Plata agridulce
Espa?a cae en la final ante los maestros suecos por reaccionar tarde
Falt¨® el tercer tiempo. Los maestros suecos dinamitaron la defensa p¨¦trea y apagaron el contraataque fulgurante que distinguen a Espa?a durante el primero, y controlaron el partido a duras penas en el segundo. La selecci¨®n de Juan de Dios Rom¨¢n, ¨²nica invicta hasta ayer a pesar de estar diezmada por las lesiones, gan¨® la tercera medalla en dos a?os tras caer ante un equipo de vulnerables virtuosos. Como tantas veces en el deporte, la plata es agridulce.Los antecedentes m¨¢s pr¨®ximos no pod¨ªan ser peores: Suecia elimin¨® a Espa?a en las semifinales de Atlanta y en los cuartos de final del Mundial de Jap¨®n. Y las primeras jugadas de ayer tampoco invitaban al optimismo: fallos de Guijosa y Carlos Ortega en ocasiones claras; los escandinavos dominaban por 4-9 a los 15 minutos. Si alguien pensaba que la ausencia de los m¨ªticos porteros Svensson y Olsson era una puerta a la esperanza, Gentzel demostr¨® el craso error desde el principio. Para colmo, Barrufet no pagaba con la misma moneda en la otra porter¨ªa, como hab¨ªa hecho durante todo el Europeo.
Como en el encuentro de Jap¨®n, surgi¨® la peligrosa Talantdependencia: ante la imposibilidad de romper el muro sueco (con la estructura 6-0), todo el juego se recargaba en Duisheb¨¢iev, olvidando que Espa?a tiene unos extremos magn¨ªficos. Esa t¨¢ctica era ya un reconocimiento ¨ªmplicito de debilidad. El central espa?ol es un genio, sin duda, pero no infalible; y si falla, como ayer en muchos momentos, el equipo se convierte en una caricatura del impresionante conjunto que tanto ha asombrado durante las ¨²ltimas dos semanas.
Espa?a sin contraataque no era Espa?a. Mientras tanto, los suecos se basaban en los paradones de Gentzel para ejecutar despu¨¦s una danza bella, din¨¢mica y muy eficaz. Sus hist¨®ricos veteranos, que siempre dicen que se retiran tras el Europeo, el Mundial o los Juegos pero no terminan de hacerlo, han sido reforzados ahora por un extremo letal, Pettersson, y el peque?o Vranjes (1,66), un correcaminos que rompi¨® varias leyes de la F¨ªsica con diabluras inenarrables. En el descanso, la tarea de remontar un 9-15 se antojaba herc¨²lea.
Pero la esperanza empez¨® a crecer cuando N¨²?ez supli¨® a Barrufet con la clara intenci¨®n de alcanzar las prestaciones de Gentzel. Los ¨¢rbitros decidieron aportar entonces -provocando la crispaci¨®n de Rom¨¢n- otro factor tradicional en los Espa?a-Suecia: el criterio de las jugadas dudosas siempre se inclinaba hacia los suecos. As¨ª, Wilander s¨®lo fue excluido por dos minutos, en lugar de recibir la tarjeta roja, tras un codazo con el juego parado; un minuto m¨¢s tarde, anulaban un ataque espa?ol por falta de pie sin pitar la clara falta anterior.
En plan hormiguita, la selecci¨®n espa?ola fue acortando distancias mientras N¨²?ez hac¨ªa paradas imposibles.
Pero, a pesar de que por fin se ve¨ªa un juego fluido con los extremos y el pivote, segu¨ªa fallando ocasiones muy claras. Suecia, que lleg¨® a dominar por siete goles, ganaba s¨®lo por dos a falta de cinco minutos, y por la m¨ªnima a falta de uno. Pettersson prob¨® que era demasiado tarde con la diana mortal mientras Urdangar¨ªn mov¨ªa la cabeza en el palco: qu¨¦ pena, los partidos de balonmano s¨®lo tienen dos tiempos.
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