mo no va a cambiar la vida contemplativa??, se plantea Mar¨ªa Teresa. ?Existe desde los albores de la Iglesia, y desde incluso antes, porque es la b¨²squeda de Dios por parte de los orantes y Dios est¨¢ en el principio de todo. La oraci¨®n es la entrada en una vida interior que pertenece a todo hombre, y por eso es solidaria?.
Tanto la priora como el abad viven una organizaci¨®n parecida de la jornada. Largas horas de oraci¨®n, trabajo manual en la huerta o el taller, y estudio. ?La meta es escuchar a Dios?, dicen los dos. ?La meta de un cristiano?.
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